27 de Enero 1994
Clemence fue desnudada en la entrada a la mansión, Aran; vestido con una túnica roja, le colocó una tela negra para cubrir su mirada. Tomó su mano y comenzaron a caminar, la mujer escucho el fuerte rechinido de las gigantes puertas de madera que hicieron eco por todo el salón. Podía escuchar el sonido de sus pies cayendo sobre el mármol que cubría el suelo. En medio del salón se encontraba una cama pequeña con sábanas de color rosa y un velo que la cubría por encima. Arán hizo que Clemence se acostara en ella, pronto pudo escuchar los pasos del hombre marchandose del lugar.
Las luces se encendieron iluminando solo la cama de Georgina. Ella supo que por fin podría descubrir su mirada. Al quitar por completo la venda, se encontró con un hombre de túnica negra y máscara de macho cabrío. El hombre sostenía una daga entre sus manos, las cuales se encontraban elevadas sobre el cuerpo de Clemence. Ella observaba con nerviosismo, sus ojos reflejaban el miedo, sin embargo, tenía muy presente que no podía escapar de allí. El sujeto procedió a hacer un corte en el pecho de la mujer, aventó la daga hacia algún lugar de la habitación y por fin quitó su máscara.
Aquel hombre era Ralph Belrose. Clemence pudo observar como en las paredes del salón había pinturas lascivas, los peores pecados cometidos en nombre de la lujuria se encontraba retratados en cada rincón. Ralph bebió sangre de la herida de Clemence y le entrego un camisón blanco y un pequeño conejo de felpa. Lo último que hizo fue besarla con fuerza, acariciando cada parte de su cuerpo y salió de la habitación. La mujer se percató de que había algunas personas observando desde el segundo piso de la mansión. Empezó a vestirse con el camisón, en aquel momento alguien llamo a la pequeña puerta que se encontraba al fondo del salón, está se abrió luego de unos segundos.
Conocía este lugar, peor que una pesadilla. Estas personas estaban jugando con su cordura reviviendo una trágica escena de su vida. Paul, vestido como aquel hombre que una vez había hecho daño a Clemence, entró mostrando un porte firme. Pronto la joven mujer se encontraba devuelta en su habitación a los 16 años, Paul había dejado de ser él mismo solo para transformarse en Ercan, una lúgubre canción acompañaba el escenario. El hombre hizo a Geo sentarse en la cama sobre sus rodillas, la golpeó en el rostro, ella ni siquiera se percató del momento en que él había alzado la mano, para después sujetarla del cuello.
—Dijiste que preferias el dolor— gruñó.
—No mentí— contesto Georgina con una sonrisa retadora.
—Demuestramelo— ordenó Paul.
El hombre tomó a Clemence por el cabello y la hizo caer boca abajo. Amarro por detras las manos de la mujer con la tela que antes cubrían sus ojos, ella permanecía inmóvil, parecía que por fin había aceptado su destino. Paul ni siquiera esperó a que Geo lubricara, con rudeza entró en ella una y otra vez. Nada estaba prohibido, él podía hacer lo que quisiera; entrar dónde más le gustará. Así que, ya que no existían los límites, porqué no sodomizar a la mujer más hermosa de los Scott, gozar de un privilegio que nunca antes había tenido sobre ella. Clemence comenzó a llorar y gritar, podía sentir que se estaba rompiendo por dentro, sentía que pronto se quedaría sin voz o antes de que eso sucediera caería desmayada por el dolor. Pero esto no sucedió, después de treinta minutos en los que termino por acostumbrarse al sufrimiento sintió un líquido dentro de ella que poco a poco salió y cubrió sus piernas, por fin; Paul había terminado, o al menos eso creyó. El hombre volvió a tomarla del cabello levantado su cabeza, se acercó a ella y comenzó a besarla, mordió sus labios hasta dejarlos hinchados, sus besos se combinaban con sangre.
—Aún no— le dijo.
Paul sacó de debajo de la cama una caja, esta contenía una vela negra y fósforos. El hombre encendió la vela, cuando se comenzó a consumir dejó que la cera cayera en la espalda y piernas de Clemence, él acercaba cada vez más el objeto para que la mujer sintiera el calor quemando su cuerpo. Trataba de permanecer quieta, pero esto resultaba imposible, gemía de dolor y al mismo tiempo por placer, el placer que le generaba pensar en la escena que estaba viviendo, se imaginaba como una espectadora más, observando la manera en que utilizaban su cuerpo cómo si se tratara de una muñeca sin sentimientos.
—Muy bien— le susurró Paul. Besó por última vez los labios de Georgina y se marchó.
Perfecto parecía que todo había terminado, nadie más apareció por unos minutos, aún así ella permanecía inmóvil, exhausta.
—¿Quién es tu hermano favorito?— preguntó una ronca voz haciendo eco por todo el salón.
Clemence se quedó en silencio. No podía dar una respuesta inmediata pues de esto podría depender el siguiente pecado. Adam estaba fuera de la lista, a pesar de ser el hermano a quien más amaba; su cariño era sincero, como el que cualquier hermana. Franco era un "no" definitivo. ¿Jacob y Markel? Markel siempre le había parecido atractivo, si tenía la oportunidad de ser suya entonces la tomaría.
—Mark— respondió apenas con un hilo de voz.
Nadie más habló. De nuevo pasaron algunos minutos. La pequeña puerta se abrió de nuevo, Markel entro, deshizo el nudo que mantenía a Clemence sin poder moverse, ella se sentó en una orilla de la cama.
—Demuestrale tu amor.— la voz se manifestó una vez más.
—¿Qué debo hacer?— le preguntó Clemence a Mark en un susurro.
—Ya te lo han dicho.— se limitó a contestar.
Mark se recostó detrás de Geo, ella permanecía sentada dándole la espalda. Se sentía tan cobarde de no poder tomar esa iniciativa, con él en ese traje negro que lo hacía ver tan guapo, ella se sentía tan intimidada. “Besalo, besalo” se repetía una y otra vez, sabía que en el momento en que sus labios se juntaran él se apoderaria de la situación. Cerró sus ojos y dió un largo suspiro. No lo pensó más y se abalanzó sobre Markel, comenzó a besarlo, un apasionado beso que carecía de violencia, esa es la manera en que ella quería ser amada.
—Rogaba porque me eligieras.— le reveló— Mi mayor deseo era sentir tu cuerpo así; completamente desnuda.
Clemence sonrió. No contestó pues sabía que sus actos contaban más que sus palabras. Desabrochó la camisa blanca de Mark, en cada momento lo miró directo a los ojos, siguió el pantalón. Dejando un camino de tiernos besos desde su cuello hasta su entre pierna, era lo mejor que le podía ofrecer, nunca antes había hecho una felación, qué mejor que su primera vez fuera con el hombre que la volvía loca desde hace varios años atrás. Demasiado grande para comerlo todo, Geo hizo un esfuerzo por manterlo hasta lo más profundo de su garganta. Si este era el verdadero infierno entonces no tendría problema con pasar el resto de su vida dentro, un infierno donde los placeres no sean castigados, dónde los crímenes sean los juegos que divierten a los niños aburridos.
Markel no podía soportarlo más, necesitaba sentir a Clemence, si ella seguía con esos movimientos entonces terminaría en cualquier momento y no podía permitirselo. Con delicadeza levanto el rostro de la mujer, era hermosa incluso con gotas de sudor sobre su frente y el maquillaje corrido, está vez él tomaría el control; hizo que Clemence se acostara, abrió sus piernas y entro con cuidado en ella. Ella se retorcía entre las sábanas y sus ojos le indicaban lo mucho que lo disfrutaba.
Una gran puerta se abrió, los nueve hombres restantes entraron acompañados de mujeres de diferentes edades, Clemence lo confirmo, no tenían límites. Él salón se inundó de aquellos sonidos que se producían en la unión de dos cuerpos, algunos llantos y otros gemidos. Markel y Geo se olvidaron del ambiente que los rodeaba, por un momento ellos eran los únicos dentro de la habitación, dos personas unidas por sangre que cometían un crimen, un crimen tan bello, un pecado tan exitante del que les costaba arrepentirse. La velocidad aumentaba, el deseo todavía no terminaba, continuarían las veces que fueran necesarias. Markel terminó dentro de Clemence, permanecieron un momento así; unidos el uno con el otro.
—Te amo— susurro Markel.
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Los círculos de clemencia
Mistero / Thriller⚠️ CONTENIDO EXPLÍCITO ⚠️ ¿Qué tanto estás dispuesto a ofrecer para obtener poder?