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          Julián se acomoda el pelo una última vez y abre la puerta de su casa. Justina se encuentra del otro lado, con el pelo y la ropa salpicada de gotitas. Afuera la lluvia es torrencial, por lo que entran rápido y él le extiende una toalla para que pueda secarse, ya que aun viniendo en auto, el camino desde éste hacia la entrada de la casa la había dejado goteando.

-'ta horrible afuera. –Habla él. Para decir algo, para cortar el silencio filoso entre ellos. Justina hace un ruido, concordando.

-No sabes lo que estaba la ruta. A dos por hora vine.

-Pa, ¿te imaginas en Argentina?, un peligro. Acá por lo menos es todo autopista.

-Eh, ¿qué bardeas?, cómo te vendiste a los ingleses estos. –El cordobés deja salir una risita.

-Nunca.

Así como si nada, las cosas se volvieron a sentir como siempre. La tensión se disipa con la misma velocidad de las gotitas que caen por la ventana. Esa familiaridad que los caracterizaba termina convirtiéndose en un rayo de sol que ilumina hasta estos momentos, donde la conversación es fría e incómoda, donde afuera pareciera que nunca va a dejar de llover. Julián se acerca y abraza a Justina, apoyando sus labios en la cabeza de ella, dejando un beso sobre su pelo.

-Que feo que es estar distantes, Justinita. –A la modelo casi se le escapa una lágrima, quizás se le hubiese caído si los brazos de su amigo no fuesen tan cálidos, o su perfume no le encantara de la manera en la que lo hace, pero no es el caso. Le devuelve el abrazo hundiendo la nariz tan profundo en el pecho del cordobés que se le hacía difícil respirar.

-No sabes lo que te extraño, Juli.

-Yo a vos, linda.

-Sí, seguro...-ella se separa, para mirarlo mientras lo descansa- me imagino que pensas mucho en mí en los boliches esos a los que vas. –Él se rie.

-Lo peor es que sí, me la paso pensando en vos.

-¿Para bien o para mal? –Julián inhala profundamente, como si le costara lo que está por decir.

-Para bien, Juscha, pero no está bien esto. No paro de pensar pero tampoco estamos juntos, tampoco dejamos de estarlo... y cuando siento que estamos bien vos andas mal por Enzo... Es difícil, qué se yo. –termina, rascándose la nuca.

-Sí. Ya sé. De eso te venía a hablar. No la estuve pasando bien este último tiempo, y sé que los hice sufrir a ustedes. Te juro que no fue mi intención, Juli. Te quiero pedir perdón. La verdad que cuando te vi salir del boliche con la chica esa...

-¿Me viste? –interrumpe, y a ella se le escapa una risa.

-Todos te vimos, Ju.

-Pero no sabía que habían salido las fotos con Cande también. Yo no quise ver nada. –A Justina, aquel nombre le cayó como si hubiese tragado un pedazo muy grande de comida sin masticar.

-¿Qué onda con... Cande? –Juli hace un gesto con los labios, y asiente sin mirarla.

-Es piola, no sé, me gusta. Igual hablamos poco, pero me gustaría conocerla más... Y no hace falta que me pidas perdón, Ju, vos me avisaste de Enzo y en su momento a mi no me importó. No quise hacerte mal con lo de Candela.

-No es que me haya hecho mal... o sí, no sé. Pero me ayudó a entender lo que les estaba haciendo, y me arrepiento muchísimo. Me alegro que la hayas conocido, igual. –Le muestra una sonrisa sincera.

Un juego peligroso. | Julián Álvarez, Enzo Fernández.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora