Capítulo 3

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Cuando salí de la oficina, tomé un taxi a hurtadillas del idiota de mi ex y me dirigí al bar de siempre. No me caía mal un par de tragos, había sido un día muy duro, pero más que todo. Necesitaba despejar un poco la mente y prepararme para lo que se avecinaba.

—¿Lo mismo de siempre, agente? —Me pregunta Cedric, un bombón de piel morena que siempre me atiende en la barra del bar que está a la vuelta de mi casa.

Asiento con la cabeza y enseguida me sirve un poco de Whisky en las rocas y una rebanada de limón. Le doy mi primer trago y de inmediato se me abre la garganta y pide por más. Hoy no quiero pensar, después de este día, el ataque que tuve con Duncan y enterarme que pude haber perdido a mi mejor amigo, me bastaba para merecerme un par de tragos.

— ¿Un día difícil? —Levanto la mirada y veo que Cedric limpia la barra con una franela que desprende un olor a limón.

—Más bien largo—Le hago señal de que llene el vaso de nuevo—Pero también difícil.

—He tenido día de esos, ¿Sabe lo que me ayuda?

Siempre entabla una conversación, de hecho es agradable conversar con él mientras me emborracho. Solamente una vez estuve tan topada que tuvo que llevarme él mismo a mi casa, fue ahí cuando se dio cuenta a qué me dedicaba.

—¿Si te digo que sí, prometes que dejarás de tratarme de usted de una vez por todas?

Me enseña un par de dientes perfectos y blancos y asiente con la cabeza.

—Cuando he tenido un día largo y difícil, lo que hago es cantar.

—¿Cantar?

—Sí—Parece divertirle mi cara—Me gusta cantar, y el otro día la escuché que cantaba mientras la... te llevaba a tu casa, y no cantas mal. De hecho lo haces muy bien.

Era lo que mi padre me decía. Los clásicos eran mis favoritos, pero sobre todo le gustaba escucharme cantar los grandes éxitos de Mariah Carey, Etta Jones, Katie Melua, Adele, Amy Winehouse. Pero sobre todo de Carey. Decía que mi voz era la perfecta combinación de ella y de una diosa clásica del Blues, así era mi padre de adulador.

—Gracias, Cedric—Levanto mi vaso y doy por cerrada la noche de copas—Lo tomaré en cuenta. No vas a necesitar llevarme a mi casa de nuevo, pondré en práctica tu consejo.

Le guiño un ojo y le doy una buena propina antes de salir.

Camino por la avenida Georgia, ya no me deleito viendo los alrededores, parece mentira que ahora no signifique mucho para mí. Solamente me limito a ver la punta de mis zapatos que ahora mismo están matándome. Antes veía cada árbol, cada rostro, cada sonido llamaba mi atención. Parece que ahora cada ruido y movimiento extraño es mi enemigo.

Echo mucho de menos a la loca de mi hermana y también a mi madre, aunque ésta última no volvió a ser la misma después de la muerte de mi padre. No la juzgo, fue el amor de su vida, aunque la cruda verdad viniera después para mí.

Se escondió bajo la placa de mi padre, ella sabía o sospechaba a lo que se dedicaba él y a lo que me dedico yo. Pero para ellas soy una simple periodista amateur que nunca ha querido salir en la televisión.

La CIA me ha permitido ser un fantasma hasta con mi propia familia. Y así debe de ser, perder a otro miembro de mi familia no sería lo mismo.

Yo no sería la misma.

Mi hermana es una de las personas favoritas en mi vida. Su vida ha sido vivir, más no caer, ni siquiera la muerte de mi padre la detuvo por un momento. Es una de las juezas más respetadas de Washington y aunque también su trabajo requiera de cuidarse la espalda. Tengo mi propia seguridad vigilándola día y noche.

La Profesional (libro 1) (Ya en físico y audiolibro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora