09. La lluvia

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No hablaron por alrededor de dos horas, él aún demasiado furioso y ella demasiado confundida.

Brianna seguía sin comprender lo que él había dicho frente a su madre aún luego de que se lo repitiera tres veces, fue hasta que él había tirado de su mano para que recogiera sus gatos y luego la llevara con él al caballo que había traído consigo, la subió a la silla con sus piernas colgando al costado y él se había subido detrás de ella, que descubrió a lo que él se refería con que iría con él. La sorpresa le impidió mirar atrás mientras se alejaban de la casa que había conocido casi toda su vida y de su familia

Después descendió sobre ella un entumecimiento extraño mientras miraba sin ver al frente, el paisaje que pasaban y que había conocido muy bien porque había caminado por esos caminos toda su vida pero parecían muy diferentes desde arriba de un caballo, supuso que debió imponer más resistencia luego de ser prácticamente secuestrada contra su voluntad. Pero entonces estaría negando el alivio y sensación de triunfalismo que le brindaba alejarse de su madre después de todo el dolor que le había dado, momentáneamente se sentía embriagada por el aire y la esperanza, como cada vez que estaba lejos de ella pero de una manera más pesada cuando Sebastián se desvió del camino vecinal para entrar en el gran camino real hacia el norte y todo se volvió más verdadero.

No habló pero él parecía saber todo lo que podría necesitar, cuando el paso a galope la hizo deslizarse por la silla con amenazar a caerse por un costado, él la rodeó con un brazo por la cintura por debajo de donde sostenía los gatos y la volvió a poner en su lugar y bajó la velocidad a una constante caminata, cuando su espalda se arqueó hacia adelante por el cansancio él la empujó hacia sí para que apoyara la espalda en su brazo extendido y su hombro en su pecho, cuando un gato se despertó de su inverosímil sueño y amenazó con salir y caerse, él lo empujó de regreso en la caja que ocupaban, ayudándole a llevar su peso con la presión de su brazo debajo y alrededor de su cintura.

Brianna no habló ni lo miró pero estuvo muy alerta de las sensaciones de su cuerpo muy diferente y más grande que el de ella, con el tiempo acostumbrándose a su calor corporal, a la dureza de cada uno de sus músculos y a su olor, algo amizclado pero fresco y limpio, algo del jabón que tal vez había usado para hacerse la barba está mañana mezclado con el sudor de montar y la ligera capa de lluvia que caía.

Seguía en ese mismo estado de estupor cuando él guió el caballo por una calle aledaña que llevaba a una plaza con una posada con establos alineados a cada lado, incluso antes de detenerse un niño salió corriendo de dónde se había estado protegiendo del clima bajo un alero y recogió las riendas rápidamente. Brianna parpadeó y sintió un imperceptible último apretón en su cintura antes de que sus brazos se alejaran para que él desmontará con un solo y fácil movimiento. El apretón, Brianna se dió cuenta después, había sido porque creyó que ella estaba dormida o desmayada e intentaba alertarla, cuando tuvo sus pies en el suelo Sebastián extendió sus brazos y la bajó de la misma manera eficiente como la subió, asegurándose de que tuviera los dos pies firmes en el suelo antes de soltarla y dar un paso atrás.

Fue entonces cuando lo miró, la expresión fría y firme en su rostro miraba más allá de ella, soltando una pequeña maleta que no había notaba llevaba colgada de la silla del caballo. Brianna se hizo a un lado y bajo su mirada al suelo, sintiéndose incómoda. Por supuesto que debió reclamar más y no dejarse llevar así, todo esto era una locura más allá de toda razón.

En el estado distraído en el que se encontraba tropezó con otro niño que se había acercado, su rostro ceniciento y ojos enormes en unas facciones muy delgadas primero miró el bulto en sus brazos y luego a su rostro.

— Lo siento — le dijo componiendo una voz suave — Fue mi culpa.

Pero entonces ya no la miraba a ella sino a Sebastián y sus ojos se abrieron una fracción más quizás alertado por su vestimenta más fina y cara, además de la mano con anillo que le tendió un moneda al mozo antes de que se alejara con el caballo. Brianna vagamente se preguntó cómo había conseguido dinero pero no debió ser muy difícil cuando se era un par del reino caído en desgracia.

Amar al vizconde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora