Capítulo 18 - Woozi

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Los hombres gritaban a mi alrededor mientras observaba los barrotes que cerraban mi celda, afortunadamente privada. Me sentía avergonzado y humillado, también confundido. Había progresado en mi vida. Estaba recuperando mi confianza y había dejado de sentirme vacío, pero habían vuelto a darme un golpe ¿Quién me había acusado? ¿Quién quería destrozarme? ¿Quién me amenazaba?

Llegó la mañana sin que apenas hubiese pegado ojo. Había demasiado ruido, la luz estaba encendida y el frío colaba en mis huesos. Continuaba con el uniforme de teniente, un recuerdo de que tal vez no volvería a trabajar. Tal vez incluso acababa en la cárcel. Tenía fe en William, pero no confiaba en el culpable de todo aquello. Si había sido capaz de dañarnos y asesinar, ¿Qué no haría ahora que se sentía amenazado?

—Acompáñeme, señor Madison —Dijo un policía por mi celda con un hombre trajeado y con el pelo rapado.

Era musculoso y cuando giró el rostro sus ojos eran de un azul casi traslúcido a la luz. Me sonrió. Sus labios se curvaron con un gesto socarrón que me heló la sangre. Yo había visto aquel rostro. Conocía esa sonrisa. No era la primera vez que me la dirigían. Apreté con fuerza los barrotes notando como el miedo se apoderaba de mí.

—No te saldrás con la tuya —Me susurró y todo desapareció a mi alrededor volviéndose negro.

Podía oler el humo, escuchaba algo gotear, una tubería constante que taladraba mi mente. Me dolía la cabeza, mis manos estaban atrapadas en una tubería con unas cuerdas fuertes. Trataba de zafarme de allí al tiempo que chillaba y llamaba al resto de mis compañeros, pero era inútil, el comunicador no funcionaba y si miraba al suelo podía ver a Vlad sangrando, inconsciente. Mis lágrimas descendían descontroladas. No debería haber aceptado su proposición, no debería haberle escuchado y no debería haber dejado que Vlad lo encarase.

—No te saldrás con la tuya —Le dije furioso tirando con más fuerza de las esposas.

El culpable de la situación se volvió nítido, el recuerdo golpeándome con fuerza. Era la misma sonrisa, el mismo hombre. Su pelo estaba rapado también aquel día y sus ojos eran inconfundibles.

—Demasiado tarde, ya lo he hecho —En su mano movía un martillo que usábamos para forzar entradas y romper obstáculos, el mismo objeto con el que nos había golpeado a Vlad y a mí—. No deberías haberlo sabido, nunca tendrías que haberte enterado. Ahora no te puedo dejar ir o lo arruinarás todo —Miró hacia el suelo, hacia el cuerpo de nuestro compañero, de mi amigo—. Él por lo menos ya no va a hablar.

—¿Por qué lo haces?

—Ser bombero está bien, pero los empresarios pagan mejor para estafar a las aseguradoras. Además, es divertido —Agarró mi rostro y lo alzó para mirarme mejor—. Tú también era divertido, una pena, podríamos haber sido buenos juntos, una relación duradera.

La idea de haber continuado con él sin saber quién era realmente me repugnaba ¿De verdad habíamos salido juntos? ¿Me había saltado mi norma por él? Era un criminal. El miedo me atenazaba y todo empeoró cuando escuché que planeaba no dejar a ninguno libre, no podía fiarse de que Vlad o yo no hubiésemos usado nuestro intercomunicador cuando él no sabía aún que estábamos allí. Ya que cometía un error, no importaba que hubiese más. Dios, había salido con un asesino, con un maldito psicópata.

—Bueno, bueno, te vas a librar de que te haga daño, cariño —Me susurró con esa sonrisa socarrona que empezaba a odiar—. Dejaré que el fuego se ocupe, no puedo dañar esta cara bonita —Me dio un beso y yo tuve que reprimir el asco.

