CAPÍTULO 5

610 76 2
                                    

El sábado inevitablemente había llegado, colmando de ansiedad el frágil humor de Katsuki.

Desde aquella noche de ver a Izuku en el bar, su concentración había decaído al máximo. Dejando toda la carga de trabajo en manos de Eijiro y Mina.

-Bro, ¿que rayos te sucede? Tu jamás habías dejado que alguien más hiciera las sesiones. ¿Tienes problemas con Shoto? ¿Te duele algo?

Katsuki miraba con el ceño fruncido por la gran ventana de cristal en su oficina.

-No pasa nada, idiota. Solo estoy cansado y tú con tus preguntas estúpidas de todos los días no me dejas siquiera respirar.

Kirishima entornaba los ojos pues sabía que cuánto más hostil se comportaba Bakugou, era porque peor estaba. Le recordaba lo insoportable que había estado cuando recién el innombrable se había ido.

-Digo, las sesiones han salido geniales gracias por preguntar. Es sólo que me preocupas, te ves agotado y eso no es normal. Te la pasas encerrado en tu casa o aquí, en la oficina…

El pelirrojo rodeó el escritorio y poniendo una mano en su hombro le habló a la cara.

-Recuerda que soy tu amigo y que siempre estoy aquí.

Katsuki desvió la mirada dudando por un segundo si era buena idea decirle, pero siendo su amigo tan malditamente insistente de seguro no le dejaría ir hasta matarlo de tantas preguntas de nuevo.

-Bien. Ya déjame.

Cerrando su laptop, se levantó de su elegante silla y tomó su saco para salir.

-Hey, ¿a dónde vas?

-Tengo… tengo una reunión.

Kirishima frunció el ceño.

-¿Tú?, ¿acaso ese no es mi trabajo? ¿irás tú, y en sábado? No estarás engañando a…

Bakugou le apuntó con un dedo  haciéndolo callar.

-Mierda, deja de hablar estupideces. Si ya no hay más que hacer, cierra junto a Mina y lárguense.

-Bien. Lo que tú digas, jefe.

Teniendo aún dos horas de sobra, Katsuki ya manejaba sin esforzarse en recordar el camino a aquel lugar que tenía más que grabado en la memoria.

Tan solo esperaba que Deku fuera solo, pues no sabría lidiar con una extra que no tenía nada que ver en su ciudad, en su parque, ni en sus recuerdos.

Al llegar y estacionar, trató de contrarrestar el nerviosismo con un cigarrillo, pero por más que buscó en sus bolsillos y dentro del auto no pudo encontrar ninguno. Frustrado con su mala suerte, comenzó a caminar pateando pequeñas piedras en su camino.

Mientras más se adentraba, sentía como si retrocediera en el tiempo y volviera a tener quince, dieciséis años. Le gustaba que el lugar seguía siendo solitario y silencioso.

¿Por qué jamás había regresado después de tanto tiempo?

Al llegar a esos árboles dónde Izuku le había pedido que lo besara, Bakugou se detuvo dirigiendo su mirada a la copa de las altísimas arboledas mientras cerraba los ojos y se dejan envolver por el sonido de las hojas chocando entre si. Sin darse cuenta de que alguien lo miraba desde hacía un rato.

En medio de una lluvia de flores y luz de media tarde, Katsuki lucía hermoso. Tan efímero y eterno a la vez que Izuku tuvo que esconderse detrás de un inmenso tronco para no salir corriendo a lanzarse a sus brazos y pedirle desaparecer para siempre.
Con una mano retenía los sollozos de su llanto incontrolable. No quería que Bakugou lo viera de esa manera, se suponía que era un reencuentro de dos viejos amigos, ¿no?

Además, siempre estaba ese flagelo mental con el que Izuku se castigaba y era recordarse que no tenía derecho a sufrir por Kacchan, que él era quien se había ido, él lo había dejado atrás. No tenía derecho a nada. Así que, con paso lento caminó de vuelta a la banca donde Katsuki había arrojado a sus pies la ridícula promesa de esperarle.

Después de un rato y de espaldas al camino, el pecoso escuchó el tronar inconfundible de las hojas y ramas secas al ser pisadas. Se acercaba hacia él. Lo sentía. Podía percibir ese aroma a madera e incienso del perfume de Katsuki. Su inmensa presencia se palpaba en su propia piel causándole escalofríos. Cómo respuesta al sonido que cada vez se hacía más fuerte, los vellos de su cuerpo se erizaron en modo de advertencia, de que una vez que viera de nuevo aquellos ojos rojos…

Su respiración se volvió profunda a medida que sentía la mirada pesada de Bakugou clavada en la espalda. Estaba totalmente paralizado, como un pequeño conejo siendo acechado por una peligrosa serpiente. Apretó los párpados con fuerza totalmente indefenso.

-Hola, nerd.

Los ojos de Midoriya se abrieron al máximo, se tomó un par de segundos para llenar su cerebro de aquel tono áspero y sensual de Katsuki, liberando ahora sí la catarsis de sus sentimientos.

Todo a su alrededor comenzó a dar marcha atrás, como una película. El sonido de las flores al elevarse con el viento era exactamente el mismo de antes, como los de una tarde cualquiera de hace diez años y ellos estuvieran teniendo tan solo otra cita. El tiempo donde para amarse bastaba solo con llegar a ese lugar.

-Kacch…

Katsuki notó como los hombros de Midoriya comenzaban a temblar.

Este maldito…

-Oye, idiota, no tienes porque llorar.

El rostro de Izuku se volteó hacia Bakugou con los ojos brillantes arrasados de lágrimas.

-Kacchan, ya volví.

-Bienvenido a casa, Deku.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La Piel del CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora