- Debería irme.
- Deberías - él atrapó su mano y la detuvo. Mirándola con una intensidad que quitaba el aliento desde abajo dónde aún estaba en la tumbona, levantó su mano y la giró para depositar un beso en su palma. Brianna se estremeció - Pero no, todavía no te vayas por favor. Yo... lo siento tanto.
- ¿Por qué?
- Por todo, siento que he hecho tantas cosas mal últimamente.
Brianna no pudo apartarse de él, dejando que él recorriera toda su palma con su nariz dejando pequeños besos en las puntas de sus dedos, en las marcas en diagonal de su palma, en la base de su muñeca dónde era imposible que no notara cómo su pulso latía enloquecido. Ella tragó con fuerza y se balanceó hacia su toque, él subió de su muñeca por el interior de su brazo hasta un hueco de su codo con pequeños besos, mordiendo y después lamiendo la piel sensible. Ella se agarró a sus hombros con su otra mano cuando sintió que sus piernas fallaban y la acercó al espacio entre sus rodillas, pero él continuó con su tortura poniendo sus labios en su hombro dónde había tirado de la manga de su vestido hasta descubrir su clavícula, ante el primer beso con la boca abierta Brianna saltó y contuvo el aliento.
Sebastián se rió, un sonido bajo y grave que fluyó directamente sobre su piel.
- ¿Tienes cosquillas, mi amor?
Con él y su persistente toque se sentía sensible por todos lados, como si cada gota de sangre en su cuerpo latiera por debajo de su piel al ritmo de su toque, cuando él se movió más arriba y la inclinó mas abajo para besar profundamente la base de su cuello ella volvió a saltar y gemir débilmente. Él volvió a reír y paso sus manos por su cintura para acercarla estrechamente a la firmeza de su cuerpo, después se enderezó para besar brevemente sus labios aún sonriendo.
- Entonces si las tienes, ¿dónde más debería buscar?
- No te rías de mí, Sebastián.
- No me río de ti, cariño - besó la punta de su nariz suavemente - Jamás me atrevería.
Brianna sintió sus piernas desfallecer y se apoyó con sus dos manos en él, mientras que las manos de él se estrecharon más en sus caderas acercándola tanto que sintió cada uno de sus músculos clavados en su cuerpo. Debía estar soñando o delirando.
Él la estaba tocando y besando. Y ella se lo permitía
- Realmente debería irme, pero... - susurró con una voz agonizante, se estaba quedando sin aire - Quisiera... Solo una cosa antes.
Toda la gloriosa dureza de su ancho cuerpo se presionaba contra la suavidad de ella y rápidamente su aliento la embriagó hasta hacer que sus ojos se nublaran. Sacudiéndose lo que sentía eran los últimos vestigios de su voluntad se inclinó en el espacio que los separaba mientras arrastraba su mano de su hombro a la parte posterior de su cuello para tirar sus labios a los suyos. Él se tambaleó y por poco ambos caen por un lado de la tumbona, por un instante solo se tocaban los labios en perfecta inmovilidad pero rápidamente él correspondió a ella en el beso, primero abriendo sus labios con los suyos y cuando ella gimió y abrió su boca intuitivamente él respondió con un gruñido propio.
Sus manos se aferraron y parecía compartir el mismo ritmo en sus latidos.
- Brianna - dijo sobre su boca.
Su boca sabía suavemente al licor fuerte y escandaloso que debió beber temprano, también sabía al té que le había dado ella, pero también sabía a necesidad. A promesas ardientes que ella quería que hiciera realidad rápidamente. Sus manos amasaron su espalda y bajaron hasta quedar por encima de su trasero y llevarla hacia su regazo, dónde sus piernas se encajaron en un bulto inconfundible crecía en el frente de sus pantalones.
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Amar al vizconde
RomansaÉl cayó en una trampa por una doncella en apuros... De camino a un importante negocio para solucionar su problema actual Sebastian Walsh, el taciturno y libertino vizconde de Sutherland se encuentra con no sólo un par de problemas de transporte en...