6. Mañanas

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TW: Al-Haitham x Kaveh

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Al-Haitham dormía con la boca entreabierta y un libro en su pecho cuando Kaveh se dejó caer a su lado, sacudiendo todo el sofá y estando muy orgulloso de ello.

—¡Ughrr!

—El sofá no es para dormir, ¿Sabes?

Haitham gruñó más, volteó hacia el otro lado y enterró su cabeza debajo de un cojín.

—Te odio— voz áspera aún dormida y ojos cerrados con fuerza. Que adorable.

—No es cierto, como a la media docena de besos dejó de ser cierto, ¿Que vas a desayunar?— Kaveh sonrió con los ojos en blanco y acarició el cabello gris y suave como plumas del hombre que le daba la espalda.

Era más un placer personal, tocarlo y peinarlo, que una caricia para el contrario. O al menos eso se decía Kaveh en lugar de admitir que tenía una enorme obsesión con los sonidos de satisfacción que Al-Haitham soltaba cuando le arañaba el cuero cabelludo.

—Mn

—Levantate del sofá.

—No quiero ir a trabajar.

—Nunca quieres ir a trabajar.

—Ugh

—Deja de hacer esos ruidos, pareces una criatura salvaje.

Al-Haitham se volteó y casi de inmediato su brazo rodeó la cintura ajena. Le sonrió amplio, y esa era tal vez la unica sonrisa que Al-Haitham le daría al mundo en todo el día. El cabello le tapaba casi los dos ojos por completo y Kaveh rió por eso, acomodándolo con movimientos suaves y un beso en la frente.

—Quiero ser un flotihongo— Haitham habló intentando quitar la camisa de Kaveh de dentro de sus pantalones.

—¿Ah sí?— Kaveh le hablaba como a un niño pequeño.

Su compañero de cuarto era la persona más difícil de tratar por las mañana que había conocido. Hoy era un día tranquilo, pero Al-haitham solía patalear, negarse a desayunar, enterrarse debajo de las sábanas, y por esto, llegar tarde al trabajo casi todos los días. A nadie le importaba, así que mucho menos a él.

Al-Haitham le acarició la piel de las caderas, pellizco y dejó su mano posada descansando sobre su estómago caliente y palido. En otros tiempos, el toque hubiera sido desesperante, volviendolo rojo y nervioso, pero Kaveh mentiría si no dijera que ya se había acostumbrado gradualmente al hecho de que Al-Haitham solía tocarlo sin otras intenciones, lo que era raro al principio, pero estaba bien con eso ahora.

Okey, sigue siendo un poco raro.

Los dedos de Al-haitham jugaban con un lunar familiar junto a su ombligo cuando Kaveh intentó levantarse. La presión de la mano contraria se tensó.

—No, no hagas eso— el menor regañó.

—¿¡Y quién te va a preparar el desayuno?!

—Puedo preparar mi desayuno.

—¡No! ¡Dejas mi cocina hecha un desastre!

—¡Es literalmente mi condenada casa!

Kaveh se levantó de un saltó y ninguna mano pudo impedirlo, se paró frente al sofá y se cruzó de brazos enfadado. Moviendo un pie contra la alfombra a un ritmo nervioso. Sacudió la cabeza para intentar peinarse y vio la sonrisa coqueta y suave de su horrible novio.

Volátil cómo esporas fungicas, que difícil.

—Tengo que ir al bazar, y trabajar el resto del día. No puedo estar contigo si no vas a la academia hoy— habló el rubio y Al-haitham se incorporó, sentandose en el sofá.

—¿Quieres dinero?

Kaveh parpadeó. ¿Qué?

—¿Mn? Si, ¿Vas a darme? ¿Qué debo hacer?— extendió la mano como un niño esperando un dulce y Haitham negó con la cabeza divertido.

—Para el bazar, idiota.

—¡No me llames así! ¡Te entendí, estoy jugando! Voy a comprar comida, ¿Quieres algo? ¿Por qué dormiste en el sofá hoy?— hablaba y hablaba mientras veía al peliplateado acomodar los cojines y mantas— Tienes una maldita cama... Estas llegando tarde... Deformas los cojines con tu trasero, ¿Sabes?

—¡Cierra la boca ya, Kaveh!— Al-Haitham se tapó las orejas con las manos y cerró los ojos.

Lucia exagerado y aniñado, si, pero no tener sus audífonos para bloquear el sonido y haberse acabado de despertar era una mala combinación. No toleraria escuchar una palabra más proveniente de la boca ajena.

—Okey, okey— Kaveh susurró.

Levantó las manos en señal de inocencia y comenzó a retirarse hacia la cocina mientras metía de nuevo su camisa en sus pantalones. Al-Haitham lo miró irse sin disimulos. Arcontes, él amaba a esa enorme molestia, y amaba despertarse así a pesar de todo y la forma en la que el cabello rubio se mueve mientras camina, y su cintura diminuta se marca con su cinturón rojo. Las hebillas desordenadas de su cabello y el tintineo de los accesorios en su ropa.

—¡Voy a cortarte fruta para llevar!... ¡No tienes tiempo para desayunar, eres un maldito vago!

Kaveh gritaba desde la cocina para toda la casa, mientras Haitham asentía con la barbilla sostenida en una mano y los ojos brillando enamorados.

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