Capítulo V: Oscuro Amor

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29 de Enero de 1994

Dos días después de la fiesta Markel citó a Clemence en su oficina en el centro de reunión de las cuatro familias, esto con la excusa de tratar asuntos relacionados con los negocios de su padre, además del tratado que se llevaría acabo en semanas posteriores.

La familia Cottone, se caracterizaba por su individualidad, su origen y primeros registros se remotan a hace más de mil años, una familia de banqueros que no necesito de alianzas para hacerse de poder pues ellos nacieron poseyendo un máximo dominio sobre el mundo entero, sin embargó y a pesar de los enlaces matrimoniales, ellos no tenían ninguna intensión de unir fuerzas, tampoco tenían necesidad de hacerlo. Gabriel y su esposa Margaret Cottone eran los actuales líderes de su familia, junto a ellos gobernaba también Marnaldo (hermano de Gabriel), una tríada despiadada, dispuestos a todo por preservar su poder. Se decía que Marnaldo asesinaba a cada una de sus esposas luego de que estás engendraban a sus hijos, esto para que ellas no se aprovecharán de su poder. La historia de Margaret y Gabriel no era menos macabra, puesto que aquella mujer creció como la joven hermana de los Cottone, más tarde se descubrió que ella había sido adoptada por su madre Milena, para evitar ser asesinada por su esposo a falta de una hija en su familia. La niña creció sedienta de poder y más tarde se encargó de enamorar a Gabriel, puesto que está era la única manera en que todas las vidas se encontrarían a su potestad.

Lamentablemente está misma individualidad era lo que los estaba acabando. Los Scott se habían acercado a ellos con el fin de proponer una coalición que beneficiará a amabas partes, sin embargo, los Cottone se negaron rotundamente. Adam no descansará hasta escuchar una respuesta afirmativa y aunque no ha solicitado la ayuda de sus hijos, ellos están dispuestos a hacer lo que sea necesario para demostrar su valor.

Markel y Georgina discutieron diferentes propuestas para presentar a Gabriel, más sabían que ninguna resultaría tan encantadora para aquel líder.

Se repente, el silencio que invadía al edificio se vio perturbado por gritos provenientes de una pelea que se sucitaba en el tercer piso, en el cual se encontraban las oficinas de los Ferrer.

—¿Esos son gritos?— cuestionó Clemence a Markel.

—Por que no vamos a averiguar.— contesto esté mientras se acercaba a su computadora para revisar las cámaras de seguridad.

Las cámaras arrojaron la dramática escena de una pelea entre Levana Nyevelt y Donatella Belrose.

—¡Donatella eres una maldita ramera! ¡Tú y todas las mujeres Belrose lo son!— gritaba Levana Nyevelt mientras corría a golpes a la mujer que había encontrado con su esposo: Esteban Ferrer.— unas interesadas que se venden al que mejor posición les dé.

—Por que no ayudamos a Dona— cuestionó Clemence sin poder dejar de observar la escena. 

—No podemos, se lo merece.— contesto Markel— Ella no fue discreta y ahora paga las consecuencias.

—¡Todas lo somos!— contesto Donatella al mismo tiempo que detuvo la mano de Levana, quién estaba por abofetearla.— Incluso tú; hija de la amante de Louis. Al no tener oportunidad en tu propia familia buscas comodidad en los Ferrer.

La joven Belrose dejo sin palabras a Levana, por lo que no le quedo más que dar la vuelta y entrar a la oficina de su esposo.

—Las mujeres Belrose son las más hermosas.— afirmó Markel.

—¿En verdad?

—Claro, todas poseen un conjunto de características que hacen que todos las deseen. Ningún hombre dejaría ir a una Belrose y ellas son consientes de su belleza, por eso no dudan en aprovecharla. Alguien me ha dicho que ellas están celosas porque una mujer comienza a acaparar esa belleza, una Scott de nombre Clemence.

—Mientes.

—No lo hago.— Markel se acercó a Geo, comenzó a acariciar su mejilla— Mi hermosa Clemence.

—¿Hermosa? ¿De repente quieres robar la personalidad de Adam?

—Claro que no, el no podría quererte igual que yo. Hablando de las Belrose, quiero contarte de alguien.

—¿Me perdí de algún amor?

—Miranda Belrose.

—¿Alice?

—No, mira esto.— respondió entregándole un libro— Libro generacional de los Belrose, el original, dirígete a la página noventa y dos. Miranda Raquenelle Belrose, madre de Markel.

—¿En dónde está?

—Está muerta. Descubrí su secreto hace tres años, entonces entendí el desprecio de Adam; no soy su hijo.

—Eso nos hace casi iguales, yo sin ser hija de Victoria. Y tú un verdadero Belrose.

—Con esto podría reclamar poder en mi familia. Ningún hijo de Alexis es competente. Soy la única esperanza de los Belrose.

—Siempre he confiado en tí como un líder nato.

—Lo sé. Geo, me gustaria revelar que...— y ella asintió— desde la fiesta, no he dejado de pensar en tí. He confiado este secreto como muestra de mi amor y si aún queda duda me aseguré de castigar a quienes te han hecho daño. Mañana saldrá la noticia, Ercan está muerto. Incluso, podría asesinar a Adam, sólo por tí.

Y los ojos de Georgina brillaron con una mezcla de emoción y temor.

—No me gusta esto.— reveló.

—¿Cómo quieres que sea?

—Sabes que incluso cambiando el mundo, esto no es posible— le contesto Clemence.

—Entonces no te amaré frente al mundo. Me bastan con las sombras. No temas, no será nuestro peor crímen. Juntos el mundo estará a nuestros pies.

—El mejor equipo.— dijo para sí misma mientras las palabras de Markel le hacían eco en la mente.

—Sé que tú sientes lo mismo, niegalo si me estoy equivocando ¡Házlo!— pero Geo permaneció en silencio— Lo ves, yo jamás cometo un error.  Cuando estuve en la universidad, había una mujer, una mujer diferente, nunca podría confundirme. Entonces tú tenías catorce años, eras solo una niña. No me explico cómo lo hiciste. Tú eras esa mujer. Ahora que te encontré no puedo dejarte ir.

La revelación de su amor había llegado en el momento más inesperado, y aunque Clemence sabía que debía luchar contra aquellos sentimientos, la ambición y la sed de poder parecían nublar su juicio. Al mismo tiempo sabe que si no fuera por sus hermanos no sería feliz, una vida vacía casi como la de su pequeña hermana Alice, quien no cuenta con nadie solo por ser la menor. Ahora sólo con saber que alguien está esperando por ella representa un razón para vivir.

Entonces Markel tomó las manos de Clemence sacándola de sus pensamientos y buscando incesablemente su mirada.

—Geo, nuestro amor puede ser nuestro mayor activo en esta búsqueda de poder. Juntos, como equipo, seremos imparables. Podemos gobernar el mundo y moldearlo a nuestro antojo

El mundo podría ser suyo, llevando el mundo debajo del brazo, manejandolo solo como ellos saben. Cualquier tema que involucre el poder absoluto le interesa a Clemence. Sabía que unir fuerzas con Markel solo aumentaría la ambición que ya ardía en su interior. Pero también comprendía que, al ser criados como hermanos, se entendían de una manera única y podían confiar el uno en el otro.

—Mark, un amor así es peligroso. Si Adam lo descubre haría de todo con tal de separarnos. Pero también acepto que esta es una fuerza que puede impulsarnos a lograr grandes cosas.— confesó, su voz estaba cargada de anhelo.— Si estamos dispuestos a asumir los riesgos y enfrentar las consecuencias, juntos podemos alcanzar un poder inimaginable.

En ese instante, una oscuridad aún más profunda se cernió sobre sus almas. Clemence y Markel habían desatado una fuerza destructiva, una ambición desenfrenada que los llevaría por un camino de poder y dominación sin límites. Dispuestos a luchar contra el mundo, a enfrentar obstáculos y desafiar la moralidad, todo en nombre de su ambición compartida.

Sus miradas reflejaban una complicidad tenebrosa y un deseo de conquista desmedido. Habían aceptado un amor digno del peor castigo y se habían convertido en un equipo dispuesto a enfrentar cualquier desafío para gobernar. El destino de Georgina y Markel quedaba sellado, y solo el tiempo revelaría qué precio pagarían por ello.

Los círculos de clemenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora