F R A N K E R

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ES CUTE, SO, NO ESPERES ALGO HOT:)
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En la casa de los Reed había una regla: "no contradecir a tu superior". ¿Y quién era ese superior? Nada más y nada menos que Marcus Reed. Cuando no estaba en algún viaje de negocios su labor era ser padre. Aunque eso no le agradara a sus hijos, Parker y Francis. 

El Sr. Reed gritaba hacia su hijo mayor quien mantenía la mirada gacha mientras recibía el regaño. El menor prestaba atención desde otra habitación que daba una vista perfecta entre ellos. Parker veía a Francis, podía notar como sus pupilas se agradaban de la ira, como sus músculos se tensaban porque no podía decir nada sin salir con algún golpe. 

—¡Así que dejarás la carrera de criminología! ¿Me escuchaste? —Francis asintió con mucho pesar—. Tu jueguito de ser criminólogo se acabó. 

Francis no dijo nada. 

—¿Te quedó claro? —preguntó su padre tomando su mentón para que pudiera verlo a los ojos. 

—Pero papá... 

—No, nada de peros, harás lo que yo te diga y punto. 

Francis volvió a bajar la mirada, molesto por toda la situación. Pero la mirada de su hermano pequeño fue tan intensa que no pudo evitar voltear a verlo. Parker le sonrió e hizo ojos bizcos para que se riera. Y pudo haber funcionado si su padre no le estuviera dando un sermón. Así que solo sonrió por lo bajo. 

Los siguientes minutos pasaron rápidos para ambos chicos. El hermano menor había hecho que Francis se sintiera mucho mejor, sabía que no era fácil complacer a su padre y la responsabilidad que su hermano llevaba por ser el primogénito era mayor que la que él llevaba. 

Así que lo único que pudo hacer fue aligerar el ambiente haciendo caras graciosas para su hermano. La forma en que su hermano mayor lo veía, tan cálido y coqueto... se le iba la respiración de solo sentirlo. 

Tan pronto como el Sr. Reed dejó la casa, ambos pudieron respirar. 

—¿Cómo estás? —preguntó Parker. 

—Tan bien como debería. 

—No me mientas a mí como lo haces con Katrina. 

—¿Y qué quieres escuchar, Parker? —preguntó a la defensiva—. Papá es una mierda. La única cosa que me mantenía aquí era que pagaba mi carrera, pero ahora ni eso. 

El menor bajó la cabeza, pensando que Francis no se había quedado por él. Aunque lo encontraba demasiado, su hermano nunca estuvo interesado en él de ninguna manera. 

—Creo que ahora ya puedes ser libre... —susurró. 

Dejó la habitación y se dirigió a la suya un poco cabizbajo. Era claro que ahora que Francis decidiera irse se quedaría solo. 

Un par de golpes a su puerta lo sacaron de sus pensamientos. 

—Siento lo que dije... No quería que sonara así, es solo que me frustra no poder hacer lo que yo quiera sin sus condiciones... —Los pasos hacia Parker van aumentando—. No quiero que pienses que no quiero... 

—Lo entiendo. 

Se termina de acercar a él. 

—¿De verdad lo entiendes? —Parker niega lentamente. 

Francis toma la cintura del pequeño y apresa su cuerpo juntando ambas frentes. Sintiendo la respiración de su hermano, Parker se pregunta cómo sería besar sus labios. 

—Parker... 

—¿Si? 

—¿Qué piensas? 

—Nada... —respondió sin más, mientras seguía pensando en ello. Francis podía notarlo en sus ojos, podía notar el brillo en sus pupilas, el deseo que irradiaban aquellos. 

La respiración de ambos empezó a fallar, sintiendo la necesidad de acortar ese pequeño espacio que los separaba, que los dividía de poder hacer lo que ambos estaban deseando desde hacía un tiempo. La mano del mayor recorrió la mejilla del menor con dulzura mientras que su otra mano apretaba su cintura para que no pudiera soltarse de él. 

Los segundos pasaron y ambos chicos se mantenían así, en una intimidad más allá del cuerpo. Estaban entregando cada parte de ellos hacia el otro. Se amaban, se deseaban. 

—Francis... —llamó el pequeño. 

Su hermano abrió los ojos viéndolo y pensando en lo hermosa que era su mirada. 

—Deja de mirarme así —pidió Parker. 

—¿Así cómo? 

—Como si me amaras... 

—Yo si te amo, Parker. 

—No —traga saliva—. Deja de mirarme como si me amaras de la misma forma que yo hago. 

Francis acunó sus mejillas y sonrió con ternura. 

—Te amo —repitió, para que quedara claro que lo decía de la misma forma que el pequeño. 

A Parker se le fue el aire por unos segundos. Después tomó una bocanada de aire profundo, tratando de asimilar lo que había escuchado. 

—¿Te irás? 

—Sí... —Parker baja la mirada—. Pero quiero que vengas conmigo. 

—¿Qué? 

—Estás a un año de terminar la preparatoria, cumplirás dieciocho muy pronto. Vas a poder experimentar la libertad, Parker. No quiero dejarte aquí. Te quiero a mi lado, quiero que vivamos juntos... 

—¿Qué hay de mi vida aquí? ¿Qué hay de mis amigos? 

Francis suspira. 

—Podemos venir, pueden ir hacia donde vayamos. 

—¿Me lo prometes? —El mayor asintió—. Entonces sí, me iré contigo.  

Francis sonríe y toma su nuca para juntar sus labios. Toma a Parker por sorpresa. El más pequeño cierra los ojos fundiéndose en aquel beso, abre la boca y deja pasar a Francis. Se siente la calidez y el amor que ambos se tienen, se siente ese deseo de libertad que los dos deseaban experimentar. 

—Te amo —repite de nuevo—. Te he amado toda mi vida, Parker. 

EBDLFVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora