Capítulo XI: Adulterio.

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18 de Abril de 1994

Con motivo de agradar a Margaret Cottone, el dos de Abril los Scott celebraron una cena para tratar los asuntos relacionados a su unión. De esa noche dependía el futuro de la alianza.

La sala de estar de la mansión Scott estaba impregnada de un aire de elegancia y sofisticación. Margaret Cottone, la mujer de belleza inquietante y mirada penetrante, se encontraba en medio de una conversación animada con los invitados. Su presencia irradiaba confianza y misterio.

En ese preciso momento, Markel  ingresó a la sala. Margaret lo percibió como un hombre apuesto, de porte distinguido y una mirada enigmática que reflejaba su inteligencia. Sus ojos se encontraron y, por un instante, el tiempo pareció detenerse.

Margaret captó la atención de Markel, quien de inmediato se sintió atraído por su magnetismo y carisma. Intrigado por esa mujer que parecía guardar tantos secretos, se acercó a ella con cautela pero también con un interés creciente. El corazón de Markel se llenó de un sentimiento desconocido mientras escuchaba a Margaret hablar con pasión y elegancia. Su belleza y carisma lo cautivaron por completo, y sin poder evitarlo, se sintió atraído hacia ella. Se acercó a ella con cautela pero también con un interés creciente. Margaret le dedicó una sonrisa enigmática y extendió su mano con elegancia.

—Markel, un placer conocerte. He oído mucho sobre ti y tus habilidades.

—El placer es mío. Tu reputación te precede. Pareces saber mucho sobre el mundo y sus misterios.

La conversación fluía entre ellos, tejiendo una red de intriga y seducción. Ambos parecían conocerse de toda la vida.  Margaret compartía sus conocimientos sobre arte, política y misterios ocultos, mientras Markel escuchaba atentamente, atraído por su inteligencia y encanto.

A medida que la noche avanzaba, la conexión entre Margaret y Markel se fortalecía. Había algo magnético en su encuentro, una complicidad que desafiaba las barreras convencionales. Eran dos almas inquietas, sedientas de conocimiento y poder. Sin embargo, en la periferia de la sala, Georgina observaba la escena con una mezcla de dolor y preocupación. Sentía cómo el vínculo que compartía con Markel se debilitaba ante la presencia de Margaret. Una chispa de celos y desconfianza comenzaba a encenderse en su interior.

Esa misma noche, en un arranque de lujuria, Mark y Margaret terminaron envueltos entre las sábanas de la habitación de la mujer, en una casa a las afueras de la ciudad, dónde nadie podría descubrirlos y la pasión mezclada con sus más oscuros deseos podía ser saciada.

La conciencia de Mark se debatía entre el deseo creciente por Margaret y el amor que sentía por Georgina. La tormenta de emociones amenazaba con desgarrarlo por dentro.

Al día siguiente el secreto del encuentro entre el joven Scott y la mujer Cottone no tardó en llegar a oídos de Georgina. La furia y la traición llenaron su corazón mientras confrontaba a Markel.

—¿Cómo pudiste hacerme esto, Markel? Te di mi confianza y mi amor, y tú lo traicionas con esa mujer.

—Geo, no puedo controlar lo que siento. Margaret ha despertado algo en mí que nunca antes había experimentado. Pero tú eres mi hermana, mi compañera, y no quiero perder eso.

Las lágrimas inundaron los ojos de Georgina mientras luchaba por entender lo que estaba sucediendo.

—No puedo soportar verte con ella, Markel. ¿Cómo podemos superar esto? Nuestro vínculo es fuerte, pero esto podría destruirnos.

—¿Y tú? Crees que no llego a mí la información de tu encuentro con Marnaldo.— le reprochó Markel.

El peso de la situación se hizo insoportable para ambos. Clemence, destrozada por la traición, se retiró en silencio, incapaz de encontrar consuelo en ese momento. Sabía que sin él no habria camino que seguir, una traición que al final Clemence tendría que soportar puesto que

Mientras tanto, Margaret observaba desde la distancia, saboreando la tensión y el conflicto que había sembrado. Había logrado despertar el deseo en Markel y había desatado una tormenta en la relación entre los hermanos Scott. Con su ambición despiadada y violencia injustificada, Margaret no tenía intención de renunciar a Markel. Había establecido su objetivo y estaba decidida a hacer todo lo necesario para causar daño a Clemence.

La mansión de los Cottone se volvió el escenario de un enfrentamiento inminente entre Georgina y Margaret. Las dos mujeres se encontraron en la habitación que había Sido testigo de su primer encuentro, ojos llenos de determinación y resentimiento. El aire estaba cargado con la tensión acumulada a lo largo de los días, de rivalidad y manipulación.

Georgina tomó una respiración profunda, controlando su ira mientras enfrentaba a Margaret.

—Este trato de unir nuestras familias ha sido un error desde el principio. No puedo confiar en ti, Margaret. Tus juegos y ambiciones desmedidas han roto cualquier posibilidad de colaboración.

Margaret soltó una risa a modo de burla, para después volver a su mirada fría e implacable.

—Siempre tan ingenua. ¿Acaso esperabas que te permitiera alcanzar el poder sin ningún tipo de resistencia? Yo soy la verdadera líder, y nunca permitiré que tomes lo que me pertenece.

Georgina apretó los puños, sintiendo una mezcla de rabia y decepción.

—Pensé que podíamos unir nuestras fuerzas para lograr algo más grande. Pero me equivoqué al confiar en ti. No eres más que una bruja manipuladora.

—No soy la única que busca el poder en esta familia. Tú también estás dispuesta a hacer lo que sea necesario para tenerlo todo. No me culpes por tu propia ambición desenfrenada.— expresó Margaret a la defensiva.

—¡Basta, Margaret! No permitiré que sigas jugando con mis emociones y manipulando a Markel. Estoy harta de ti.

—Markel es libre de elegir, y parece que ha encontrado en mí algo que tú no puedes ofrecerle.

—¡Cómo te atreves a creerte superior! Markel y yo tenemos una historia, una conexión real. No dejaré que te interpongas entre nosotros.

—Tu ingenuidad te ciega, Georgina. Markel es un hombre de ambición, y yo puedo ofrecerle todo lo que anhela. No te dejes llevar por ilusiones románticas.

La tensión en la habitación era palpable mientras las dos mujeres se enfrentaban, cada una decidida a proteger su posición privilegiada. Los sentimientos encontrados se entrelazaban en un torbellino de emociones.

Georgina dio un paso hacia adelante, sus ojos ardían de determinación.

—No me subestimes, Margaret. Si es una guerra lo que quieres, entonces lo tendrás. No descansaré hasta que hayas sido derrotada y haya protegido a mi familia de tu influencia tóxica. ¡Rompo el trato que teníamos, nuestras familias no se unirán más!

—Así sea, Clemence. No necesito tu alianza para lograr lo que quiero.

Con eso, ambas mujeres se separaron, dejando en claro que su alianza había llegado a su fin. El trato de unir sus familias se había roto en mil pedazos, y el futuro se presentaba incierto y lleno de confrontaciones. El futuro se presentaba incierto. Cada una tendría que enfrentar las consecuencias de sus acciones y tomar decisiones que definirían sus vidas. El camino hacia la redención, la reconciliación o el desenlace final estaba por descubrirse, y solo el tiempo revelaría qué les deparaba el destino.

Los círculos de clemenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora