25. Botones

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— Quédate aquí. Yo iré — anunció Sebastián.

Tardó alrededor de medio minuto en identificar que había dado un paso en falso y fallado estúpidamente, se volvió para mirar a Brianna y de nuevo recogió lo más suavemente su mano.

— Lo siento. Lo que trato de decir es que déjame hablar con él primero y saber que quiere antes de que lo veas tú. Confía en mí, no querrás conocerlo por primera vez sin estar preparada.

Ella miró por un largo instante su mano donde él la sostenía, parecía por un momento fascinada con el movimiento de sus dedos tocando sus nudillos, pero se sobresaltó y lo miró cuando se apartó. Sebastián identificó el ceño de terquedad que comenzaba a formarse en su rostro y su expresión amotinada, se dió cuenta con una dolorosa punzada en el pecho cuánto le hizo falta tenerla enfrente y descifrar cada parte de su personalidad, ser testigo de cada emoción incandescente de la que era presa o simplemente mirarla a consciencia.

— Brianna, por favor — trató de persuadirla — Lo conocerás, desde luego. Pero después, debemos saber su razón para aparecerse ahora.

— Exactamente esa es la cuestión. Escúchame tú — enderezó sus hombros y habló con seriedad, otro rasgo que las lecciones había perfeccionado era su afición por el idioma y la dicción. Sebastián no por primera vez se dió cuenta con orgullo de su elegancia.— He mentido. Esta mañana no fui a ver la fuente del parque.

— ¿No? — su madre elevó la voz.

— No.

Brianna se vió brevemente avergonzada, a pesar de su naturaleza independiente y terquedad mantenía un respeto por su madre y se sentía  avergonzada por desobedecer su guía. Sebastián suspiró.

— ¿Entonces a dónde fuiste?

— Fui a verlo. A Lord Houghton — respondió.

Sebastián maldijo en voz baja y como si esperara y justo por eso no hubiera dicho ni una sola palabra antes Brianna ni se inmutó, mientras que su madre que tenía los nervios de punta saltó.

— Ya lo conoces, entonces — dijo ella — ¿Que dijo? ¿Querrá llevarte?

— No — respondió Sebastián rotundamente.

Se la llevaría por encima de su cadáver frío y enterrado.

Pero ellas no le hicieron caso, tal vez porque él en realidad y habían dejado en claro hace poco, no tenía ningún derecho sobre ella.

— Será una pena que te vayas.

— Para mí también — admitió Brianna sonriendo a su madre y apretando su mano, ambas comenzando a avanzar por el pasillo y discutiendo como si Brianna planeara viajar tranquilamente y no arruinar su vida como lo veía Sebastián— Pero no estaré lejos, Amelia. Solo al otro lado de la plaza.

— Deberás visitarme todos los días, tenemos aún tantas cosas que hacer. Charlotte también te echara de menos horrores...

— Un momento — Sebastián corrió para ponerse frente a ellas y no caminaran más, aunque se sentía a un paso de perder el control respiró hondo y trató de verse sensato — ¿Cómo te recibió él?

Brianna junto sus manos frente a ella y lo miró con paciencia pero sus expresivos ojos no ocultaron correctamente la duda y vulnerabilidad en ella, Sebastián se aferró a esto.

— Él me dió la misma impresión que cuando lo conocí de niña — respondió.

Una respuesta inteligente porque eso podría significar tantas cosas sin llegar a mentir, lo que significaba que no quería decir la verdad. Sebastián dió un paso más cerca, no quería hacerle daño con sus palabras pero a veces solo quería sacudirla para que no fuera por caminos peligrosos.

Amar al vizconde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora