Capítulo 24: Destino I

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Isabela  

Por fin llegamos al lugar “misterioso” después de un viaje donde estuvimos hablando de puras cosas sin sentido y cantado una canción a todo pulmón de Bruno Mars. Lo cierto era que durante el camino mis nervios habían disminuido bastante, pero no podía negar que aún sentía un pequeño nudo en mi estómago.

Cuando Jayden aparcó frente a una casa apagó el motor del carro y me dedicó una sonrisa torcida, nerviosa.

-Te ayudo ahora. – no entendí a qué se refería hasta que salió del carro y lo rodeó para abrirme la puerta. – Ahora sí. – y me tendió una mano para ayudarme a salir.

Ese gesto me descolocó un poco, pero me recompuse rápidamente y acepté su mano para salir del auto. Luego de haber salido y estar a su lado él soltó mi mano, dejando un frío en ella, y cerró el carro tocando un botón en su llave.

- ¿Dónde estamos? - me miró de reojo con la sonrisa de un niño pequeño.

-En mi casa.

Efectivamente, había una casa muy bonita color blanca frente a nosotros, pero que por la oscuridad de la noche no podía apreciar bien. Era una casa grande de dos pisos, se podía notar que había una escalera adentro que conducía a el piso de arriba. Mientras nos íbamos acercando pude distinguir un hermoso y simple jardín delantero.

- ¿Son tuyas?

- ¿Mías? No, ¿estás locas? Son de mi madre. Está obsesionada con poner plantas en todas partes, esas de ahí – señaló con la cabeza las flores que estaba viendo. – son unas dalias, creo, no sé, deberías preguntárselo a ella.

-Ya veo. – asentí todavía mirando la casa. -Es una casa muy preciosa.

-Gracias, supongo. Aunque adentro se ve mucho mejor. – noté el tono que usó con lo que dijo y mi mirada se dirigió a la suya. Sus ojos ocultaban una extraña expresión que no pude distinguir.

-Vamos. - me tendió la mano.

- ¿Adentro?

-Solo confía en mí. – me lo pensé un momento mirando su mano y la casa, la mano y la casa, bueno qué se puede perder a estas alturas.

Ehh, la virg…

EL PUNTO ES que después de darle unos segundos de crisis al pobre Jayden acepté su mano entrelazando nuestros dedos.

-Bien, llévame.

-Sígueme.

Él me empezó a halar hacia la casa y por un momento pensé que me iba a llevar a la puerta de roble con vidrio que había en su entrada, pero me equivoqué y cambió el rumbo a una pequeña puerta que había en el lado izquierdo de la casa. Era una puerta de madera color blanca como la casa, pero no tan fina y costosa como la de la entrada. Jayden abrió el portón fácilmente, pero se detuvo y se giró hacia mí.

-Que...

-Shhh, tápate los ojos.

No, definitivamente no iba a entrar a una casa desconocida con este chico buenazo con los ojos tapados, ni, aunque me pagaran mil dólares.

– Tápatelos, por favor.

Bueno, si me lo pide así…

Él no esperó a que yo le respondiera o que me los tápara, soltó nuestras manos y se colocó lentamente a mis espaldas. Podía sentir cómo su pecho subía y baja detrás de mí y cómo su respiración movía unos cuantos pelos de mi cabeza enviándome vibraciones por toda mi columna vertebral.

Se inclinó un poco hacia mí para hablarme al oído para que solo yo lo escuchara, aunque no había nadie más ahí.

-Te ves preciosa hoy. – su voz salió de sus labios en un tono grueso y sexy y al hablar rozó sus labios en mi oreja. Luego subió lentamente sus manos alrededor de mí y me tomó el cabello, que llevaba suelto, para ponérmelo para atrás. – Voy a taparte los ojos y te voy a decir por dónde caminar, ¿está bien? - su voz era lenta y ronca.

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