- ¡Ah! - Langa se sentó en la cama al despertarse, estaba dudando y varias lágrimas recorrían sus mejillas. Había tenido una pesadilla, por alguna razón últimamente siempre tenía el mismo sueño. Su madre, tumbada en una camilla y todos los doctores al rededor de, con las máquinas a los lados haciendo sonidos. Solo escuchaba murmullos de los doctores y como su madre tosía y tosía. El sueño siempre termina igual, el siempre se giraba y se encontraba con la maldita cara de Ainosuke, mirando a su madre mientras sonreía y luego se giraba para mirarlo a él sin quitar su sonrisa de la cara, en ese momento siempre se despertaba.
Se giró para mirar la hora, las cuatro de la mañana, salió de su cuarto temblando y suspirando para ir a la cocina a por un vaso de agua. Cuando llegó y agarró el vaso una voz lo sorprendió.
- ¿Que haces aquí a esta hora? -.
- ¡Mierda! - el vaso se le cayó provocando que se rompiera en innumerables trozos - ¡Me sorprendiste, Tadashi! -.
- Lo siento, no era mi intención - agarró una escoba y un recogedor para barrer los trozos del vaso.
- Vine por un vaso de agua, ¿tu por qué estás aquí a estas horas? - preguntó observando como recogía todos los trocitos que había por el suelo.
- No podía dormir, ahora reza para que Ainosuke no se haya despertado y venga a matarnos con sus propias manos - tiró los trozos a la basura y puso la escoba y el recogedor en su sitio, seguido de eso agarró otro vaso y le echó agua para dárselo a Langa.
- Gracias - aceptó con gusto y se lo llevó a la boca. Tadashi se quedó mirando como bebía el agua.
- ¿Otra vez el mismo sueño? - preguntó sin quitar la mirada del rostro de Langa. Al principio no hubo respuesta.
- Si... - contestó finalmente. Tadashi era al único que le había contado sobre ese sueño.
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Salí de mi casa montado en mi skate después de despedirme de mi madre y mis hermanas. Tuve que salir a comprar algo que mamá me encaró. Luego de el incómodo desayuno que tuve con ellas, que no paraban de sonreírme y preguntarme sobre Langa, salí para ir al supermercado.
Me puse a la cola después de comprar todo lo que me encargaron. Más tarde llegó mi turno, puse todo encima del mostrador esperando a que la señora, que en ningún momento miró a nadie ni lo saludó, pasara todo para poder pagar.
- Serían veintitrés - no despegó la mirada de la caja, pagué todo y salí mirando el ticket.
Pasé por un paso de cebra, aún sin dejar de mirar el ticket, cuando me di cuenta un coche venía a gran velocidad hacia mí.
No tuve tiempo de reaccionar, solo recuerdo como impactaba contra mí y me alejaba unos metros. Lo último que recuerdo ver es un señor acercándose a mí, después de eso mis ojos se cerraron.
