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Elías la sostenía de la cintura, guiándola. Justina tenía los ojos vendados. Iba dando pasitos con miedo de caerse, tenía puesto los tacos altísimos y el vestido que él le había regalado.

Para festejar el cierre de la campaña en la que estaban trabajando, Elías Bustos llevó a Justina a Paris, tenía planeada una sorpresa para la morocha, así que le mandó temprano la ropa para la cita, y se subieron juntos a un avión.

Ahora estaban en la terraza que él había alquilado para cenar, con una vista preciosa de la torre Eiffel, pero ella no lo supo hasta que el productor le sacó la venda de los ojos.

-¿Quéeee? –exclama ella, sorprendida. –Es hermoso esto. –pronuncia volteándose a verlo, y aunque obviamente sabía que era él, Justina se había pasado todo el camino fantaseando que eran otras manos las que estaban en su cintura.

-¿Te gusta, hermosa? –el mayor le sonríe, dejándole un besito en el cachete. –es todo para nosotros.

-Me encanta. –sonríe. – Gracias.

Se sentaron a cenar. La comida llegó en porciones chiquitísimas pero era todo muy rico. Tomaron vino, y sobre el final de la noche, los mozos les limpiaron la mesa y dejaron unas masitas que Justina no sabía qué eran, parecían facturas chiquititas, además había frutillas con chocolate, y dos copas de cristal que pronto se llenaron de Champagne. Elías contaba una historia, y los dos estaban tentados gracias a la misma. El alcohol ya los había entonado.

-...y no me dijo nada. –soltó él, casi sin aire. –Así que me fui, y me llevé al perro.

-¿Y de quién era, al final? –preguntó Justina, cuando recuperó un poco el aire.

-... no sé, de la asistenta. Yo esa noche me lo llevé a mi casa y lo tuve, obviamente lo publiqué por todos lados, a ver quién había dejado al Chihuahua ahí, en la produ. –tomó un sorbo de su bebida, la morocha se dejó de reír; la historia era graciosa pero odiaba cuando hacía eso con las palabras: "produ", "sesio", puaj. –Al otro día lo vinieron a buscar, yo ya me había ilusionado, le había puesto nombre, todo.

-Y, viste que dicen... "perro sin correa, es de quien lo vea". –bebe de su copa, y él otro asiente, riéndose.

-Eu, Ju. –pronunció el productor, poniéndose serio y apoyando los codos en la mesa, girando la copa entre sus dedos. Ella emitió un sonido, mientras tomaba, indicándole que estaba escuchando – Me caes re bien, ¿sabes?, me encanta estar con vos. Estas últimas semanas de trabajo la verdad que me encantaron, sinceramente hace mucho que no la paso tan bien en un set. –ella sonrió, sin decir nada. – Y yo sé que vos siempre andas con quilombos, y te re entiendo porque yo también. –se rió, sacudiendo la cabeza. – Pero la verdad que me pareces una chica hermosa, creo que las cosas son más lindas cuando estás vos. ¿Querés ser mi novia?

Justina casi se atraganta con la bebida. ¿Cómo?.

-Mirá, Eli... -ella se enderezó para responder. Aun totalmente descolocada.

-Ya sé. –interrumpió. – sé que lo vas a ver como muy rápido, y lo entiendo porque bueno, vos tenés veintiuno recién, yo soy seis años más grande... y me doy cuenta de con quién quiero estar. –hace una pausa- No hace falta que me contestes ahora, igual. Pero me re gustaría poder construir algo lindo con vos.

Justina se sentía empalagada y se apoyaba en las burbujas amargas del espumante para sacarse esa sensación de la boca. Qué flasho este, pensó. Sintió el celular vibrar en su cartera, lo había estado ignorando toda la noche pero ahora necesitaba la distracción. Se excusó para ir al baño, y se fue llevando sus pertenencias consigo.

Un juego peligroso. | Julián Álvarez, Enzo Fernández.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora