24. Escaleras

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— Hughes me dijo que estabas en la casa — con esto su madre lo despertó de la breve siesta que estaba tomando sentado, ella puso su mano en su espalda para frotarla en círculos — Me dijo que en realidad no te habías ido anoche.

Sebastián parpadeó y se enderezó de dónde estaba encorvado en las escaleras del vestíbulo, sintió un agudo tirón en un lado de su cuello y adormecidas sus piernas pero logró reunir la energía suficiente para sonreír a su madre.

— Buenos días, ¿como dormiste?

— Mejor que tú, mi niño — ella le acarició una mejilla.

Después de esas contundentes palabras la noche anterior, Brianna había dado la vuelta y subido a su habitación sin mirar ni una sola vez dónde él quedaba de pie con su mano alargada, su madre y Charlotte no habían dicho ni una sola palabras mientras él sentía como el hombre más idiota de la historia, el ardor de los celos seguía latente pero no valía la pena luego de verla llorando y herida. Sus pies lo había llevado a su estudio donde se permitió beber el cuarto trago de la noche pero incluso eso se sintió incorrecto por hacer, había deambulado por la habitación toda la noche hasta que el amanecer llegó y salió para sentarse en las mismas escaleras en que lo había dejado.

Al mirar alrededor el movimiento de doncellas que hacían todo lo posible para no mirarlo y la luz de media mañana que entraba con fuerza por las ventanas a ambos lados de la puerta y en la pasarela superior se dió cuenta de que se había quedado dormido en algún punto.

— Está es tu casa, hay una habitación aquí para ti — continuó con preocupación — Debiste dormir allí.

— Madre — Sebastián suspiró — Necesito disculparme con ella.

Ella sonrió con tristeza, de una manera que él la había visto hacer incontables veces en la vida cuando tenía un dolor propio pero aún así trataba de reconfortarlo. Ahora sentía su dolor como propio pero aún así trataba de ayudarlo.

— Lo sé. Fue una terrible noche para los dos.

— ¿Sabes dónde se está quedando Vissher?

Ella lo miró alarmada.

— ¿Por qué? ¿Piensas visitarlo? Querido... no creo que sea prudente.

— Si va a cortejar a Brianna debería disculparme con él por lo de ayer.

Aunque lo que realmente quisiera era sacarle todos los dientes de la boca a puñetazos para evitar que le sonriera de nuevo. Confiaba en que tendría la suficiente decencia para darle una disculpa medianamente sincera.

— Sebastián — dijo cautelosamente.

— Llevaría a Nate y Dremond conmigo para evitar cualquier incidente, madre.

Para que lo detuvieran si intentaba arrancarle la cabeza, pero eso no se lo diría a su madre.

Trataría de hacer lo correcto.

— ¿Crees que permitiendo que Lord Vissher la corteje y disculpandote todo estará solucionado? — preguntó su madre

— Si, por supuesto. A ella le gusta, me lo dijo. ¿No es cierto? — Sebastián se sintió solo un poco esperanzado.

¿Podría haber mentido solo por el calor del momento y realmente detestar al solitario conde?

Una mueca de pena estropeó su bonito rostro al responder.

— Es cierto, Sebastián. He visto sus ojos brillar cuando habla con él y por la manera en que él la mira te aseguro que la quiere como esposa— respondió con una disculpa al reconocer la agonía miserable en todo su rostro con eso último — Pero sabes que Brianna no es una mujer caprichosa y superficial que se pondría furiosa porque de todas las cosas, no le permiten ver a un hombre. Ella tiene mayores prioridades.

Amar al vizconde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora