20. Un retorno y una partida parte 1

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[Nota del autor: En esta historia Enid y Merlina tienen 18 años.]

La oficina tenía grandes ventanas y por entre las cortinas se filtraba la luz que desataba una pugna con las sombras. Los pisos eran oliváceos y pulidos, al igual que el escritorio. Sobre el mismo se encontraban dos cuervos de aspecto tétrico con las alas desplegadas y un búho de ojos grandes e inquisitivos. La iluminación que daban el par de candelabros era amarillenta y débil como si proviniera de velas oscilantes.

Las paredes estaban tapizadas con paneles de madera mate que absorbían la luz y daban al espacio un aire solemne y lúgubre, como el odio silencioso de las sombras. Ni la chimenea encendida, la cual tenía la forma de una cabeza de gorgona decapitada, lograba vencer los tonos oscuros que enfatizaban la atmósfera tenebrosa.

Sobre esta penumbra presidía la Directora Larissa Weems. Imponía el orden sobre cada estudiante y docente. El sonido chirriante de la puerta abriéndose, sin previo aviso, hizo que la directora Weems apartara la vista de la pantalla de su laptop y la dirigiera hacía la puerta con el corazón escondido detrás de las sombras. El sheriff se quitó el sombrero y se acercó a una de las sillas forradas de cuero negro, como la noche, donde se sentó. Sus labios resecos chasquearon antes de empezar a hablar.

—Parece que fue un suicidio, pero tenemos que esperar a la autopsia. Necesito ver las grabaciones de sus cámaras —dijo el sheriff Glapin, con un rostro grave y preocupado mientras miraba fijamente a la Directora Weems.

La directora Weems respondió con firmeza, su voz tan tensa como sus manos apretadas sobre el escritorio de caoba, finamente pulido.

—La junta directiva nunca ha estado a favor de alterar nuestra institución y por ello no tenemos un sistema de cámaras —dijo mientras su mirada permanecía inmutable frente al sheriff Glapin.

—Espera que crea que una escuela privada como esta no cuenta con un sistema de vigilancia —respondió el sheriff con ira creciente mientras se levantaba de un salto y golpeaba con las palmas el escritorio, haciendo que las alas de los cuervos y el espeluznante búho se agitaran como si intentaran escapar de un nido amenazado.

—Cálmese, lo que le digo es la verdad. Si quiere, podemos hablarle al alcalde para que se lo confirme —replicó la directora Weems con una mirada desafiante. Sus guantes cubrían como un sudario las manos que habrían podido arañar o estrangular de no ser contenidas.

—Donovan, tenemos una situación urgente —interrumpió Kevin después de tocar la puerta con impaciencia.

—Estoy en un interrogatorio, lo que sea puede esperar —respondió el sheriff Glapin con furia contenida, sin apartar la mirada oscura y amenazante de la directora Weems.

—Hay algo que puede comprometer los testimonios de los alumnos —adujo Kevin.

—Pasa —concedió el sheriff después de unos segundos de silencio tenso.

Kevin abrió la puerta e hizo pasar a Divina y Bianca al interior.

—¿Qué hacen ellas aquí?—preguntó el sheriff, con un tono cargado de amenaza latente.

—Díganle lo que me preguntaron —ordenó Kevin.—Sólo preguntamos por Merlina—contestó Biancacon los brazos cruzados mientras suspiraba.

—¿Y por que preguntaron? —quiso saber el sheriff, su mirada oscura fija en las pupilas azuladas de la muchacha.—Enid me mando un mensaje para saber si Merlina estaba con nuestro grupo, parecía preocupada por que nadie sabía nada de ella—contestó Divina .

—No les habían quitado los celulares —aclaró Kevin ante la mirada irritada del sheriff—. Eso ya esta solucionado.

—Le dijeron a alguien más de la escuela o pusieron un twitter.

—Se dice tweet— corrigió Divina pero se calló al sentir el peso de la mirada del sheriff.

—No le hemos dicho a nadie y no hemos publicado nada—aclaró Bianca.

El sheriff resopló y se paso los dedos con furia por el pelo.

—¿Por esto me interrumpiste?

—No, hay algo más Donovan, pero es algo delicado —agregó el oficial.

—Sheriff o jefe. No me llames por mi nombre, de acuerdo Kevin — aclaró en tono grave el sheriff.

—Sí, jefe —dijo Kevin mientras hacía un saludo militar.

La oficina se quedó en silencio después de que el sheriff y su ayudante se retiraran.

—Bianca, Divina, tomen asiento —dijo la directora Weems y señaló con sus manos las dos sillas que se encontraban frente a su escritorio.

Las chicas se sentaron y se les notaba incomodas.

—¿Cómo están? —preguntó Larissa con una media sonrisa.

—¿Qué está pasando? —preguntó directamente Bianca.

—Es una investigación en curso, no les puedo contar nada —respondió Larissa—¿Qué es lo que saben?

Divina miró a Bianca y esta asintió con la cabeza.

—Bianca y yo creemos que alguien nos hizo dormir —dijo con preocupación—. Es algo que hacían mis padres, usaban su canto para hacerme dormir cuando yo no quería. Cuando despiertas te sientes rara, no se cómo definirlo.

—Eso sólo se puede hacer cuando una sirena es muy joven. Después de que aprendes a cantar deja de tener efecto —agregó Bianca.

—¿Alguien más se ha dado cuenta? —preguntó la directora Weems.

—No, fuimos las únicas, creí que no era nada, pero Divina sintió lo mismo —respondió Bianca.

—No creó que sea necesario que los normies se enteren de eso. Seguramente no es nada. Después de todo no existe ningún ser que pueda manipular a una sirena ¿verdad?

—La directora tiene razón Bianca, no existe nadie que pueda manipularnos —afirmó Divina.

—Supongo que eso es cierto —respondió Bianca sin mucha convicción—. ¿Podemos retirarnos?.

—No, tendrán que esperar a que regrese el ayudante del sheriff.

Divina miró al infinito y se mordió la yema del dedo pulgar de su mano derecha. Permaneció en silencio, tratando de procesar todo lo que había pasado.

—Yoko vio que sacaron algo del patio —finalmente comentó Divina—. Me dijo que olía a muerte, era un cadáver ¿Estamos en peligro?— preguntó con preocupación.

—Confíen en mí, dentro de estas paredes todos los excluidos están seguros. Cooperen con el sheriff, después de todo nunca hemos tenido nada que ocultar.

—¿Dónde está Merlina? ¿le paso algo? —preguntó Divina, quien estaba alterada por lo misterioso de la situación.

Las chicas sentían el peso de la incertidumbre y el misterio que envolvía la situación. La oficina seguía sumida en la penumbra, con los cuervos y el búho observándolas desde el escritorio. La luz de los candelabros seguía siendo amarillenta y débil, como si se resistiera a iluminar los secretos que se escondían en las sombras de la institución. La directora Weems suspiró y se recostó en su silla.

🔞 Merlina: Qué está noche sea una sinfonía...(Wenclair) 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora