Capítulo 33 (Rebelión)

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Noche de disculpas formales.

¿Disculparse por qué?

Para Chenle era una ridiculez, completa, él no tenía por qué pedir perdón a personas que ni siquiera lastimó y que tampoco les interesaba lo que había hecho. Pero, para su padre era como un requerimiento.

"Dando disculpas públicas" era la única forma de mantener a su padre tranquilo y feliz. Chenle aceptó todo tipo de reprensión que su familia decidiera darle, el no salir de su habitación, el no tener contacto con otro ser humano, los estrictos horarios de comida... Chenle se sentía como un perro. Pero si no hubiera aceptado, su padre habría acabado con vidas inocentes.

Chenle continuó peinando su cabello rebelde hacia atrás, aplicando crema para que se mantuviera en su lugar. Hacía juego perfecto con el fino traje negro que llevaba puesto.

— Estoy tan asqueado de todo esto — dijo a sí mismo, contemplando las bolsas violetas que tenía bajo sus ojos.

Estar dos meses dentro de su habitación, inmóvil por la fractura y la prisión domiciliaria inventada por sus padres, había sido sofocante al punto de la locura. Chenle respiró hondo y sacó el tubo corrector para ojeras, de su tocador. Al abrir la gaveta sus ojos capturaron un frasco viejo casi vacío de analgésicos, que ni siquiera sabía que estaban ahí.

Chenle observó a las dos mucamas por el reflejo del espejo y cerró la gaveta con extremo cuidado. Luego adoptó una posición erguida y elocuente.

— Hoy es día de gozo señoritas — comentó elevando la voz para que lo escucharán, sus manos desenroscaban tapón del tubo — Espero comer lo suficiente para saciar el hombre de una semana.

Chenle rió. En serio estaba perdiendo la cabeza, pero... quién no lo estaría en su situación, si pasaba las veinticuatro horas del día encerrado en las mismas cuatro paredes bajo fuerza, no es como si fuera su voluntad propia. Sobre todo si se le privaba de comer como una persona normal; ya que por el momento tenía derecho únicamente a un plato de comida al día. Agregando el factor de la incertidumbre, porque no sabía qué carajos había pasado allá afuera luego que terminó en el hospital.

Las mujeres no rieron, solo se observaron entre sí, preocupadas por la sanidad mental del chico. Chenle cortó su risa de inmediato y puso una expresión seria, casi asesina.

— Era broma, ¿Sabe qué? ni siquiera tengo hambre.

La comida le daba asco, solo quería dormir y permanecer en su cama.

Aplicó la sustancia con sus dedos, observando con atención su apariencia en el reflejo del espejo. Su piel sin vida y la falta de relleno en sus mejillas le daban una apariencia enfermiza, sin mencionar las enormes ojeras, resultado de noches seguidas sin poder conciliar el sueño.

— ¿Necesita algo más joven Zhong? — preguntó una de las mujeres que le habían ayudado a cambiarse.

— No, pueden retirarse. Digan a mi padre que bajaré en un momento.

Las dos mujeres que estaban paradas al costado de su cama hicieron una reverencia antes de salir con una gentileza extrema.

Chenle ajustó su oído y espero.

Al escuchar el suave sonido del picaporte, el chico agarró desesperadamente el frasco y se tomó las últimas cinco pastillas, una seguida de la otra, sin ningún tipo de ayuda como el agua. Una vez terminada la acción colocó ambos codos sobre el tocador y con las manos se despeinó sin querer.

— Ya, son los últimos que quedaban. No más — habló solo, chocó su frente contra la madera del mueble — Son solo analgésicos ¿No son malos verdad?

CONTRAST (Markhyuck)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora