14. Pasteles, libros y cintas

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— Un poco más hacia la izquierda, señorita Smith — Brianna obedeció moviendo el vértice de delgadas vigas hacia la izquierda, la voz del señor Fagbure flotando hacia ella desde abajo a pesar de la brisa y el bullicio de la plaza — Ahí está muy bien.

— Voy a atarlo entonces — le respondió y procedió a sacar la cuerda de tres hilos del bolsillo que colgaba de su cintura para hacer un nudo que rodeara el vértice y mantuviera cada una de las tres vigas en su lugar — Vamos con el siguiente.

— Muy bien hecho, señorita Smith.

El señor Fagbure aplaudió y al mirar de recojo Brianna lo descubrió sonriendo finalmente, todo su rostro cubierto de pequeñas arrugas. Brianna se sintió orgullosa de si misma, pero es que incluso estar suspendida a tantos pies de altura tenía ese efecto en las personas. Infundir confianza y adrenalina.

Ella no salió al patio con la intención de ponerse a si misma en una situación difícil, solo ocurrió. Cómo todas las demás veces había ocurrido antes de esa.

Cómo no pudo alejarse cuando vio al señor Jones lanzar los gatitos al lago, como no había encontrado otra opción más que quedarse a dormir fuera de su casa, cómo supo que ella debía salvar al señor Johnson en el carruaje la noche anterior.

Solo ocurrió que ella había salido al patio del pueblo en el que estaban justo antes del mediodía para ver partir a Sebastián en su caballo al pueblo vecino para organizar un carruaje para que ellos avanzaran el resto del viaje, a pesar de la insistencia de ella él también insistió en hacerlo. También solo ocurrió que se tropezara con un hombre anciano y bajo, con una persistente energía nerviosa y una vestimenta muy similar a la que usaba el señor Cameron, lo que solo podía significar que era parte de su compañía. También solo ocurrió que escuchara de pasada quejarse al hombre porque necesitaba ayuda urgente para terminar de armar un "toldo" para el espectáculo y su asistente hubiera decidido ese día ser un desgracia borracha a unas seis millas en el camino. Solo ocurrió que ella lo siguiera y le pidiera que le explicara que exactamente necesitaba y ella decidiera hacerlo.

Porque aunque todo era una cadena de casualidades al final todo dependía de una decisión que debía tomar ella. Y que ella siempre aceptaba.

Y que siempre la metía en problemas.

Tal vez Sebastián tenía razón en considerarla impetuosa y tonta con su seguridad, pero al no hacerlo se sentía más incorrecto que hacerlo, había algo tan inherentemente clavado en su personalidad que ella debía intervenir y no pensaba cambiarlo.

No podía en todo caso.

— Válgame Dios — la exclamación llegó hacia ella mientras anudaba el segundo nudo en el penúltimo vertice, por un instante se congeló temerosa de mirar más allá para encontrar a Sebastián con su sombrío ceño fruncido pero a pesar de la existencia de un ceño, era el del señor Cameron — ¿Señorita Smith?

Brianna saludó con su mano, insegura cuando él volvió su ceño al señor Fagbure y este regresó a hundir los hombros con el estado permanente de tensión de regreso mientras mantenían una conversación en rápidos susurros que no logró identificar más que "¿Qué estabas pensando?", " Irresponsable" y "Nos va a matar".

Inquieta y una vez terminado de realizar cada nudo correctamente, Brianna empujó la escalera con rieles para comenzar a descender. Una vez en el suelo hubo un suspiro colectivo audible que la hizo sonrojarse y mirar hacia ambos hombres. Repentinamente consciente de haber estado usando pantalones y las faldas recogidas todo este tiempo en público.

Desde muy pequeña había estado usando los pantalones de sus hermanos porque ciertamente habían cosas que una mujer solo podía hacer usando pantalones como cabalgar a horcajadas, trepar un árbol o nadar adecuadamente. Subir escaleras y colgar de una viga era claramente una de esas, entonces había conseguido unos y se los había puesto.

Amar al vizconde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora