28. La había besado

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Las sospechas seguían rondando su cabeza con vertiginosa fuerza, al tiempo que el abarrotado salón y el breve sorbo de ponche que había bebido la hacían sentir terriblemente enferma. Era el segundo baile al que asistía, pero no había sido mucho mejor que el primero.

Abrió y cerró el abanico varias veces pero la ansiedad la hizo escapar por los bordes de la habitación mientras sus chaperonas,  Amelia y su abuela, se distraían, mientras lo hacía sus ojos se fijaron en Lord Houghton que hablaba cómodamente con Lord Vissher, su padre podía ser encantador cuando quería y con una absurda honestidad que justamente hacía dudar de la deshonestidad de sus acciones.

Él había sido convenientemente sincero cuando le pidió que lo aceptara como padre, de reojo había Amelia había saltado a las lágrimas también, pero Brianna después sólo se había quedado de piedra ante el repentino cambio de actitud. Por la mañana la había rechazado brutalmente y por la tarde lloraba como si la amara de verdad y estuviera esperando su regreso desde siempre. Lady Houghton, por otro, había jugado con la verdad entretejiendo mentiras y sentimentalismos. Tal vez si le hubiera contado de su rechazo a Amelia y Sebastián ellos también dudarían de su profesado amor paterno, pero no lo había hecho. Le había dado vergüenza.

Una vergüenza que para ese entonces se había enfriado y era reemplazado por el miedo y la sospecha.

¿Por qué insistía tanto en que se casara con Lord Vissher? ¿Por qué de repente? Desde hacia unos días no podía dejar de pensar en esa expresión y en lo acertado que era para describir su situación actual.

De repente, también usado como de pronto, de insofacto, algo inesperado.

Pero es que si lo consideraba todo había sucedido de repente. De repente estaba en el lago de Amethtown , pero de repente había conocido a Sebastián y de repente había llegado a Londres y conocido a su padre. Pero aún así nada de lo ocurrido con Sebastián se sentía tan extraño e incongruente que el comportamiento de Lord Houghton.

Al otro lado del salón divisó a Sebastián, absurdamente reconoció su ancha espalda enfundada en la suave chaqueta de terciopelo oscuro y su cabeza oscura mientras se alejaba por una de las puertas internas. Sintió una cuerda invisible empujarla hacia él, todo su pecho tenso.

Antes de que siquiera el impulso terminara de conjurarse en su mente se encontraba avanzando hacia él y saliendo del salón. En el pasillo habían varias puertas abiertas con un criado con librea firme a un lado de la puerta, Brianna no se detuvo a maravillarse con las decoraciones extravagantes o la cantidad de velas encendidas en cada pared, sino que mantuvo sus ojos puestos en Sebastián que desapareció en una de las últimas puertas del pasillo. Entró a la habitación contrastemente menos iluminada justo detrás de él pero se quedó en la puerta cuando él se dirigió al aparador de licores que ocupaba toda la pared del fondo bajo una ventana que hacía iluminar el líquido dentro de las botellas de brillantes colores, se sirvió un copa de una botella ancha y pequeña y se lo bebió de un trago antes de volver a repetir la acción varias veces más.

— Dios mío, ¿Por qué tomas así?

Él saltó y se giró con su rostro desencajado para mirarla, a toda ella con una minuciocidad intensa. Ella también lo miró porque no lo había visto en dos semanas y sentía que podría haberlo olvidado.

— ¿Qué demonios haces tu aquí?

Brianna arqueo una ceja ante su tono profundamente ofendido. De repente él también actuaba muy extraño.

— Necesitaba hablar contigo.

Dió un par de pasos adentro de la habitación pero él inmediatamente negó con la cabeza y la señaló.

Amar al vizconde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora