13 de Febrero de 1994
Clemence y sus hermanos habían sido invitados a una cena en casa de Paul, estaba claro que todos los integrantes de aquella sociedad secreta estarían presentes también. Ella desconocía el motivo de la reunión, sin embargo, Jacob le aclaro que estas cenas eran más comunes de lo que imaginaba ya que este era el único medio por el cual los afortunados integrantes podían disponer de un poco de diversión.
Markel y Jacob se encargaron de sacar a Geo de su hogar con la excusa de qué pasarían la noche en la mansión de Adam y Lorian. Victoria insistió en que Alice también debía asistir pero su esposo coincidió en sus hijos al decidir que la joven Scott aún era demasiado pequeña como para pasar la noche fuera.
En el lobby; Beth les entregaba a los invitados una goma de mascar con dudoso relleno de cereza y les pedía que la tragaran lo más rápido posible.
Música clásica ambientaba la reunión. Los Scott tomaron asiento en el centro de una larga mesa, Clemence quedó justo en medio, parecían estar simulando la última cena. La música relajaba a los presentes y de repente comenzaban a ver el mundo de manera distinta, como si este fuera más bonito de lo que recordaban.
Un gran banquete fue servido: distintos cortes de carne, un pequeño lechón que especificaron; pertenecía a la invitada de honor Clemence, cremas de exóticos sabores, una impresionante cantidad de diferentes postres y para acompañar el menú; un vino de dulce aroma, con un extraño sabor afrodisíaco que provocó un escalofrío al primer trago que Geo le dió y luego de esto permaneció sentada sin consumir más. La vista de Georgina a nublarse poco a poco, su alrededor estaba en continúo movimiento, parecía ser consiente y sentir el movimiento de la tierra, aquél que nadie más percibía.
Los invitados empezaron a degustar cada uno de los platillos, entre risas y charlas la reunión se desarrollaba con naturalidad. Markel y Clemence compartían miradas. Y a medida que el banquete avanzaba, Geo notó cómo todos parecían perder el control de sí mismos, entregados a sus más bajos instintos de gula. Devoraban alimentos en exceso, sin preocuparse por las consecuencias, sus rostros mostraban una mezcla de satisfacción y desesperación.
¿Cómo todos podían comportarse así? Ella era un ángel que jamás perteneció al cielo, no hay nada más divertido que el mismo infierno.
¿Dios? ¿En dónde podemos encontrar a Dios? Comencemos a rezar cuando nuestros ojos se iluminen con los moretones que ellos dejan sobre nuestros párpados. Había estado tan sola por mucho tiempo, tenía miedo de lo que le traería el destino si su vida continuaba así. De cualquier manera no podría convertirse en aquel ser al que se le daba libre acceso al paraíso, después de todo, todos tenemos un poco de maldad ¿Cierto? Y el ser humano es tan ambicioso que no puede hacer el bien sin esperar una recompensa en otra vida.
Todos en el mundo duerme pero ellos están despiertos para custodiar lo que algún día podría ser suyo. Que todos descansen en paz mientras su breve paso terrenal lo permita, tenemos miedo, nadie nunca quiso ser un buen hombre. Oscuridad y tristeza, no hay nada más para ofrecer, dejemos que solo algunos se encarguen de hacer el bien, comamos mientras podamos, disfrutemos de su carne y embriaguemonos con su sangre.
Platos exóticos y extravagantes se extendían ante sus ojos, provocando su apetito y seduciéndola hacia lo desconocido. Las tentaciones eran tan irresistibles que Georgina no pudo evitar ceder a su propia gula. Con cada bocado, su paladar era transportado a un éxtasis nunca antes experimentado. Sabores exquisitos y pecaminosos se fundían en su boca, despertando sensaciones inéditas en su ser. Pero a medida que el festín avanzaba, Georgina comenzó a sentir una opresión en su pecho, una mezcla de placer y culpa que amenazaba con consumirla. ¿Cuál sería la naturaleza de aquellos manjares prohibidos?
La mirada de la joven se encontró con la de un reflejo distorsionado de sí misma en un espejo cercano. Vio cómo su rostro se transformaba, mostrando los estragos de la gula desenfrenada. Era un recordatorio angustiante de que aquellos placeres excesivos tenían un precio.
Entonces Clemence abrió los ojos, aquel no es un lechón sino un recién nacido o almenos algún día lo fue. El vino no era más que sangre, sangre de infantes, no hay nada más puro que un pequeño niño. Ellos son aquellos santos de los que se aprovechan los demonios. Almas bondadosas sin una pizca de maldad en ellos, al menos se encuentran dónde jamás volverán a estar solos.
Algunos degustaban de ojos como si fueran dulces. Pequeñas piernas devoradas como si se tratarán de pollos. Los postres adornados con distintas partes de cuerpos.
—La carne tierna es la más deliciosa ¿Verdad?— le pregunto Beth— Por favor, continúa. Nuestro chef lo preparo especialmente para tí.
¿Continuar? ¿Cómo sería eso posible? Su estómago se revolvió al caer en cuenta de lo que había consumido. A pesar de lo repulsivo que resultaba el escenario en el que se desenvolvía, Clemence tendía a olvidar más rápido la muerte de un amigo que la perdida de un objetivo. Demostrar que ella era tan despiadada como los tiranos que la rodeaban y que su ambición la llevarían a cualquier lado de ser necesario.
—Bienvenida a nuestro banquete de la gula.— susurró Arán detrás de ella.— Es delicioso, no lo desprecies. Tan solo comelo.
En medio de aquel festín desmesurado, Georgina se encontró con sus propios límites. Fue en ese momento que una chispa de conciencia y autodeterminación se encendió dentro de ella. Comprendió que había llegado al punto sin retorno, y debía enfrentar las consecuencias de sus acciones.
Aún así, Georgina dejó los manjares y se alejó de la mesa, abandonando la seducción de la gula. Aceptó si su destino era la muerte y comprendió que el placer efímero no valía el costo de su humanidad.
Detrás de ella camino Markel quien la detuvo antes de que pudiera salir de la mansión.
—No te vayas. Puedes con esto y más.— dijo.
—No, todo esto me supera. No puedo continuar.
—Vuelve a la mesa, te aseguro que todos pasamos por lo mismo.
Mark dió media vuelta para volver a la cena. Geo lo siguió con la mirada mientras un debate mental se hacía presente. Pronto aquella comida se cruzó con su mirada los manjares y las delicias decadentes parecían llamar a Georgina, invitándola a unirse una vez más a la orgía de placer y desenfreno.
Sin más, Clemence volvió a la mesa. El afrodisíaco sabor se apoderó de ella mientras se dejaba llevar por la tentación una vez más. Cada bocado era una experiencia sensorial única, una liberación de inhibiciones y una entrega total a los placeres más indulgentes.
Los límites se desvanecieron mientras Georgina se sumergía en aquel festín desenfrenado. Cada vez más hambrienta, devoraba los alimentos , sin pensar en las consecuencias que ello traería. La culpa y el remordimiento se desvanecieron ante la promesa de satisfacción inmediata.
Pero a medida que avanzaba en su viaje por la gula, Georgina comenzó a experimentar una sensación de vacío. A pesar de la aparente abundancia, se dio cuenta de que nunca estaría satisfecha. La gula insaciable se había convertido en una prisión para su alma, consumiendo su humanidad y dejándola anhelando más.
ESTÁS LEYENDO
Los círculos de clemencia
Mystère / Thriller⚠️ CONTENIDO EXPLÍCITO ⚠️ ¿Qué tanto estás dispuesto a ofrecer para obtener poder?