✿Jewel✿

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La habitación era espaciosa y (T/N) tuvo que acostumbrarse.
Llevaban apenas dos días de casados ​​y su mundo parecía haber cambiado para bien y para mal.

Tanto mejor porque se había casado con Qin y se había enamorado de él por enésima vez, dándose cuenta de lo afortunada que podía ser de tener a su lado a alguien como él, que no había hecho nada más que hacerla feliz.

Peor aún porque no podía dejar de toser sangre y sentir que sus pulmones estallaban en llamas, como si realmente estuvieran ardiendo. Una sirvienta se había percatado de su malestar y había insistido en pedir ayuda a los sabios y a Qin, para que convocaran a los mejores médicos del reino.

Pero la (c/c) no había aceptado, asegurándole que era una simple gripe cuando estaba claro que algo andaba mal. Pero tenía miedo.
Sí, (T/N) estaba aterrorizada.

Y no que padeciera la ira de los dioses, porque estaba en la naturaleza del ser humano cometer pecados y él era consciente de ello. Perder a Qin y despedirse de él en cambio fue un desafío que nunca podría enfrentar de frente, y mucho menos ganar era prácticamente imposible.

Pero por eso no quería revelar su salud a nadie, porque tenía que pelear una batalla sola y aferrarse a la vida con todas sus fuerzas. Tenía que al menos intentarlo.

Cepillando su cabello con un esmerado cuidado que no le pertenecía, sintió su corazón dar un vuelco cuando escuchó la puerta abrirse, los pasos de Qin acercándose a ella con increíble elegancia.

Más que por sus pasos, su embriagador perfume había invadido sus fosas nasales y la había encantado, impidiéndole siquiera pensar racionalmente.
Qin olía a orquídeas y lotos, flores aparentemente muy delicadas que no le pertenecían, pero que en verdad representaban su esencia real.

Porque la orquídea, que tenía un olor dulzón, podía ser delicada e intensa en su esencia. La flor de loto desprendía un olor fresco y familiar a la nariz, un olor artificial que podía dejarte boquiabierto por lo alejada que estaba de los aromas de sus tierras, o de los jardines que solía visitar cuando los hermosos días soleados se lo permitían. Despertó sus sentidos y la hizo apreciar la vida en todas sus facetas.

Esas flores, particulares y originales en su belleza, supieron representarla adecuadamente.
Qin fue amable, honesto con su gente. Y en esas pocas horas que pasaron juntos, en la misma cama, él le había demostrado que era un esposo muy generoso.

Su perfume se dispersó en el aire y se adhirió a su ropa con cierta insistencia, como una droga. No los dejó escapar y rápidamente, (T/N) se fue dando cuenta que desperdiciar esa oportunidad pudo haber sido fatal para ella.

Qin era una joya preciosa que no podía romperse, demasiado perfecta para sostenerla en sus manos.

(T/N) se sintió abrazado por la espalda, vio un atisbo de su hermoso rostro desaparecer en el hueco de su cuello. No pudo evitar sonrojarse como una niña novata - en el fondo todavía lo estaba - pero no podía negar que con esos brazos rodeándola, se sentía realmente segura.

Quería quedarse así para siempre, que el tiempo se detuviera solo para darles el momento perfecto para amarse.

-Te has vuelto más romántico que de costumbre.  ¿Tanta devoción le debo a un motivo en particular?-

-Y tu estás más callada que de costumbre. ¿Paso algo?-

Golpeada  y hundida.

Eternal Torment  | QinxReader Donde viven las historias. Descúbrelo ahora