Capítulo 11.

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Al parecer el destino nos tenía preparado algo que yo no esperaba llegar a hacer. Ni siquiera sé como terminé dentro del auto de Enzo y en camino hacia mi casa, se veía que ambos estábamos bastante agitados debido a la situación. Sabía que Julián no volvería hasta la noche debido a los entrenamientos, no sabía como Enzo estaba al tanto de eso. Tenía claro lo que se venía, la diferencia entre saberlo era que está vez estaba segura de que no habría vuelta atrás, rogaba a que Enzo pisara el acelerador y llegáramos lo antes posible. Volteé a mirarlo mientras manejaba, aún no entendía como podía existir un hombre tan lindo como él, alguien me trajera así de loca por una sonrisa, con una sola lograría que hiciera cualquier cosa por él. 

La espera se cortó al llegar a la puerta de mi casa, como me imaginaba, estaba vacía y sin Julián a la vista. Está vez, la culpa no existiría en mi cabeza y no habría marcha atrás de lo que llegara a pasar. Cuando puse la llave en la cerradura pude sentir la mano de Enzo adueñarse de mi abdomen y acariciando este con leves movimientos, tal cual lo había imaginado en la ducha. Sentía el cosquilleo entre mis piernas y lo único que pude hacer fue tirar mi cabeza hacia atrás en el momento que pude sentir como todo su cuerpo se apegó al mío, por mi espalda. 

—Enzo, no sé... — Volteé y antes de poder terminar la oración, una sonrisa apareció en su cara, manipulando por completo todos los sentidos de mi cuerpo. Cerró la puerta detrás de él y cambió por completo su vista a mis labios. 

—Dale morocha. Mira como me tenés. — Una voz realmente grave salió de él dejándome totalmente sorprendida, hasta su voz era atractiva. Miró hacia abajo dándome la señal de que hiciera lo mismo y claramente vi la gran erección que ya tenía. 

Mordí mi labio inferior sin saber que hacer, me sentía virgen al lado de él. Aunque no lo fuera. Sus dedos delinearon mi cintura con suavidad y lentitud, causando que mi piel se erizara en sólo el primer toque. Se nos agitó la respiración en cuestión de segundos y decidí cortar con aquella tensión que nos tenía esperando, acerqué su cara con mis manos en su nuca chocando violentamente nuestras bocas. Esto iba a llegar muy lejos y ninguno planeaba detenerlo. 

Con un sólo brazo Enzo me alzó provocando que enredase mis piernas en su cintura, sus manos se deslizaron hasta mis muslos que apretó con gusto. No sabría expresar con palabras la cantidad de sensaciones que tenía en ese momento, creo que fue muy notorio cuando me recostó en el sillón y se cuerpo se encimó sobre mi entre mis piernas. Tenía tanta excitación. 

Los estímulos que Enzo me brindaba me hacían flotar en el aire, sus labios se adueñaron de mi cuello mientras él se sacaba de a poco su ropa. Pequeñas mordidas dejaba en mi cuello mientras los jadeos que salían de mi boca lo motivaban a seguir. Intenté cerrar mis piernas para contener el placer de sus besos pero con un poco de fuerza volvió a abrirlas de una sacudida, imitaba embestidas encima de la ropa hasta que me empezó a molestar tenerla puesta. 

Ambos nos despojamos de nuestra ropa, todo pasaba tan rápido y no había necesidad de imaginar nada, todo estaba a la vista. La posición cambió y ahora yo me encontraba encima de él, creía que era mi momento de estimularlo. Sus manos se deslizaron por mi espalda hasta llegar a mi culo ya descubierto, el cual apretó varias veces y hasta soltó un golpe que sonó en seco por el resto del living. Estábamos desesperados el uno del otro, pareciera que la tensión había crecido con el tiempo y ninguno de los dos parecía creer que el momento había llegado. 

Bajé mis besos por todo su cuerpo hasta llegar a su parte baja, besé cada uno de sus tatuajes con esperanza de dejar alguna huella en él. Saqué lo último que le quedaba de ropa y finalmente dejé al descubierto su gran erección, la sorpresa en mi cara hizo reír a Enzo. 

𝗜𝗡𝗖𝗢𝗡𝗗𝗜𝗖𝗜𝗢𝗡𝗔𝗟 | 𝙚𝙣𝙯𝙤 𝙛𝙚𝙧𝙣𝙖𝙣𝙙𝙚𝙯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora