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Todo estaba a oscuras en aquella enorme casona. Sus pestañas bailaban de arriba hacia abajo, una y otra vez, somnolientamente. Era muy tarde, demasiado tarde pero Óbito todavía se aferraba a estar allí.

Cada vez que sentía que su cabeza se iba de lado y sus ojos se cerraban, Óbito estrujaba con fuerza el papel sin importarle ahora sí se arrugaba o no. Necesitaba aguantar, necesitaba esperarlo y entregárselo.

Las luces alumbraron desde la ventana, el ruido del motor se apagó y después de unos minutos se escuchó la puerta del auto cerrarse con cierta fuerza.

Óbito quiso levantarse pero su cuerpo ya no respondía. Se sintió muy feliz aunque todavía en esta somnoliento, había logrado esperarlo con éxito. Una sonrisa se deslizó por su rostro cuando la puerta principal se abrió.

Las llaves se cayeron en el lugar designado, escucho un suspiro cansado y luego pasos hacia su ubicación en las escaleras, donde se había quedado sentado para esperarlo.

- ¿Que estás haciendo? - pregunto en cuanto lo vió.

- Te esperaba - dijo casi como un suspiro.

Óbito se enderezó, quitando su mejilla de la fría pared donde había estado reposando. Quitó el dibujo de su pecho y con sus pequeñas manos lo desdobló para luego extenderlo.

- Lo hice para ti

No hubo respuesta alguna. Óbito se quedó esperando que lo tomara por quien sabe cuánto tiempo hasta que por fin lo hizo.

No se podría apreciar por la oscuridad sin embargo no era tan difícil ver los garabatos que habían allí.

Óbito lo miró en silencio, más que nada por el cansancio que su pequeño cuerpo ya estaba colapsando. Justo cuando sus ojos se cerraron, unos brazos lo rodearon, colocando la cabeza del niño en su hombro mientras las manos de este se aferraban a la vestimenta por inercia.

Fue llevado a su habitación, una habitación la cual parecía que un torbellino acababa de pasar por allí. Un torbellino llamado Uchiha Óbito.

Recostó al niño con cuidado en la cama, tomando las cobijas y envolviendolo gentilmente. Era invierno y aunque hoy la nieve no se hacía presente, el frío sí. En ese momento ya no había nada que hiciera despertar al pequeño niño, eso era evidente por la forma en la que se retorcía para acomodarse por su cuenta entre sueños. Un pie salido de las mantas.

El hombre suspiró, tomando asiento en la cama... Sin poder apartar la mirada de los abanicos que tenía el menor como pestañas. Muchos recuerdos viniendo a su mente. Su mano se alzó y con las yemas ásperas de sus manos acaricio los mechones de cabello que posaban en su frente, disfrutando del contacto de la tersa piel de bebé que aún tenía el niño. En algún momento... Madara sintió la necesidad de acercarse y dejar un beso allí.

Óbito se removió suavemente pero no se despertó ante el contacto.

- Esa escena me gusta - escucho una voz conocida detrás de él.

No hizo nada para voltearse, prefiriendo seguir admirando al niño que había sucumbido finalmente y tardíamente solo por esperarlo.

Hashirama por lo contrario camino hacia ellos, incandose a lado de la cama, cerca de la cabeza del niño y con un brazo como soporte en las rodillas del Alfa.

- Tiene la nariz de Izuna - murmuró con una sonrisa.

Madara lo miró, miro fijamente ese punto que su esposo específicamente había mencionado. Claro que lo había notado... La nariz de Izuna era inconfundible, era bella.

Su hermano había sido tan bello.

- Y diría que sus ojos son igual a los de él pero también son tus ojos - siguió el Omega, está vez alzando la mirada hacia el otro hombre.

Manual De Cómo NO Conseguir Un Esposo: Según Hatake KakashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora