- ¡Muy bien, Langa! ¡No esperaba menos de tí! - Ainosuke, el padrino de Langa, corrió a abrazarlo cuando lo vio entrar por la puerta.
- Gracias..., supongo - correspondió el abrazo de maka gana.
- ¡Mucha gente pagó por ver el espectáculo! ¡Tienes talento! - lo agarró por los hombros haciendo un poco de fuerza mientras lo miraba sonriendo maliciosamente. Langa apartaba la mirada para evitar verlo a la cara - no me decepciones - puso su boca cerca del oído de Langa para después besar su cuello.
Ainosuke subió las escaleras para subir a su cuarto dejando a Langa sólo en la entrada, este solo cayó de rodillas al suelo intentando no llorar. Ainosuke solo lo utilizaba, jamás sintió algo por él, solo lo quería por su físico y para ganar dinero. A Langa no le gustaba tocar el violín, a su madre le gustaba mucho tocarlo y por eso le traía malos recuerdos, solo podía recordar a su madre tumbada en esa camilla, tosiendo y luchando contra su enfermedad.
Subió a su cuarto evitando hacer ruido, ya era tarde y todos los sirvientes de Ainosuke estarían durmiendo. Se quitó el traje que tanto lo molestaba y se puso algo cómodo. Ya echado en la cama solo podía recordar a ese pelirrojo con el que había hablado, le pareció lindo y muy amable, las demás personas que se acercaban a él solo era por su físico, pero aquel chico... el era diferente a los demás. Sonreía pensando en él, ese chico lo había tratado bien y lo había halagado por como tocaba el violín, no por su físico o cualquier otra cosa, eso lo había hecho feliz, le alegraba saber que todavía había personas que no se fijaban solo en el aspecto de una persona.
Se acomodó bien y se durmió sin quitar la sonrisa de su rostro, ¿cómo dijo que se llamaba, Reki, verdad?
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Ya era por la mañana, me daba mucha pereza levantarme, por más que gritara mi madre no me iba a levantar.
- ¡Reki! ¿¡Me estás escuchando!? - escuchaba gritar desde la cocina, mamá gritaba mucho, se escuchaba fuerte cuando ella estaba en el primer piso y yo en el segundo.
- ¡Si! ¡Ya voy! - al final me rendí.
Bajé corriendo para que no se quejara más y me senté en la mesa junto a mis hermanas.
- Hasta que bajas, hijo - me sirvió el desayuno suspirando, ignoré lo que dijo y comencé a comer.
- Déjalo, seguro estaba soñando con el violinista de ayer - mi hermana me sonrió.
- ¡Koyomi! - grité.
- ¡No se habla con comida en la boca! ¡Primero tragar y luego hablar! - respondió mi madre dándome un pequeño golpe en la cabeza, lo que hizo que yo me quejara y mis hermanas se rieran de mí.
- ¿Y que si soñé con el? Su música era genial - hice un puchero sintiendo como mis mejillas se calentaban.
- Uyyy, a Reki le gusta alguien - se burló.
- ¿¡Que!? ¡No me gusta! - me sonrojé más.
Toda se rieron y yo bajé mi mirada intentando tapar mi cara.