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CDMX, México; 9:00 am.

Oficinas de la ONU.

El omega caminaba sonrojado, de vergüenza, muchos países se querían acercar a preguntarle cómo se encontraba pero no podían.

No solo por qué incomodarían a México con tantas preguntas. La verdadera razón era que los dos estados que acompañaban a México los miraban amenazantes.

Estado de México y Sonora lo acompañaban. El primero porque Puebla lo mando en su lugar y el segundo porque quería chisme, claro que estaba muy preocupado por su padre y su hermano, pero el chisme lo motivaba a escuchar a ONU y su voz de profesor de química sin ganas de trabajar. Sino acababa dormido sería un logro personal y podría cobrar su apuesta con Sinaloa.

También iba un guardaespaldas con ellos, no Juan, México había pedido al hombre que se quedará con sus hijos en la hacienda.

A lado de los tres mexicanos, iba el peruano, caminando preocupado. No habían cruzado palabra, no más allá de palabras de cortesía, desde el incidente con la capital pero no podía hacer nada, no es como si unas simples palabras suyas calmaran todas las preocupaciones de su alma.

Cuando llegaron a la sala de juntas ONU ya estaba allí esperando a todos, simplemente les dijo que se sentaran y eso hicieron. Comentaron tantas y tantas cosas a las que México no pudo prestar atención, los escuchaba. Los murmullos, esos murmullos que tanto odiaba. Sus estados también estaban disgustados pero con ONU enfrente no podían decir nada, no querían que la organización los regañara y aunque ONU también escuchaba aquellos murmullos y los mandaba a callar, no paraban.

Se callaban unos segundos y después continuaban abrumando México, entraban todas aquellas palabras por sus oídos y quedaban instaladas en su cráneo hasta parecer fundirse con el hueso y quedarse allí para siempre dejándole un dolor de cabeza que podría matarlo. Y el no sentiría nada, porque todo aquello en su cabeza ya le hacía sentir que no la portaba. Pero después la sensación fría del sudor resbalando por su cabeza lo haría volver en si y darse cuenta de que ya no eran solo palabras, sino todos los ojos que se posaban sobre él, llorando de lastima por él, empapando con más angustia de la que no necesitaba.

"Pobre México","que lastima que le pasará eso", "deberíamos ayudarlo", "pobre cosa", "se debe sentir muy mal", "pobrecito, tan frágil", "pobre México".
"Pobre omega"

¡Pam!...

Un golpe sobre la mesa los hizo callar. México también brinco en su lugar al igual que sus estados. Rápidamente busco quien había hecho eso y se encontró con los ojos que hace tanto no veía, con ese rostro serio que hace tanto no quería ver y con el mismo que le había sonreído en el pasado. Desvió la vista en pocos segundos cuando los labios de la representación formaron una sonrisa, no por felicidad ni nada de eso, era por simple cortesía o quizá culpa.

"Quiero irme a casa" pensó mirando al frente mordiéndose los labios.

[...]

La reunión termino y México se puso de pie rápidamente, ya no quería más murmullos. Estado de México y Sonora le siguieron unos pasos más atrás, extrañados del comportamiento apresurado de sus padre. Entendían que estuviera disgustado con los otros pero no el porque parecía huir de algo.

— México — le llamo la organización — vamos, FBI nos está esperando.

— Si, vamos.

CONQUISTANDO AL ÁGUILADonde viven las historias. Descúbrelo ahora