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FINAL ALTERNATIVO

          La lluvia caía a baldazos sobre el cuerpo de Justina. Sentía como las gotas la golpeaban fuerte al principio y luego se deslizaban por su cuerpo hasta llegar al suelo. La casa de Julián estaba frente a ella como un a fortaleza imponente a la que no se atrevía a acercarse, ni siquiera a tocar el timbre. Las paredes blancas, de estilo clásico, tan opuestas a la fachada oscura y moderna de la casa de Enzo, se alzaban como torres impenetrables para la chica que en ese preciso momento se sentía ínfima. Su amigo la esperaba, de hecho, ya estaba preocupado. La lluvia y la ruta tenían al cordobés nervioso mientras esperaba, ya vestido y listo para el encuentro, al lado del teléfono en caso de que Justina le escriba un mensaje, pero sin animarse a mandarle él, aunque ya era tarde.

La angustia de la modelo crecía cada vez más, proporcionalmente con la lluvia que parecía empeorar y ponerse más densa, más ruidosa, más fría.

Las ideas brotaban de su cabeza a una velocidad aún más arrolladora que la del viento, y antes de que las pueda agarrar para formar un pensamiento sólido, se escabullían otra vez a la nada misma, por lo que su cabeza era un torbellino sin tierra firme que la ayude a mantenerse en pie.

De repente, como un ancla, un solo pensamiento se detuvo estático en su mente y todo fue claro por unos segundos; tenía que irse de ahí. Empapada como estaba, implorando que Julián no la haya visto, intenta no hacer ruido con la puerta volviendo a subirse al auto. Una vez adentro, se saca la campera que chorreaba agua porque el peso de esta le causaba aún más agobio del que sentía de por sí, y en el momento exacto en el que arranca para salir de ahí, Julián mira por la ventana y llega a distinguir el Mercedes blanco de su amiga alejándose de su casa.

Justina maneja por lo que parecieran ser horas, pero finalmente estaciona el auto en aquella casa que se le hacía tan familiar. La tormenta seguía igual de intensa que cuando salió de la casa de Julián, pero ahora se sentía más fría. Dentro de la casa, se observan casi todas las luces del primer piso prendidas, por lo que se siente aliviada; al entrar al barrio privado, se le ocurrió que era probable que no haya nadie en aquel domicilio.

Antes de que el alivio se asiente en su pecho, observa bien el auto que se encuentra en frente de la casa de Enzo; no es el de él. La presencia de este vehículo la había hecho estacionar medianamente lejos, y el piso de la entrada estaba mojado, y en lo que la modelo procedía con cautela hacia la puerta principal para evitar resbalarse, ésta se abrió.

-Vamos gordita, ponete la capucha que te vas a mojar. –silencio, Justina observa como Olivia es sostenida por Valentina, mientras Enzo le abrocha la campera y la capucha de la misma para que no se moje. No la habían visto. –Saludá a papá. –Inmediatamente, la nena se larga a llorar.

-¡No quiero! –Se quejó la menor, queriendo colgarse del cuello de Enzo

-Dale mi amor, que nos tenemos que ir. –Pidió su madre, mientras Justina miraba todo desde la distancia, ya no sabía si aparecer o esperar a que Valentina se vaya.

-¿No se quieren quedar, segura? –pregunta Enzo, con una sonrisa de costado que Justina conocía perfectamente, es la que usaba para chamuyar. –capaz que podemos... dormir otra siesta. –pronuncia mientras la agarra de la cintura, y le deja besos en el cuello. Valentina se rie.

-No, amor, mañana tengo que hacer unas fotos temprano, y Oli tiene jardín.

-Que falte. –sugiere el futbolista, sin soltarla.

-¡Si! –Grita la menor.

-¡Enzo! –Se rie ella, alejándolo de su cuerpo. –No, no se puede faltar porque sí.

Un juego peligroso. | Julián Álvarez, Enzo Fernández.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora