— Pero el carruaje también es peligroso, mujer — Brianna palideció y dejó caer sus manos, a lo que él rápidamente se retractó agarrando su mano entre las suyas y apretandolas, aunque debería ser al revés cuando era él el que tenía las manos frías— No, no quise decir eso. Lo siento. Brie... yo... — soltó una maldición por lo bajo — A lo que me refiero es que prefiero asegurarme que no ocurra ningún incidente afuera, en el camino o sus alrededores mientras tu te mantienes dentro. Cálida y cómoda. El carruaje es perfectamente seguro.
Sus ojos azules se lo aseguraron y Brianna le creyó pero seguía sin comprender porque entonces él no viajaba con ella.
— Estaré yo más tranquila si te quedas en el carruaje — insistió — Por favor.
Él también se había inclinado hacia adelante y ahora sus ojos se encontraron y enlazaron con un profundo sentimiento, el aire se agitó pero ninguno de los dos respiró hasta que él finalmente rompió el contacto soltando sus manos y mirando hacia otro lado.
— De acuerdo. Me quedaré — volvió a cruzar sus brazos y está vez cerró los ojos — Pero no prometo ser buena compañía.
— No me digas que tienes náuseas — comentó superficialmente, ella misma tratando de recuperar el aliento y restarle importancia a ese tonto momento. Tal vez se estaban poniendo enferma y por eso se sentía frío y calor al mismo tiempo. Pero cuando él hizo una mueca y no respondió exactamente pero balanceó su cabeza arriba y abajo ella abrió la boca y lo miró fijamente — ¡Dios mío! ¿En verdad? ¿Es por eso que no te gustan?
— Solo es una de las razones.
— ¿Hay algo más, entonces? — preguntó inquieta.
Miró a su alrededor no viendo comodidad y grandiosidad sino un espacio diminuto y sofocante. Se pasó al asiento de enfrente, a su lado, y mandó los cojines al otro lado solo dejando uno para apoyarlo en sus piernas. Él abrió los ojos y la miró con horror cuando ella le abrió los brazos.
— ¿Qué estás haciendo?
— Puedes apoyarte en mí, no es lo más cómodo tu siendo tan grande pero si cierras los ojos y te recuestas estoy segura de que será mejor para ti...
— ¡Y un cuerno, por supuesto que no! — él se movió empujando la cesta en su regazo y él sentándose en el otro asiento, al encontrarse con sus cejas arqueadas él se disculpó por su reacción violenta e incluso se disculpó con los gatos que había despertado— Aunque te agradezco me siento más seguro si me mantengo sentado aquí y tú alla. Perfectamente seguro. Por el equilibrio.
Aunque no le creía ni una sola palabra Brianna asintió acariciando lentamente la cabeza de Voltaire que miraba por el borde del cesto de uno a otro. Era el más chimoso de todos, sin duda.
— ¿Que más hay, entonces?
— Olvídalo — él volvió a juntar los bordes de la cobija sobre su pecho.
— Es por mí, ¿no?.
Sebastián volvió a hacer esa expresión de ojos abiertos y boca redonda que tuvo antes, comenzó a negar con la cabeza y a frotarse el rostro pero ella ya lo había visto.
— Maldición, Brianna.
— Si, es por mí. Sigues poniendo malas palabras delante de mi nombre.
— No es así.
— Lo haces — ella juntó sus labios y frunció su nariz, la lluvia parecía comenzar a menguar afuera — ¿Qué exactamente te resulta desagradable de mí?
Brianna esperó pacientemente por una respuesta pero él solo la miró en un silencio atónito como si su mente se hubiera quedado en blanco.
— ¿De verdad no lo sabes?
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Amar al vizconde
RomanceÉl cayó en una trampa por una doncella en apuros... De camino a un importante negocio para solucionar su problema actual Sebastian Walsh, el taciturno y libertino vizconde de Sutherland se encuentra con no sólo un par de problemas de transporte en...