Veinticinco

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         El primer día en el clan está llegando a su fin y yo estoy realmente agotado, pasamos varias horas encerrados en el despacho que ahora pertenece a Arinka, mientras Rose y el imbécil la ponían al tanto de todo lo que había pasado

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         El primer día en el clan está llegando a su fin y yo estoy realmente agotado, pasamos varias horas encerrados en el despacho que ahora pertenece a Arinka, mientras Rose y el imbécil la ponían al tanto de todo lo que había pasado. Cuando damos por terminada la reunión, Ari me lleva a su dormitorio dónde me están esperando dos deliciosas hamburguesas con papas fritas, le agradezco con un rápido beso y comienzo a devorar esas hamburguesas, no me había dado cuenta del hambre que tenía hasta que sentí ese delicioso aroma.

Ari ríe y entra al baño, escucho cómo abre la ducha y sonrío, imaginando su delicioso cuerpo. Apuro en tragar el resto de mi cena y corro hacia el baño mientras voy desnudándome.

-¿Me haces un lugarcito? – Ari se gira a mirarme y me sonríe asintiendo con su cabeza, yo no dudo en meterme con ella y abrazarla, dejando mi nariz en su cuello, sintiendo su delicioso aroma con mayor intensidad.

Ella me rodea con sus brazos y apoya su cabeza en mi pecho, siento toda la tensión en su cuerpo y sé lo agotada que está por esa reunión. Me separo suavemente de ella y tomo el shampoo, pongo un poco en una de mis manos y comienzo a lavarle el largo cabello a mi pelirroja, ella suspira y se deja mimar, es la primera vez que nos duchamos juntos.

-Esas manos son la gloria – susurra extasiada y yo río.

-Me lo has dicho en circunstancias muy diferentes a esta – ambos reímos y ella golpea mi abdomen. Hago que se coloque debajo del agua y la ayudo a aclarar el cabello, para después tomar la esponja, ponerle un poco de jabón y comenzar a lavar con delicadeza cada parte de su cuerpo.

-Otto – murmura mientras lavo su espalda, diferente a lo que tenía en mente, todo este baño se ha tratado de mimarla y nada sexual

-Dime pequeña.

-Quiero que empieces a ignorar a Román – yo bufo, ¿en serio va a arruinar este hermoso momento hablando del imbécil? Ella se gira y me toma las mejillas para que pueda mirarla – Sé que te irrita su presencia, a mí también me irritaría, pero necesito que se lleven medianamente bien, o al menos que no haya tanta tensión entre ustedes. Vamos a pasar mucho tiempo juntos los tres.

-No soy el único – gruño como niño encaprichado, ella me sonríe de forma dulce y asiente con su cabeza.

-Lo sé lobito, también hablaré con él, pero necesito que colabores, ¿puedes hacer eso por mí? – la miro por unos segundos, sabiendo que ya perdí esta batalla, ¿cómo le podría negar algo si me lo pide de esa forma?

-Bien – suspiro.

-Ahora dame esa esponja, es mi turno de mimarte – la sonrisa brillante que me dedica me tiene rendido a sus pies.

Cuando al otro día me despierto noto tres cosas, la primera es que Arinka no está en la habitación, la segunda es que me siento completamente descansado y la tercera es un delicioso olor a tocino. Me levanto de la cama y después de ir al baño, me dirijo hasta donde proviene ese delicioso aroma, levanto la tapa y me encuentro con huevos revueltos, tocino, tostadas y un café, después de devorar mi desayuno decido salir de la habitación.

Una Vampiresa para el DeltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora