Han pasado cuatro meses desde que Luna y sus hermanos llegaron a Gig Habor. Este pequeño pueblo le ha traído alegrías y penas, ha sufrido mucho pero ha sido recompensada con buenos amigos y un amor puro y verdadero que lo puede todo... O quizá no. U...
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En mitad del entrenamiento el director llama al entrenador y se marchan los dos juntos de vuelta al recinto. Nosotros seguimos haciendo los ejercicios pero disimuladamente nos acercamos para poder hablar.
— ¿De verdad no sabes nada? — Le pregunto a Alan intentando sonsacar información.
— No. Yo también estoy intranquilo, pensé que hoy mi madre nos diría algo pero por lo que dice Justin la reunión se ha alargado. Espero que mañana podamos reunirnos con ella.
Justin y yo nos miramos. Alan tiene esa típica cara que pone la gente cuando miente.
— Sabemos que nos estás mintiendo. Cuéntanos lo que sepas — le ruega Justin.
— A ver, no sé mucho. El entrenador ha presentado cargos así que las cosas se están poniendo difíciles para Luke. Mi madre quiere involucrarnos lo menos posible pero al final tendremos que ir a declarar, cree que las únicas que se van a librar serán Anna y Katy. El resto no tendremos esa suerte.
— Al menos ellas podrán estar tranquilas — suspiro.
— Eso cree mi madre, no sabe si al final será verdad. También me ha advertido que no cojamos llamadas de números que no conocemos, esto os lo iba a decir ella pero ya os advierto yo. El abogado de Luke sabe que tiene todas las de perder y va a jugar sucio, así que no se lo vamos a poner tan fácil — sentencia Alan. — Ojalá Katy y Anna puedan librarse de verdad.
— Eso espero, porque lo están pasando mal — dice Justin. — Anna está nerviosa porque no quería que le salpicara nada de esto, ni si quiera viene a este instituto y ha cruzado dos palabras con Luke. No quiere verse envuelta en este lío.
— Katy y Luna están igual. Mi hermana evita el tema y Luna está acojonada.
— Creo que tienen miedo de meter la pata y que Luke salga libre, ¿no creéis? Si eso pasara sabéis de sobra que vendría a por todos nosotros — aclara Alan.
— Eso no va a pasar. Confío en tu madre — digo intentando tranquilizarles. — Veréis como todo saldrá bien.
El entrenador vuelve y al terminar los ejercicios jugamos un partido para practicar las jugadas nuevas.
El entrenamiento finaliza y esperamos a que nuestros compañeros se marchen al vestuario para acercarnos al entrenador.
— ¿Cómo se encuentra, señor? — Pregunta Justin.
— Bien chicos, ¿vosotros cómo estáis?
— Pues bien, supongo. El tema del juicio nos tiene de los nervios — confieso.
— Ya me imagino.
— Usted... — Empieza Alan pero el entrenador le corta.
— Lo siento chicos, pero no puedo hablar de este tema, me lo ha prohibido mi abogado.
