18. El escritorio de mi padre

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Sebastián se molestó por haber olvidado por un segundo a Brianna mientras ella hacia lo posible por desaparecer. Se había deslizado de dónde la había dejado en el centro del vestíbulo hacia una de las paredes a un lado de la puerta donde había una palmera en una enorme vasija y dónde podría ocultarse parcialmente. Ella estaba allí pero al mismo tiempo no estaba.

Como... un criado.

Ella le dijo que la debía llevar por la puerta de atrás porque se seguía considerando alguien del servicio y que por alguna jugada retorcida creía que al llevarla a su casa le estaba ofreciendo un empleo. A ella. De solo pensarlo su irritación crecía más fuerte, tenerla a ella sirviendo su comida en la posada ya fue lo suficientemente malo pero... ¿en su casa?. No. Nunca lo permitiría.

Era su igual, en intelecto y en todos los demás aspectos que importaban.

Brianna era inteligente y gentil, pero sobre todo valiente. A pesar de sentirse agobiada ella dió un paso a un lado para mostrarse, su espalda recta y su barbilla al frente.

— Buenas noches — dijo suavemente.

Miró de una a otra y finalmente hacia él con reproche. Sebastián soltó la mano de su madre y se acercó a ella con su mano extendida, ella no lo tomó pero avanzó los pasos que había retrocedido para quedar en el centro del vestíbulo.

— Tranquila, ¿si? — susurró él solo para que ella lo escuchara.

Pero ya no había camaradería entre ellos. Un muro había sido levantado por ella y no podían comportarse como antes.

Sebastián sintió pena.

— Déjame hacer adecuadamente las presentaciones. Brianna, ellas son mi madre, Amelia Walsh, vizcondeza viuda de Sutherland. Y mi prima, Lady Charlotte Webster— se volvió hacia su madre y su prima, ignorando cuidadosamente la mirada de desconcierto de ambas — Madre, Charlotte. Les presentó a la honorable señorita Brianna Smith.

Hubo un silencio suspendido dónde debería él declarar exactamente quien era ella, vivían en una sociedad que un nombre y un apellido común no significaba nada sino era precedido o sucedido por un título. Su silencio y negativa solo creaba más misterio y desconcierto entorno a ella.

— Milady — Brianna entonces realizó una reverencia, primero a su madre y luego a su prima — Milady.

Fue inconfundible por el delicado jadeo de su madre, era una reverencia que solo las criadas hacían, con un pie hacia atrás y tan profunda que nunca llegaban a mirar los ojos, y al levantarse tampoco sino que juntaban las manos enfrente con la mirada respetuosamente baja. Su madre clavó los ojos en él, llegando a toda clase de conclusiones mientras Charlotte la continuaba mirando con atención.

— Es una dama — soltó él de repente, con muy poca sutileza. Tres pares de ojos muy abiertos se fijaron en él, Sebastián solo miró a Brianna — Es la hija del conde Houghton, con algunas circunstancias especiales. Y se va a quedar aquí, como mi invitada.

El rostro de Brianna primero tan sonrojado como el rojo de su cabello se volvió blanco y Sebastián maldijo porque no habían discutido si ella quería mencionar su parentesco con el conde, si quería ser reconocida como tal o siquiera ser llevada a su casa. Él sabía que era lo mejor para ella, al menos podría brindarle su casa bajo el cuidado de su madre y su prima que después de la sorpresa inicial la acogerían perfectamente, al menos podría darle eso en medio de todas las cosas que quería para ella y no podía. Era lo mejor pero al menos debió discutirlo con ella.

— Es un gusto, querida señorita Smith — su madre se acercó cogiéndola por los hombros y besando el aire a un lado de su mejilla, le sonrió cálidamente — Bienvenida a nuestra casa.

Amar al vizconde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora