CAPÍTULO 4

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-¿Izuku?

-¿Ah?

-¿Estás bien, cariño? ¿Quieres que nos vayamos?

Izuku había quedado completamente ajeno a su alrededor, ni siquiera el alcohol o los constantes toques de Ochaco le habían hecho olvidar esa sensación de haberse perdido de algo importante.

-No, está bien. Solo estoy cansado.

La mañana siguiente, el pecoso visitó la tumba de su madre para limpiarla y poner algunas flores. Con pesar se dio cuenta de que nadie en mucho tiempo lo había hecho, ni siquiera esos amigos y colegas que en su momento fueron tan fieles a ella. Aunque ni que decir de él, que estaba haciéndolo después de tantos años.

-Hola, mamá. Estoy a punto de ser el cirujano más importante de los Estados Unidos gracias a la beca que Toshinori consiguió para mí. ¿Recuerdas al señor Yagi? Ese que siempre estuvo enamorado de ti... ha sido mi mentor desde que me llevó con él. Aunque lejos de ti, de casa y de... todo, ha sido muy difícil.

El chico se sentó frente a la lápida cruzando sus piernas. Tenía tanto que contarle a su madre...

-Quería presentarte a Ochaco. Lamenta no haber venido. Ella es grandiosa, ¿sabes? A hecho tanto por mí y es tan buena chica...

Izuku sonrió triste. Le gustaba la vida que había llevado hasta ese día pues estaba logrando lo que había deseado. Pero ahora, al estar en casa, su corazón le obligaba a reconocer que a pesar del éxito que tenía en la vida, había algo que no lograba llenar del todo sus días de plenitud. Pensaba en el pasado, en los días de escuela, de tardes interminables recostado sobre el pasto tomado tímidamente de la mano con Katsuki y la cámara retratando momentos de esos días de verano que ya no iban a volver.

Si pienso en ti siento que ésta vida no es justa.

-Mamá, ¿recuerdas a Kacchan, el hijo de tía Mitsuki? ¿Aquel que siempre estaba conmigo desde preescolar y que a veces se quedaba a dormir en casa o a estudiar? Hay algo que jamás pude decirte sobre él. Temía decepcionarte y aunque estoy seguro que me apoyarías cómo siempre lo hiciste, nunca pude decirte que realmente yo lo amaba. Dios, lo amaba tanto.

Avergonzado tapó su cara con ambas manos, puesto que jamás había confesado hacía otra persona sus sentimientos por Bakugou.

-¿Y sabes que es lo mejor? Que el me amaba también, todo el tiempo estuvo a mi lado sosteniéndome cuando me sentía tan solo después de que te fueras. Y después de tanto tiempo nunca deje de quererlo, incluso después de irme del país, cada noche rogaba porque fuera a buscarme o me volvía loco por comprar un boleto de avión y regresar a su lado. Pero pensaba en ti. En lo que tú siempre quisiste lograr y que yo estaba tan cerca de conseguir. Tú me ayudaste a seguir, madre. A no abandonar tu... nuestro sueño.

Izuku suspiró hondo mirando hacía la nada hasta que un recuerdo le sacudió violentamente la memoria.

¿Cómo pudo olvidar algo así durante tantos años?

Kacchan!

-¿Ahora que quieres, nerd?

Izuku tomó la mano de Katsuki arrastrándolo bajo el árbol de cerezos en ese lugar.

-Kacchan, escúchame bien. Tienes que besarme justo aquí y ahora, bajo este árbol.

-¿Ah? ¿Por qué tendría que hacer eso?

El puchero en los labios del pecoso le hicieron desviar la mirada a Bakugou antes de que se atreviera a decir algo malditamente cursi.

-Porque es romántico. Y, porque si algún día no estamos juntos, quisiera que siempre al ver éstas flores y éste árbol, recordaras lo mucho que me amaste y lo inmensamente que yo te amo a ti.

En ese momento, Katsuki creyó imposible el separarse de Deku algún día.

-Lo haré solo porque yo quiero y no porque me lo estés pidiendo, ¿lo entiendes, verdad?

Izuku solo pudo reír con ironía.

-Claro, claro. Anda, bésame como si el mundo se derrumbara bajo nuestros pies.

-Estúpidamente ridículo y cursi.

Katsuki tomó con inmensa devoción entre sus manos las mejillas de Izuku y uniendo sus frentes cerraron los ojos sintiendo como las flores de cerezo caían sobre ellos. Bakugou besó a Izuku y, a opinión de éste último, aquella tarde le dio el mejor y más romántico beso que jamás le hubiera dado hasta entonces.

Definitivamente ese día había marcado un antes y un después para los dos. Tenían dieciséis años, pero bajo aquel árbol, sintieron que habían vivido muchísimas otras vidas juntos.

-Te amo, Kacchan.

-Te amo, maldito cabeza de arbusto andante.

Sin darse cuenta, Midoriya lloraba desconsolado. Abrazó las rodillas contra su pecho siendo consciente por primera vez en diez años de lo mucho que había necesitado de Katsuki todo ese tiempo.

Ahora tenía miedo, un pánico terrible por tener que verse otra vez en ese lugar donde nació su amor, en el que se habían confesado, donde tuvieron su primer beso, en el que el corazón de ambos se había hecho pedazos y todo había terminado.

Con el dorso de su manga limpió su rostro mojado, sonriendo con los labios, más no con la mirada.

-De seguro Kacchan es feliz con alguien, ¿verdad? Y yo estoy a punto de...

Su voz susurrante murió sin poder terminar. Ya no estaba tan seguro de ser capaz de pedirle nada, tal como decía ese e-mail que se había atrevido a enviar después de cientos de intentos y días y noches de dudas. Uraraka no entendía porque debía ser él e Izuku no trató de explicarle demasiado, solo le dijo que era, tal vez, simple nostalgia.

-No importa ya, sé que seré feliz con ella. Y daré lo mejor de mi para que así sea.
Seguiré preparándome y estudiando para que estés orgullosa. Seguiré cumpliendo tu sueño y... el de Ochaco también.

Izuku Midoriya era capaz de todo por hacer feliz a las personas que amaba, al menos eso creyó hasta ese día.

Levantándose de un salto para sacudir sus pantalones, el pecoso hizo una reverencia a la tumba de su madre.


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