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Hace tres días que Justina se había ido y Enzo se sentía como el orto. Le daba mil vueltas a la situación y no entendía qué había pasado, tampoco recibía ninguna explicación, la modelo no le había contestado más después de decirle que estaba en Argentina, y eso lo exasperaba.

-¿Vos hablaste algo más con ella? –le preguntó a Julián por teléfono, mientras manejaba al club.

-No, eso nomás, -respondió el cordobés- que estaba en lo de los viejos y no quería que le hablemos por un tiempo.

-¿Qué onda, boludo?, lo mismo me dijo a mí. ¿Le habrá pasado algo?, capaz que le jodió lo del otro día –se refería a la noche que habían pasado juntos los tres.

-Puede ser... capaz la estamos flashando y le pasó otra cosa, andá a saber. –Julián no se creía sus propias palabras, pero le parecía lo más sensato mantener la calma- capaz que extrañaba y se volvió, y nosotros acá comiéndonos la cabeza. –se rió.

-No creo, boludo... ella es re responsable, me parece raro que largue todo y se vaya de un día para el otro. Algo pasó.

-Ojalá que no.... –se quedó callado, aunque tenía más para decir y decidió guardarse las palabras; sentía que Enzo se había extralimitado aquella noche que compartieron los tres, pero no le dijo nada. –che, ¿siguen en pie los mates mañana?

-Sí, amigo. Nos vemos.

Colgaron el teléfono bastante descontentos. Enzo se sentía rarísimo. Desde hace tiempo que lo único que le preocupaba era su carrera y su hija, pero Justina había cambiado las cosas.

Aquella noche que salieron solos se había grabado en su cabeza y el futbolista se sorprendía a sí mismo recordando los detalles de aquél encuentro cada vez que se acostaba a dormir, reviviendo los hechos una y otra vez.

Se acordaba de la piel suave de la modelo, la cual él siguió acariciando mucho después de que ella se durmiera. Lo bien que se había sentido cogerla, la voz que ponía cuando gemía su nombre... todo eso lo volvía loco. Pero también se le venía a la cabeza lo que se había reído en el boliche, en el viaje desde Londres hasta Birmingham, la manera en la que las luces de colores hacían que los ojos de Justina brillen más de lo normal.

Cuando Enzo fue papá, la relación con Valentina sufrió un desgaste bastante grande. De por sí ya estaban lejos de ser la pareja perfecta, pero cuando el futbolista empezó a dejar de sentir interés por su novia, supuso que era algo normal. Olivia pasó a ser lo único importante. Pero aquella noche que pasó con Justina lo hizo sentirse un adolescente, revivió esos nervios de tener cerca a la chica que le gustaba como si fuese la primera vez que bailaba con alguien, sintió cosas que había dado por sentado que ya no le pasarían.

Cuando Justina desapareció, fue como si de repente una nube negra le tapara el sol que había descubierto. Julián estaba igual, y eso le preocupaba. Le alegraba que esa tarde se juntarían a tomar mate porque tenía muchas cosas que aclarar con el delantero, y esa sería la oportunidad perfecta.

-¿Oli cómo anda? –preguntó Julián llevando el mate y el termo hacia la mesa, donde se sentaron.

-Bien, con la madre.

-¿Y eso, cómo sigue?

-Un poco mejor, ahora nos vamos a dar un tiempo. Discutimos, pero bue, más tranqui.

-Bien ahí. –sorbió mate.

-Sí, ya me estaba volviendo loco... Me siento re estancado, boludo. –se sinceró.

Un juego peligroso. | Julián Álvarez, Enzo Fernández.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora