De pastelitos y escritorios de cien años

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Había una ardilla observándome desde la ventana. Sus enormes ojos negros me miraban sin perderse un solo detalle de lo que estaba haciendo con mis manos; siguiendo mis movimientos cada vez yo arrancaba uno de los extremos de mi pastelito de mora azul con relleno de frambuesa y lo masticaba lentamente.

Mientras tanto, Evelyn hiperventilaba en el suelo, gritando ordenes a través de su celular.

—¡Dije lila, no rosa pálido! —gritó encolerizada. Jaló con una mano su usual y ordenada trenza y comenzó a desenredarse el cabello, liberándolo para cayera en capas sobre su espalda —. ¡Idiota! No, las otras flores se colocan en el... —me miró de reojo, susurrando el resto de la frase para que yo no escuchara ningún detalle de la decoración.

Me había prohibido mirar el lugar en donde se celebraría la boda y no quiso revelar una sola pista de lo que me esperaba una vez allí. Pedía mi opinión en cuanto a colores y gustos en general, pero la verdad era que mi participación en la preparación de la boda había sido nula (no que me molestara, sinceramente, yo era un asco tratando de organizarme).

Ahora había una mujer de aspecto regio tomando las medidas de mi cuerpo semi desnudo, asegurándose de disimular muy bien mis cinco, casi seis, meses de embarazo en mi traje de novio.

Tenía una cinta métrica en el brazo, midiendo desde mi codo hasta mi cuello, desde mi cuello hasta mi cintura, y de allí a mis tobillos; sacando medidas de todo lo que pudiera.

Mis pies dolían por mantenerme tanto tiempo de pie, pero, según la mujer, faltaba poco para terminar. Di otra mordida a mi delicioso pastelito, viendo a la ardilla cuando se acercó aun más hacia la ventana, ladeando su cabeza y tratando de transmitirme algún mensaje secreto para que le compartiera de mi comida.

Bufé en silencio y continué siendo testigo del ataque de pánico que tenía Evelyn, viendo cómo maldecía y lanzaba por el aire una insana cantidad de tarjetas con pintura y telas de muestra, descargando su ira contra el pobre sujeto al otro lado de la línea telefónica.

Finalmente gruñó y colgó la llamada, contando hasta diez para serenarse antes de mirar la habitación entera.

—¡Mañana es la boda, gente! —gritó a todas las personas que estábamos reunidas a su alrededor (que esencialmente eran: mi mamá, Barcode, la diseñadora que había sido contratada a última hora, y una desconcertada Nicole que aplicaba algún producto a las cicatrices y quemaduras de su cara)—. Todas conocen su misión en este día: Bible no puede, por ningún motivo, mirar a Build. Mucho menos puede hacerlo estando Build en su traje; quiero un día entero sin contacto entre ambos.

Los tres asintieron seriamente; hasta la pequeña Nicole en su vestidito verde, a juego con sus ojos. Todos parecían bastante compenetradas con el papel de ser mis vigilantes.

—Build —Evelyn pronunció mi nombre como si fuera una advertencia—: nada de escaparte para estar con él. Estás bastante ocupado por este día... Y aún nos falta encontrar lo nuevo y lo azul para completar las tradiciones.

Me fulminó con la mirada, retándome a llevarle la contraria. Rodé los ojos mientras sumergía otro pedacito del pastelillo a mi boca.

—No es como si no pudiera mantener las manos fuera de Bible —murmuré aún con la boca llena—, pasamos meses distanciados, no habrá problema con que no nos veamos por un día.

Me encogí de hombros, aunque extrañamente comencé a echarlo de menos. Si estuviera en la habitación con nosotros, seguramente ya hubiera soltado alguna broma que le causaría más espasmos a mi corazón idiotamente enamorado.

La ardilla, que antes vagabundeaba cerca de la ventana, ahora estaba en el alfeizar, olisqueando en dirección al vidrio, como si tratara de hallarse un hueco para entrar. Evelyn notó que miraba al animal con atención, y al verlo ella misma también, corrió a espantarlo.

2. Forbidden To Obsess Over Bible Sumettikul ||BibleBuild||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora