Capítulo III: La cena.

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7 de Enero de 1994

La cena se celebró en la mansión de Paul Alexander Scott, sobrino de Adam, mismo que desempeñaba un papel importante para la familia. El hombre de veintiséis años se encontraba casado con Bethsabeé Andreoli, una mujer de veintitrés años que gracias a su abuela (Josephine Piatigorsky quien años atrás se casó con un Scott primo de Adam Franco) obtuvo un lugar dentro de la familia principal Scott. Su hermano; Aldo Arán Andreoli, cumplía también un rol crucial dentro de la sociedad Scott, esto gracias a su gran inteligencia y dedicación.

Una mesa rectangular hecha de madera que se extendía con diecisiete asientos para los invitados de esta noche, entre los que se encontraban: James y su hermana Jaqueline Nyevelt, Carlos y Carola Ferrer, Genovive Nyevelt (hija del segundo matrimonio de Louis Nyevelt y tía de James y Jaqueline),  Ralph y Raimonde Belrose, Cristina Scott; prima lejana de los hermanos Scott, Franco Scott, Adam y su esposa Lorian, Markel, Clemence, Jacob y por supuesto los anfitriones; Paul, Bethsabeé y Arán.

Del techo colgaban dos lámparas candiles que emitían luz cálida. A Clemence le sorprendió encontrarse con extraños cuadros que adornaban el comedor, algunos representaban prácticas esotericas, otros retrataban orgías y varios mas eran pinturas de matanzas y asesinatos. Una elegante vajilla se encontraba perfectamente colocada sobre la mesa para degustar cada uno de los platillos.

Uno a uno los invitados fueron llegando de manera discreta, las cortinas estaban cerradas para ocultar la reunión que está noche se llevaría acabo. Clemence, sus hermanos y cuñada fueron los últimos en llegar. Tomaron asiento juntos, ella jamás se apartó de Adam y Markel, se sentía a segura a su lado, ellos notaron la situación por lo que hicieron que su hermana tomara asiendo en medio de ambos.

La cena comenzó, Clemence pensaba en lo afortunada que era por haber sido invitada a la cena. Observaba con detenimiento cada detalle de su alrededor, consiente de que había sido invitada con un propósito elaborado incluso antes de que sus hermanos mencionaran las reuniones.  Los presentes, personas cultas que portaban trajes elegantes, charlaban entre ellos  con susurros y extrañas miradas acerca de temas irrelevantes. El ambiente era intrigante y La joven Scott podía sentir como su curiosidad y ambición aumentada con la presencia de cada uno de los invitados.  No fue hasta que una de ellos decidió romper la tensión y tomar iniciativa en un tema de interés para todos:

—¿Ya nos hablarán de su viaje?— preguntó Jaqueline Nyevelt. 

—¿Qué quieres saber?— cuestionó Arán.

—Raimonde, Lorian, Cristina y tú viajando juntos, todo pudo suceder.— y Jackie comenzó a reír.

Lorian sonrió de lado, tomo la mano de su esposo y procedió a hacerle una señal a Cristina para que comenzará a relatar la tan esperada historia.

—El primer día, ellos fueron tan aburridos— habló Cristina— Por lo menos, nadie me visito a mí. Estaban tan ocupados con las ovejitas, que se olvidaron de nosotros. Lorian por su parte, prefirió concentrarse en su energía junto a Fortuna, la mujer que nos acompañaba en la casa.

—Como dato importante: Fortuna trabaja para esa mujer... ¡Bárbara!— añadió Lorian.

—¿Queremos a Bárbara?— Preguntó Paul.

—No, ella solo se creé lista pero no es así en realidad. Si queremos a alguien tenemos que empezar con los hijos— contestó Cristina.

—Ya esta, pero por favor volvamos al tema principal— suplico Jaqueline.

—Tranquila, ya sigo.— contestó Cris— La segunda noche; Arán nos convocó a una reunión en el sótano. No adivinaran quién estaba con nosotros.

Los círculos de clemenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora