Capítulo II: Tentaciones

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6 de Enero de 1994

Clemence y sus hermanos pasaron horas charlando la tarde anterior. Ella había vuelto muy tarde a la residencia, dejó a un lado los libros pues no podía concentrarse en otra cosa que no fueran las famosas “Fiestas” a las que sus hermanos acudían. Si hablaban enserio entonces ella no dudaría en entrar, no podía perder nada más allá de su vida, y eso en realidad, le había dejado de interesar desde varios años atrás.

6 de enero y Geo ansiosa se preparaba para reunirse una vez más con aquellos hombres. El frío, como la mayor parte del año, estaba presente en el día, abrigos, bufanda y guantes era lo que la mujer utilizaba para mantenerse caliente, prendas de alta costura que la mujer se empeñaba en conseguir de acuerdo a sus gustos y estándares, siempre luchando por verse bien, mejor que cualquier otra persona que pase a su lado o se encuentre en la misma habitación.

Clemence bajo las escaleras sin esperar encontrarse con su padre, pero ahí estaba él, observando a su hija desde el comedor mientras consumía su apetitoso desayuno. Geo sintió aquella mirada pesada sobre ella  y no le quedo más que entablar una breve conversación con Adam, aún si esto le molestaba demasiado.

—Buenos días, padre.

—Buen día, Clemence— contesto el hombre— ¿tus maestros vienen hoy?

—No, les pedí que nos comunicaramos por correo.— informó— Estoy demasiado ocupada para tomar una clase.

—¿Qué tan ocupada, querida?

—Mis hermanos han solicitado mi ayuda financiera.

—¿Ahora te encargas de mis números?

—No los tuyos. Es bastante difícil cuando investigamos nuevos ingresos.

—Comprendo. Tu madre y Alice llegan hoy— anunció— quieren que estés presente en su llegada, al parecer se sienten muy mal de no haber estado en tu fiesta de cumpleaños.

—Haré lo posible. Si me necesitas estaré en el edificio de reuniones.

Y salió de la mansión. Su chófer la esperaba para llevarla  hasta el lugar en el que las familias se reunían para hacer negocios. Una construcción gigantesca en medio del pequeño poblado creado por estas personas, repleta de oficinas, salas y bibliotecas dónde cada líder aseguraba su legado.

De camino a la oficina de Adam, Geo se encontró con personas de otras familias, de entre ellos sobresalió James Nyevelt, un joven de veinticuatro años, hijo de Beth Ferrer y James Nyevelt, además de ser nieto del actual líder de los Ferrer. Un hombre que Clemence mantenía en la mira desde varios años atrás, sin ningún interés relacionado con el poder, simplemente le gustaba pensar que en algún momento él podría voltear a mirarla y así juntos tener uno de esos momentos pasionales que tanto se relataban entre los descendientes.

—Son puntuales.— resaltó  Clemence mientras entraba a la oficina.

—Solo cuando nos interesa.— le contesto Mark, acostado sobre un sillón en una esquina del lugar.

—Ahora bien, díganme todo— les ordenó la mujer mientras se sentaba frente al escritorio de su hermano mayor.

—Mañana se realizará una cena— habló Adam— vendrás con nosotros.

—¿Así de fácil?

—Ser una Scott tiene sus privilegios. Prepárate porque te harán preguntas— le advirtió Jacob.

—¿Cómo son esas “cenas”?

—Una verdadera cena.— aseguró Markel— Hablamos de nuestros cargos, discutimos futuras reuniones...

—¿Estás segura?— le cuestionó el mayor.

—Ahora que conozco su secreto, ¿Piensan que estaré tranquila sabiendo que en cualquier momento ustedes podrían borrarme de la familia?

—Yo no te haría eso, conmigo estás segura.— afirmó Adam.

—No quiero ser su hermana protegida. Tampoco me importa competir, sólo quiero demostrarle a ese hombre que soy más de lo que piensa.

Los hombres sabían que no podían convencer a Clemence de cambiar de opinión, ella estaba decidida. Lo que su hermana no comprendida es que incluso su vida se encontraría en riesgo y una vez que colocara el primer pie dentro de esta sociedad secreta no habría marcha atrás, atrapada en un trato del que solo podría salir muerta. Adam, Markel, Jacob, ninguno era capaz de hacerle daño a su hermana, incluso aunque su puesto se encontrará en juego, su lealtad era mayor cuando se trataba de la familia, sin embargo, ellos no gobernaban dentro de las “Fiestas” lo hacía su hermano Franco, quien era incluso más ambicioso que Georgina.

La puerta de la oficina se abrió en un rechinido, los hermanos guardaron silencio esperando no ser descubiertos. Parecía que no había nadie afuera, pasando unos segundos Victoria apareció:

—¿Podemos pasar?— pregunto la mujer asomando su rostro desde un lado de la puerta.

—Adelante— le contestó Adam quien se giraba de un lado a otro en su silla.

Victoria y Alice entraron a la oficina cantando “Feliz cumpleaños” para Clemence. La pequeña Alice, una niña pelirroja de catorce años, sostenía una caja y un montón de globos. Victoria caminaba con un pastel red velvet entre sus manos. Georgina se sintió incómoda ante la situación, al mismo tiempo intentaba mantener una sonrisa, así era su madre; una mujer cariñosa y extrovertida, siempre preocupada por el bienestar físico y emocional de sus hijos, no tenía miedo en demostrar cuánto los amaba.

—¡Feliz cumpleaños!— exclamaron Alice y Victoria por último.

—Madre, Alice,  no tenían que hacer esto.—  dijo Geo mientras su madre y hermana la abrazaban.

—Claro que tenía que hacerlo.— contesto Victoria—Mi hermosa princesa, ha iniciado una nueva década para tí.

—Gracias.— Clemence suspiro. No entendía como Victoria podía amarla tanto— Las extrañé. ¿Cómo estuvieron sus vacaciones?

—¡Fantásticas!— exclamó Victoria mientras se dejaba caer en el mismo sillón donde Markel descansaba.— Lizzy y yo pasamos los días visitando los mejores restaurantes de Japón, visitamos templos, nos vestimos con kimonos... ¿Qué hicieron ustedes?

—Esta de más decir que nuestra hermana paso los días estudiando dieciséis horas diarias.— respondió Markel.

—Estoy al tanto de la educación de mi hija.— dijo Victoria— ¿Pero que hay de mis hijos? ¿Jacob?

—Hemos pasado los últimos días descansando, no hay más.— respondió de mala gana.

Victoria, Victoria, la amorosa madre que si bien a veces podía fastidiar a sus hijos, ellos la amaban como a nadie.

La mujer Belrose había heredado una belleza superior a la que distinguía a las mujeres de su familia. A los dieciocho años se convirtió en reina de belleza por capricho propio, desafiando a las órdenes de su padre (York Anton Belrose) quien le había prohibido participar en esa clase de concursos puesto que no eran dignos de una señorita como ella. A pesar de ello, no fue motivo suficiente para quitarle su lugar como la favorita de sus hijas.  

Ese mismo año York presentó a su hija a Adam Scott, quien entonces se encontraba casado con Mabel Ferrer, el hombre quedó fascinado inmediatamente por la belleza de la joven reina. Desde aquel momento se volvieron inseparables, la jovencita tenía algunos problemas consigo misma lo que la hacían sentir insegura y Adam siempre estuvo allí para apoyarla. Catorce años de diferencia que ayudaron a que Victoria se encariñara más rápido, tal vez era su madurez o simplemente la manera en que él la amaba que no tardó en aceptar ser la amante del hombre. Nunca pudieron decirse "adiós", no les importaba pasar el resto de sus vidas en medio de una tormenta si esto les permitía seguir juntos. Tres años más tarde ellos lograron casarse, el matrimonio se realizó lo más rápido posible puesto que la pareja esperaba a su primer hijo. Y hoy veintiséis años después, continuaban juntos.

Los círculos de clemenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora