Mi primer turno de veinticuatro horas había sido revitalizador. Encontrar mi nombre en el casillero me devolvió un nuevo recuerdo: la emoción del primer día que llegué a la estación, mi primer contrato. Tenía un uniforme para mí con una placa en la que aparecía mi nombre y mi título. Mis compañeros me recibieron con mayor alegría que los días anteriores y, aunque las únicas llamadas que tuvimos fueron para bajar al gato de la señora Flowers de un árbol y una falsa alarma con un detector de humo, fue increíble. Me sentía más vivo que nunca, aunque eso no evitó que arrasase con el café que me dio Seungkwan antes de desaparecer para seguir con su trabajo.
—Bueno, bueno, ni la alegría te quita el mal despertar y tus necesidades matutinas —Rio Chan que volvía de hablar con Geraldine. A cambio le enseñé mi dedo medio—. Ese es mi chico —Se sentó a mi lado con otra taza de café—. ¿Cómo ha ido el primer día, teniente?
—Ha sido genial, me he sentido en casa.
—¿Por ir dando órdenes? —Le golpeé el hombro ante eso y se rio, pero su risa estaba más apagada que de costumbre.
—¿Estás bien? —Pregunté preocupado.
—Estupendamente —Me dijo antes de darme un beso en la mejilla y decirme que se iba a buscar hadas con uno de los nuevos.
No me cuestioné sus planes. Aprendías rápido a no hacerlo. Lo importante era que funcionaba y que sus pacientes se iban más contentos o acababan con un daddy ranchero viviendo con nosotros, aunque creo que eso solo es algo que puede ocurrirle a Seungcheol. Me quedé preocupado, sus palabras carecían de entusiasmo y su fuerza habitual, pero, si él no quería hablar, no iba a obligarle. Él sabía dónde podía encontrarme si me necesitase.
Tras fregar y guardar mi taza, subí a mi habitación para dejar mi mochila y vestirme más acorde con el rancho. No tenía ningún trabajo en el momento, así que mandé un mensaje a Julia para que supiese que podía llamarme si me necesitaba y fui en busca de Soonyoung. Kiara descansaba bajo la sombra de un árbol con Aristóteles que parecía incapaz de separarse de ellos. Era una escena muy tierna, oveja y perro esperando a su dueño que usaba el martillo con maestría. Podía observarle así todo el día. Recordaba cómo me gustaba apreciarle mientras trabajaba la madera, el único hobbie heredado de su padre que se permitía en aquel momento. En aquella época, pese a la pasión que sentía, no quería convertirlo en un trabajo, pero ahora...¿Habría cambiado de opinión?
—¿Vas a quedarte mirándome? Porque voy a tener que cobrarte entrada —Me dijo sacándome de mi ensoñación y llamando la atención de su padre.
—Jihoon, buenas —Me saludó el hombre dejando la tabla que llevaba en las manos—. ¿Cómo ha ido el primer día?
—Muy bien, ha sido como volver a casa —Le respondí con toda la sinceridad del mundo.
Todo lo que me estaba ocurriendo este año era como volver a casa después de estar perdido. Había recuperado un par de recuerdos sobre la mujer a la que le debo mi futuro, se trataban de imágenes fragmentadas y borrosas, pero eran suficientes para llorar. Lo demás no había vuelto, pero aquello era suficiente para saber a quién debía agradecer tanto. También había recuperado a Soonyoung, volvíamos a la camaradería que nos caracterizaba, pero iba más allá ahora que explorábamos otros caminos. Mi trabajo había vuelto, en un lugar que me había acogido sin saber quién era, y ahora mi familia había aumentado. El Valle era mi hogar, pero Soonyoung también. Pronto tendríamos que hablarlo, pero ahora me concentraría en el presente.
Abrió sus brazos y yo me refugié en ellos, disfrutando de su olor, madera y el dulzor de la vainilla en su perfume. Besó mi frente con cariño antes de separarse y juntar nuestros labios. Primero fue un breve roce, después lo profundizó, despacio, disfrutando de lo que habíamos echado de menos durante las veinticuatro horas de mi turno. Suspiré al volver a apoyarme en su pecho y me abrazó con más fuerza.
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Los hombres de El valle 2 - El militar y el olvido (Soonhoon) [+18]
RomanceSoonyoung ha tenido un secreto durante años, pero las circunstancias siempre le impiden confesarlo. Tres años después de una pesadilla tras otra y con una carga emocional sobre sus hombros por los efectos secundarios de su tiempo en el ejercito, enc...