CAPÍTULO 21

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-¡Katsubro! ¿Cómo que te vas? ¡La boda es en 2 horas!

Eijiro tenía la mirada perdida mientras Mina le sacudía de un brazo para hacerlo reaccionar.

-Ustedes par de tontos son capaces de llevarlo a cabo. Se llevarán toda la plata, lo prometo.

-Pero… pero ¿qué pasó? ¿Estás bien?

-Lo estaré. Yo solo… no puedo más.

Kirishima supo por el tono bajo y tranquilo en la voz de su mejor amigo que de verdad no podía soportar estar ahí y pudo adivinar el motivo. Katsuki nunca le pedía nada a nadie, debía estar realmente mal.

-No te preocupes por nada, amigo. Me haré cargo de todo, y tú has lo que sea mejor para ti. Te vemos en un par de días.

-Dile adiós a Mina. Y Eiji… gracias.

El zumbido en los oídos de Katsuki se negó a desaparecer hasta que aterrizó de vuelta en casa.

Algunos días después de estar encerrado en su habitación saliendo solamente para comer y ducharse, se decidió a ir al estudio. No podía seguir lamiendo sus heridas porque el ya no era ese tipo de persona. Claro que su pecho dolía y el corazón quemaba tanto que había momentos en lo que creía que moriría. Pero nada más.

Negándose a cualquier tipo de contacto con el mundo del exterior, tomó el desayuno de nuevo sin mirar el periódico que se acumulaba en su buzón. No tenía televisor y en su laptop solo revisaba el correo electrónico. No quería ver la primicia que de seguro circulaba en los medios locales de comunicación.

Justo cuando estaba por tomar las llaves de su auto para tratar de regresar a su vida normal, tocaron a su puerta.

Seguramente era su secretario para asegurarse que no estuviera muerto y roído por las ratas.

-Estoy vivo, Hanta, ya estaba por …

La genuina cara de asombro de Katsuki cuando abrió la puerta fue una delicia. Esperaría hasta al mismísimo papá Noel pero nunca a quien le miraba con furia y estampaba una sonora bofetada en su cara.

-¡Maldigo el día en que alenté a Izuku a venir a buscarte! ¡Te maldigo a ti, Katsuki Bakugou por ser el dueño de todo lo que amo!

Ochaco Uraraka lucía unas ojeras que llegaban hasta sus mejillas y los ojos tan hinchados que era un milagro que pudiera ver un metro más allá de ella.

Cuando volvía a alzar el puño, Katsuki la detuvo en el aire con semblante sombrío.

Diez minutos más tarde, la castaña tenía entre sus manos una taza de café mientras miraba con extrema atención una pequeña grieta en la pared de la cocina.

-¿Dónde está Izuku?

Katsuki decidió romper el silencio al ver que la chica parecía no tener planes de hacerlo.

-Yo no lo sé. Creí que tal vez estaría aquí contigo.

Su voz rota parecía de ultratumba.

-¿Cómo no vas a saber en donde está tu jodido esposo?

Uraraka lo miró con una expresión tan extraña y siniestra que Bakugou sintió un escalofrío en la columna, parecía la maldita loca de la película de El Exorcista.

-¿No lo supiste? No hubo boda, Izuku canceló todo 30 minutos antes y todo gracias a ti. Lo sé todo gracias a Shoto.

El asombro hizo abrir de más los ojos rojizos de Katsuki.

-Lo siento, yo en verdad no quise que esto pasara.

Una genuina carcajada pareció cimbrar toda la casa.

-No me vengas con esas putas idioteces, Katsuki. Tu único objetivo fue desestabilizar a Izuku con sus estúpidos recuerdos infantiles. Estábamos tan bien antes de que el volviera a este maldito país…

-Pues si hubieran estando tan bien nada habría hecho cambiar la decisión del nerd de querer casarse contigo. Aunque, he de confesarte que si él me lo hubiera pedido, me habría largado al maldito fin del mundo a su lado.

Uraraka deseaba tanto golpear de nuevo su cara…

-Fue tal cual como lo dijo Sho. Al parecer tienen algo único, tan arraigado y enfermizo que solo un par de imbéciles como ustedes  negaron durante tanto tiempo.

Era verdad.

Izuku y él lo supieron desde su tierna infancia. El invisible hilo rojo que unía sus vidas era largo, lleno de nudos y estaba tan enredado por el mundo que a veces se perdía de vista; pero definitivamente ahí estaba. Él pertenecía a ese estúpido desde que se nombraron Deku y Kacchan.

-Bueno, ¿y que haces aquí? ¿Viniste a buscarlo?

-No. Solo sé que Zuzu tomó un avión y pensé que tal vez había venido aquí. Vine a verte a ti, no me podía quedar con las ganas de golpearte tan siquiera una vez.

-Ya lo has hecho y estaba por salir así que ya te puedes largar.

Una sonrisa al fin sincera suavizó un poco la expresión de Uraraka.

-Ambos lo perdimos, ¿no es así? Que te jodan, fotógrafo.

Lo que Ochaco pudo agradecer de todo lo que sucedió fue haberse ahorrado el sufrimiento de estar casada con un hombre que no la iba a amar como ella se merecía.





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