Han pasado cuatro meses desde que Luna y sus hermanos llegaron a Gig Habor. Este pequeño pueblo le ha traído alegrías y penas, ha sufrido mucho pero ha sido recompensada con buenos amigos y un amor puro y verdadero que lo puede todo... O quizá no. U...
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— Eran guapas las chicas de anoche, ¿verdad? — Pregunto refiriéndome a las chicas con las que hablaban mis cuñados.
— Sí — responde Luna secamente.
— Venga escúpelo.
— ¿Crees que mis hermanos están interesados en ellas? — Pregunta con una mirada que no logro descifrar.
— No lo sé. A lo mejor deberías preguntárselo.
— No — responde de inmediato. — No es asunto mío, no quiero meterme donde no me llaman.
— ¿Tan malo sería que tus hermanos hicieran su vida? — Pregunto y al instante me arrepiento, no era ese tono el que quería usar. — Perdona nena — digo sentándome a su lado — no quería que sonara de esa forma.
— No te preocupes, en el fondo está bien dicho. No sería malo que ellos hicieran su vida, es más, deseo que hagan su vida, que formen su familia, pero... — no digo nada y espero a que continúe — pero me da miedo que la hagan lejos de mí.
— No tiene por qué pasar eso, pequeña — intento tranquilizarla pero me interrumpe.
— Piénsalo. Esas chicas no sé si serán españolas o no, pero están aquí, en Madrid. ¿Y si mis hermanos quieren venirse aquí a vivir con ellas?
— Luna, sabes que tus hermanos no se vendrían aquí a vivir a la primera de cambio. Además, su sede central está en Estados Unidos.
— Pueden cambiarla en cualquier momento, ellos son sus propios jefes — comenta algo enfadada, creo que más consigo misma que con la situación.
— No adelantes acontecimientos, no sabes quiénes son. A lo mejor son sólo trabajadoras de la empresa, a lo mejor ellas van a llevar el local de Madrid y por eso estaban con tus hermanos.
Me mira y no está nada convencida, ni yo mismo lo estoy. Yo también vi la mirada de sus hermanos, brillaba con luz propia cuando esas chicas se acercaron a hablar con ellos y algo me dice que ya se conocían de antes. Lo que quiere decir, que si se han conocido en otra parte del mundo y han venido hasta aquí, pueden seguirles donde quiera que vayan.
— Bueno, pase lo que pase, antes tengo que darles yo el visto bueno, como hicieron ellos contigo.
— ¿Ellos me dieron el visto bueno? — Pregunto divertido.
— Claro — responde Luna y sonríe. — ¿No recuerdas aquella noche que trajiste a casa las patatas con bacon? ¡Por dios si fue un interrogatorio en toda regla!
— ¿De verdad? No me había dado cuenta, tus hermanos fueron tan discretos que no lo parecía — me río y ella se ríe conmigo.
— Qué vergüenza pasé ese día. En serio creí que iban a espantarte. ¡Menuda bronca les eché cuando te fuiste!