Me había quitado la ropa, dejándome solo con las prendas que tendíamos a llevar bajo el uniforme. No sabía que quería hacer con ellas, pero no podía dejar que se saliese con la suya. Luché contra las ataduras, pero no había forma de solventarlo. Los minutos pasaban y todo el tiempo era crítico. No podía morir, no cuando Soonyoung estaba ahí, solo, esperando a volver a casa conmigo. Cuando las cuerdas cedieron, todo comenzó a suceder muy rápido. Quería ayudar a Vlada, quería llevarlo fuera, pero una explosión me complicó la misión. Todo a mi alrededor tembló, señal de que solo había una forma de proceder: salir corriendo de allí. Fui gritando mientras avanzaba, llamando al resto de mis compañeros y rezando para que aquel no fuese nuestro final. Seguí avanzando, pese al calor que me recorría, el dolor en el cuerpo y el temblor de mis piernas.

Los demás hechos eran borrosos. No sé qué pasó después. Recuerdo un hombre que me instaba a usar su coche y huir de allí ¿Pero quién era? Recuerdo el horrible sonido del edificio al ceder, el olor a goma y carne quemada, el frío, el dolor... Pero no era capaz de lograr saber cómo había llegado al hospital. La necesidad de justicia y ver de nuevo a Soonyoung me mantuvieron con vida, me hicieron mantenerme en pie lo suficiente para llegar a salvo. Poco a poco fueron volviendo otros recuerdos: la llegada de Madison a la estación, sus numerosos avances y cómo acepté al final siguiendo las corazonadas de Vlad. ¿Cómo no supe ver quién era? ¿Cómo me dejé engañar de esa forma? El pánico y la vergüenza me invadía al mismo tiempo que llegaban más imágenes sobre mis amigos asesinados y cómo descubrí su plan: Vlad y yo tras la puerta oyéndole hablar con su cómplice.

—¡Abran la puerta inmediatamente! —Escuché a alguien gritar y pronto sentó unos brazos que me rodeaban—. Chico, te tengo, respira conmigo. Todo va a ir bien.

Conforme seguía las instrucciones iba recuperando el sentido de la realidad y regresaba al presente. No me podía creer que hubiese sido tan idiota. William me abrazaba con fuerza, los dos sentados en el suelo de la celda mientras los policías nos miraban sin saber qué hacer. Cuando el abogado se aseguró de que iba a estar bien se dedicó a regañar a quién le escuchaba. Su fiereza me hizo sonreír, sobre todo, al ver el respeto que le tenían en la comisaría. Nos dejaron reunirnos en privado y fue cuando le conté todo lo que había recordado. El abogado me indicó que no dijese nada pues tenía primer que ver si podíamos aprovechar esa información o podía hacer más daño que bien. Me pidió que le esperase y se marchó para hablar con el oficial al mando. Ordenó a la policía frente a la puerta que no dejase entrar a nadie hasta que él llegase y acabara de hablar con su cliente.

En cuanto se fue me llevé las manos al rostro y aproveché para llorar en silencio por todos a los que había perdido. Quería recordar, pero ahora que lo había hecho, todo dolía. Ahora ponía nombres, rostros y emociones a algunas imágenes borrosas. Ahora comprendía mis pesadillas y era todo mucho más horrible de lo que parecía. Me limpié las lágrimas cuando me sentí satisfecho y tomé una decisión: iba a acabar con Oscar Madison. Había jugado con la ley sagrada de un bombero y había arruinado la vida de buenas personas. No se jugaba con fuego, tampoco con Le Jihoon. Había sobrevivido por hacer justicia y me negaba a que hubiese un final diferente.

La puerta volvió a abrirse, pero no me encontré con William sino con mi peor pesadilla. Pese al miedo que volvía a surgir, sonreí. Me iba a dar la oportunidad del siglo. Soonyoung solía decir que era adicto al peligro y que me arriesgaba más de la cuenta, pero hasta este momento no me había dado cuenta de lo mucho que tenía razón. Sin embargo, todo el riesgo merecería la pena.

—Hola, Oscar —Le saludé y borré esa sonrisa socarrona que tanto odiaba.

NOTAS: 

Por lo que estoy viendo, al final se me va a quedar un poco más corta, un capítulo nada más menos. En lugar de 22 serán 21 si sigue según lo planeado. Todo viene siendo por culpa de William y Junsoon que me han complicado un poco que meter en el final, pero lo importante es que se viene lo bueno ¡Llega el final!

Los hombres de El valle 2 - El militar y el olvido (Soonhoon) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora