03!

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-¿Por qué no cerrás un poco el orto, Valentina? –Pidió Enzo, con calma, estaba enojado, pero además tenía resaca, el teléfono reventado de mensajes de su manager, su DT y el preparador físico del equipo, había faltado a entrenar por quedarse dormido, eran las diez de la mañana, no había podido tomar ni un vaso de agua, y su novia no le dejaba de gritar. Sentía que le estallaba la cabeza.

-¿Qué yo cierre el orto?, ¡Pero por qué no te vas a lavar la boca, antes de hablarme así, nene! –Valentina seguía a los gritos, revoleando los brazos por la cocina. –Mirá, vos a mí no me vas a venir a hablar así, yo voy a empezar a grabar todo, eh. –Amenazó – Olvidate de Olivia. Yo no quiero que al papá de mi hija lo tengan como un borracho. Encima ahora seguro te echan del club. ¡Es más! Deberían echarte. ¡Por borracho, y mal padre! – Enzo cerró los ojos con fuerza, se conocían mucho, y ella sabía que lo más doloroso que podía decirle a su novio, era criticar su paternidad.

Toda la discusión había empezado cuando ella llegó de dejar a Olivia en la guardería. Se habían mudado hace poco de Lisboa, y cuando Valentina sintió que todas las madres, e incluso las maestras, la miraban, asumió que sería por estar con un jugador, o algo así, pero cuando una de las madres se le acercó y le empezó a preguntar cómo estaba, le pareció rarísimo, contestó que bien y volvió rápido al auto, sintiéndose un bicho raro. La gente de Londres le parecía, de repente, desubicadísima. Agarró su celular y vio que tenía un mensaje de su hermana con un link a una noticia, al abrirla y leer el titular, casi se muere. Seguía leyendo las redes sociales, y cada nota era peor que la anterior.

"Enzo Fernández, de joda"

"La joyita del Chelsea que no aguantó la presión"

"El que es campeón del mundo, hace lo que quiere...¿O no?"

"Enzo Fernández alcoholizado, ¿será que el cambio fue mucho para el campeón?"

Las fotos eran la peor parte. Se lo veía a él con el pelo hecho un desastre, la cara brillosa de la transpiración. En todas las fotos tenía una pose rara, no se entendía si bailaba, caminaba, se estaba cayendo, o pidiendo un taxi. Para culminar; se había cagado a piñas.

Enzo recordaba poco y nada de la noche anterior. Se acuerda de estar tomando una cerveza en su casa, con Olivia y Valentina dormidas; ésta última en su cama, y aunque estuviera cansado, era el último lugar en el mundo donde quería ir. Tenía ganas de tomar algo, de despejarse, pero sabía que si salía, su novia lo volvería loco con preguntas; últimamente todo la ponía celosa. Enzo ya se había hecho un grupito de jugadores que estaban en la misma que él, con esposas o novias en casa a quienes no querían ni ver, y estaban dispuestos a salir cualquier día de la semana. El morocho se convenció a sí mismo de salir, no podía dejar que Valentina le controle la vida, así que pidió un Uber, y se fue.

Se arrepintió antes de llegar. Para pasar el tiempo se pidió un whisky, y después otro, y después otro...

No daba más, se puso a bailar un rato pero el mareo era más fuerte, se sentía mal, quería vomitar, quería estar en su cama, extrañaba sentirse seguro. Antes Valentina lo hacía sentir así; sentía que cuando estaba en sus brazos todo estaba bien, que podía pasar cualquier cosa y ellos dos podrían superarlo, juntos. Ahora era todo lo contrario. Sentía que estar con ella le sacaba toda la energía. Hacía mucho tiempo que no se sentía así; bien, a salvo, contento... hasta el día que se reencontró con la modelo.

Reencontrarse con Justina le había hecho bien, realmente se sintió feliz en el tiempo que estuvo en su casa, era como si todos sus problemas hubieran desaparecido. Más allá de todo lo que pudo distraerse, cada vez que la tocaba sentía que estaba en una nube. Juli también le hacía bien, de otra manera, era su hermano, lo entendía como poca gente y lo hacía cagarse de risa, se notaba lo buen pibe que era, y realmente era refrescante salir del círculo de gente que lo rodeaba por conveniencia. Últimamente se sentía así hasta en su propia casa, no encontraba otra razón para que Valentina se estuviese comportando así, que no fuese la plata. Le volaba la cabeza.

Un juego peligroso. | Julián Álvarez, Enzo Fernández.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora