Ocho

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         Estiro mi cuerpo con parsimonia, siento como duele cada músculo de mi cuerpo, cada hueso, pero a su vez me siento muy descansada, ¿hace cuánto no era capaz de dormir con tanta paz? Aún sin abrir mis ojos giro en la cómoda cama, inspiro co...

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         Estiro mi cuerpo con parsimonia, siento como duele cada músculo de mi cuerpo, cada hueso, pero a su vez me siento muy descansada, ¿hace cuánto no era capaz de dormir con tanta paz? Aún sin abrir mis ojos giro en la cómoda cama, inspiro con fuerzas y frunzo mi ceño, me siento rápidamente en la cama y abro mis ojos para mirar a mí alrededor, esta no es mi habitación, este no es el castillo. Los sucesos del día anterior comienzan a llegar a mi cabeza, recuerdo la batalla, mi padre y hermano muertos, yo en un calabozo y al final yo en esta habitación. Suspiro, estoy a salvo, aunque una enorme angustia se aloja en mi pecho.

Soledad, ese asqueroso sentimiento hoy parece estar abriendo un agujero en mi alma. Hace mucho tiempo me siento sola, desde la muerte de mi madre, pero hoy ese sentimiento es inmenso, me ahoga. Mi padre y mi hermano están muertos, ya no tengo más familia, y como si eso fuera poco, estoy en una manada de lobos, lejos de mi clan, lejos de mi gente. Y no nos olvidemos de mi Tua, a él no le intereso en lo más mínimo.

Tiro de mi pelo con frustración y miro nuevamente a mi alrededor, ¿qué se supone que tenga que hacer ahora? Miro hacia la ventana y veo que es un nuevo día, no sé cuánto dormí, pero estimo que fue mucho, me siento débil y tengo un gran agujero en mi estómago, tengo sed, mucha sed. Me paro con lentitud de la cama y sonrío al notar unas flores en un mueble, me acerco a ellas y las huelo, estoy segura que las debe haber traído la Luna de la manada o Aila, tengo mucho que agradecerles.

Me acerco a la ventana para ver para afuera, recuerdo de no tocar nada, sé que no puedo tocarla por la verbena, pero quiero al menos mirar para afuera. Veo pasar a los lobos de un lado hacia otro, supongo que no son solo lobos, deben quedar algunos brujos aún y también deben quedar lobos de otras manadas. Todos van y vienen, manteniendo un ritmo, siguiendo con su vida, y me alegra demasiado que mi padre no se haya podido salir con la suya.

Siento un golpecito en la puerta, me giro rápidamente y espero a que se abra, allí se encuentran mis dos ángeles salvadores, Aila y Aitana, les sonrío, pero enseguida llevo una de mis manos a mi nariz, el aroma de Aitana es demasiado dulce por estar embarazada y yo estoy demasiado hambrienta, no entiendo como puedo olerla si el Beta me dijo que acá mis sentidos desarrollados de vampiro no funcionan.

-Sácala de acá – le pido a Aila, ambas se quedan estáticas en la puerta sin moverse, yo me quedo en mi lugar, lo más alejada posible de ellas dos y sin respirar – Sácala de acá, tengo sed y su sangre huele demasiado bien por estar embarazada – explico.

-Aitana espera afuera, enseguida te voy a buscar – le dice Aila y no duda en empujarla hacia afuera y cerrar la puerta – Veníamos a traerte sangre – me dice mientras me tiende una botella y un vaso.

-Gracias – le digo y le arrebato la botella con desesperación, enseguida comienzo a beber de la botella misma, sin molestarme en usar el vaso. Siento como mi ardiente garganta va calmándose, como comienza a circular esa sangre en mi sistema y como mi sed se aplaca. Cuando termino toda la botella suspiro.

Una Vampiresa para el DeltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora