19. Lady Charlotte

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Lady Charlotte era despampanante, fue lo que pensó Brianna a la mañana siguiente, cuando muy temprano, un toque en la puerta de la habitación que le había asignado, la sobresaltó y al abrirla se encontró con ella elegantemente vestida y con el rostro lozano como si no hubiera pasado una noche terrible.

Brianna la había pasado. Ya estaba despierta al amanecer y caminando por la habitación con el corazón pesado en su pecho, había limpiado y recogido las sábanas de la enorme cama con dosel, se había puesto el vestido y lavado el rostro, había recogido y barrido la alfombra que le habían brindado para los mimados gatos y cuando ya no había nada por hacer se había arrodillado frente a la chimenea a ver las llamas arder, mientras acariciaba la cabeza del Voltaire que era el único que le había hecho compañía. Y así estaba cuando apareció Lady Charlotte.

Tenía los mismos ojos azules llenos de matices que Sebastián, pero más redondos rodeados de negras pestañas que los hacía más profundos, su cabello era dorado casi pálido pero sus cejas eran marrones y su rostro en forma de un delicado corazón que hacía que todo el conjunto de cosas bellas fuera espectacular. La fácil y cálida sonrisa que le dió al decirle los buenos días la llevaba de inalcanzable a cercanamente amigable.

— Milady...

— ¡No te atrevas! — ella gritó, se precipitó para agarrarla por un hombro y detenerla de la reverencia que trataba de hacer. Brianna la miró boquiabierta con sus ojos muy abiertos, Lady Charlotte sonrió de nuevo — Somos amigas, ¿eh? Ya lo dije ayer.

— No creo que sea tan fácil como solo decirlo.

— Cierto — ella terminó de entrar a la habitación y cerró la puerta tras de si, en un brazo traía un enorme montón de telas y prendas que puso en una silla cerca del biombo que había en una esquina — Discúlpame, a veces soy muy indiscreta y grosera. Debí preguntar antes porque perfectamente yo podría parecerte la persona más molesta e irritante del mundo que no quieres contar entre tus amigos. Sebastián te dirá eso en un mal día. Y no. No te culpo.

— No es eso, milady. Se lo juro, me parece encantadora en verdad, pero... hay ciertos niveles.

— ¿Niveles? ¿Que niveles?

— Niveles que dicen que alguien como usted no debería tratar con tanto aprecio a alguien como yo. Soy bastarda, milady. Que es peor según esos niveles.

— ¿Según quién? — Lady Charlotte ahora se veía enfadada, tenía esa manera de bajar las cejas y entrecerrar los ojos igual que Sebastián, además de enderezar toda su altura como si se prepara para meterse en una guerra sin cuartel... por ella — Dime un nombre y lo haré arrepentirse, y meterse esos horribles niveles por dónde...

— ¡Milady!

— Cierto. No debería hablar así — ella chasqueó y se sacudió la falda suavemente — Tengo modales propios de una dama, cierto. Pero cualquiera puede decirte que soy la más inconveniente de todas. La más rudimentaria y la más energética. Y estoy muy orgullosa de que cada parte de ello. Tu, mi querida Brianna, también me pareces encantadora y, lo que es es más, honesta. ¿Quieres ser mi amiga?

Brianna comenzó a sonreír, muy a su pesar.

— A penas nos conocemos de ayer.

— ¡Exactamente! Deberíamos conocernos más siendo amigas — ella se acercó para tomar sus manos y mirarla a los ojos, era más alta que Brianna y mayor pero Brianna nunca se había sentido tan cerca e igual a otra mujer como en ese momento, también sintió una tristeza muy profunda en sus ojos que hizo su corazón romperse un poco y querer saber que exactamente podía dañar esa fuerte mujer — Debo confesar que por mi personalidad calificada como arrolladora no tengo amigas, pero tú te ves lo suficiente firme para soportarme. ¿No es genial?

Amar al vizconde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora