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          -Julián, primero que nada, te quiero felicitar por el partido de hoy. ¿Sensaciones?

-Bueno, siempre es muy lindo conseguir una victoria con el equipo. Creo que estamos muy fuertes y eso es bueno para lo que viene. –Julián se pasa una mano por el pelo, las entrevistas siempre lo ponen nervioso.

-Metiste dos golazos, ¿crees que esto te va a ayudar a conseguir más minutos de ahora en adelante?

-Bueno, por suerte es un equipo muy fuerte, como te digo, el técnico decidirá quién juega pero siempre es bueno ayudar a mis compañeros. –sonríe y el periodista asiente.

-Y la última, Juli. Siempre te vemos festejar de una manera muy particular, digo, además de la telaraña ya estamos acostumbrados a verte dedicar los goles. ¿Hoy no hubo dedicatoria? –Pero la concha de su madre, pensó.

-Na, yo festejo como me sale...-pensó unos segundos.- pero bueno, no tengo a nadie para dedicárselos ahora. –¿para qué hablé? Soy más boludo.

-Bueno, gracias, Juli. –Se despide, y Julián saluda con la cabeza y se dirige apurado al vestuario, preguntándose qué carajo tenía que ver su festejo con el partido. El periodista se dirige a cámara. – Bueno, este fue Julián Alvarez, que convirtió un doblete para la victoria del City...

Julián dejó de escuchar. Entró por el túnel camino al vestuario, frustrado por la entrevista, odia cuando hacen preguntas personales, sobre todo cuando el partido recién termina. Pareciera que la adrenalina lo tiene más tonto y termina diciendo cualquier cosa. La euforia de la victoria se le había desvanecido, aun cuando habían ganado un partido importante. Sus compañeros fueron llegando al vestuario, revoleando botellas y camisetas, estaban en cuartos de final de Champions y el grupo lo notaba, estaban todos de buen humor.

-Ey, Araña. –le dice un compañero. – Hoy no zafas de venir a festejar, eh.

-Ya es hora de que te sumes, amigo. –El cordobés no tendía a prenderse ni en las jodas ni en los festejos, primero porque el tiempo libre lo pasaba con Justina, y segundo por timidez, no le gustaba todo eso.

-Paren que falta, -intentó excusarse- recién pasamo' a cuartos.

-Bueeeeee, dale, no te va a hacer daño venir una vez, ¿no?

-Dicen que los de argentina son fiesteros pero no lo veo así, eh. –Julián se pasa las manos por el pelo, sabe que no lo van a dejar en paz y tenían razón, no le iba a hacer mal salir un poco. Además, era bueno conocer más a su equipo, estar más unidos, sobre todo con la parte más difícil del torneo por delante. Si lo seguían queriendo descansar con el acento neutro, el argentino iba a perder la cabeza.

Esa misma noche los jugadores organizaron una caravana; contrataron un micro polarizado que los llevaría al club donde solían juntarse. Julián ya estaba vestido con una camisa y un jean negro cuando escuchó la música del vehículo perturbar el barrio tranquilo donde vivía. Su celular vibró y efectivamente era un mensaje de uno de sus compañeros, diciéndole que ya estaban llegando. No está seguro de por qué, quizás la ansiedad de la situación social, o lo que fuese, pero sentía un remolino de nervios en el pecho, respiró hondo y salió a la puerta, en el camino hasta el micro, del cual brotaban luces de colores y música alta, además del griterío de los jugadores dentro, saludó a un vecino que había salido al patio tras los ruidos, y en vez de devolverle el gesto lo miró con un gesto desaprobador.

Adentro del micro sólo había una sola línea de asientos individuales contra la pared, todos apuntando hacia el centro. Parecía un boliche, estaba oscuro a excepción de una luz led azul y los faros de colores que bailaban principalmente en el techo. En la parte del fondo hay un sillón de terciopelo color vino y frente a él, una mesa atornillada al piso donde se apoyan tres baldes con hielo y botellas en su interior. Algunos de los jugadores del City están sentados tomando de sus copas y charlando, mientras otros bailan o joden en el medio de la pista. Para sorpresa de Julián, en el micro además del plantel había varias chicas, todas vestidas de fiesta, bailando la música que ponía un DJ desde su equipo.

Un juego peligroso. | Julián Álvarez, Enzo Fernández.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora