07!

361 23 0
                                    


Justina se prometió que era la última vez que lo acompañaba a un evento, pero Elías estaba presentando una campaña de fotos en la que había sido director, por primera vez, y le estuvo suplicando por semanas que vaya, y finalmente, la morocha accedió.

El dress code era de gala, por lo que tuvo que llamar a su estilista que la vistió con un vestido azul oscuro brillante, con cortes a la altura de la cintura. Tenía el pelo suelto y sacudido, y un maquillaje azul espectacular. Elías se había puesto una corbata del mismo color, para combinar.

El evento había sido aburrido, pero después todos decidieron ir a un After que organizaba no sé quién, porque a Justina la verdad, no le interesaba. Accedió a ir porque había tomado un Gin Tonic, y tenía ganas de seguir tomando. El productor era bastante pesado con la regla del alcohol, con que le arruinaría el metabolismo, la piel, y un montón de cosas más, pero no la molestaba cuando estaban en público.

Ya eran las tres, cuatro de la mañana, y Justina iba bastante borracha, no conocía a nadie en la fiesta, y Elías no andaba por ningún lado, como de costumbre. Se dedicó a bailar en el medio de la pista, sola. Trago va, trago viene, la fiesta estaba bastante divertida, pero tanto alcohol le había dado ganas de ir al baño. Entra, tambaleándose, a la habitación. Los baños eran increíblemente lujosos, pero estaban demasiado perfumados. Entre los tragos que se había tomado, y el fuerte aroma del aromatizante, Justina sentía que iba a vomitar. Abre un cubículo, apurada, y se encuentra con una imagen que le sacó hasta el pedo.

Elías estaba desnudo, enredado con una rubia en las mismas condiciones, agachada frente a él. La parejita la miró, con terribles caras de susto, pero Justina cerró la puerta y volvió a la pista. De repente ya no se sentía mal, no sentía nada. Otra vez se repetía la historia, a esta altura, era obvio que iba a estar mejor sola.

-Ey, amor. Mi vida. –Llamó el productor, detrás de ella.

-Tomatelas, no me vuelvas a hablar en tu vida. –Ella lo desestimó con una mano.

-Pará, pará. –Él la agarró del brazo para frenarla, clavándole los dedos en los bíceps. –Vos de acá, no te vas.

-Tomatelas te dijo, campeón. –Esa voz era conocida. Justina levantó la cabeza para cruzarse con los ojos de Julián, que miraban amenazantes a Elías.

-Vía, vía. –Acotó Enzo, haciendo un gesto con la mano, echándolo. Estaba parado al lado del cordobés, los dos con la vista fija en el productor, que fue soltando el brazo de Justina, y se alejó casi corriendo. –paa, que cagón. Arrugó enseguida, con las ganas que tenía de meterle una piña al tonto ese.

Justina, entre el dolor del brazo, la traición de Elías, el sentimiento de fracaso, y el alivio de ver a sus chicos de nuevo, no aguantó; los abrazó fuertísimo a los dos, conteniendo las ganas de llorar.

-Dios, que giles que son. –les dijo, apretándolos más. – No saben lo que los extrañé.

-Eeh, tranquila, morocha, que no nos fuimos a ningún lado. –lo miró a Enzo, y él le guiñó un ojo.

-¿Vamos a la barra? –Sugirió Juli - así, como en los viejos tiempos. –los tres se rieron.

Una vez en la barra, los tres pidieron, pero nada era como en los viejos tiempos, como había dicho Julián. Algo entre los tres se había roto, y en el aire había una mezcla de tensión y deseo que parecía casi palpable. Tomaron algunos tragos; Justina les contó de sus viajes, cómo había terminado con Elías, y por qué estaban en esa situación. Los chicos de River hablaron principalmente de fútbol y de sus clubes. Enzo contó que la situación con Valentina seguía igual, pero de a poco iban corriendo a su hija del medio, y pasaba cada vez más tiempo con ella, por eso estaba intentando rescatarse.

Un juego peligroso. | Julián Álvarez, Enzo Fernández.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora