Capítulo XXI: Mártires.

15 5 10
                                    

18 de Julio de 1994

El sombrío cielo se arqueaba sobre el lugar del funeral, donde familiares y amigos se habían reunido para despedir a Lildia Rachel Scott. La atmósfera estaba cargada de tristeza y pesar, mientras todos recordaban a la joven y lamentaban su repentina y tragica partida.

El cortejo fúnebre avanzaba lentamente hacia la tumba, seguido por una procesión de dolientes con rostros bañados en lágrimas. El ataúd de Lildia reposaba en el centro, cubierto de flores blancas y rodeado de un aura de melancolía.

Clemence se mantenía en silencio en medio de la multitud, su rostro sereno pero con una sombra de culpabilidad en sus ojos. Nadie sospechaba que ella era responsable de la tragedia, ya que había logrado ocultar su oscuro acto de violencia bajo un velo de misterio.

Los discursos se sucedían, llenos de elogios y palabras emotivas hacia Lildia. Sus seres queridos compartían anécdotas y recuerdos, tratando de encontrar consuelo en medio de la pena abrumadora.

En medio del dolor, Clemence caminó con paso decidido hacia su tío Rodrigo, quien se encontraba rodeado de familiares y amigos. La joven sabía que debía mantener las apariencias y brindar sus condolencias como cualquier otro miembro de la familia, a pesar de que el dolor le sentaba tan bien a Rodrigo.

Con la mirada fija en el suelo, Georgina se acercó lentamente a Rodrigo. Los murmullos y los sollozos llenaban el ambiente, creando una atmósfera de tristeza y pesar. A medida que se acercaba, el corazón de Georgina latía con fuerza, consciente de la mentira que estaba a punto de pronunciar. Finalmente, llegó junto a su tío. Rodrigo la miró con ojos enrojecidos por el llanto y le ofreció una triste sonrisa. Georgina intentó encontrar las palabras adecuadas, pero su voz parecía atrapada en su garganta.

-Tío, lamento profundamente la pérdida de Lildia. Era una persona maravillosa y su ausencia dejará un vacío en nuestras vidas.- pronunció con voz entrecortada- Ningún hombre merece asistir a la muerte de una de sus hijas.

Rodrigo asintió, agradeciendo las palabras de Georgina, pero su mirada reflejaba el dolor profundo que sentía. Clemence deseó poder decir la verdad, confesar su papel en la muerte de Lildia y hacerle saber a su tío que el destino le estaba cobrando la muerte de una inocente en el pasado.

-Gracias, mi pequeña Geo. Es un momento difícil para todos nosotros.- respondió Rodrigo con voz quebrada- Tus palabras significan tanto, siempre te he visto como una hija más.

Ambos se abrazaron en un gesto de consuelo mutuo y posteriormente Clemence se apartó lentamente de Rodrigo, sintiendo un nudo en el estómago.

Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de los presentes, cuando el ataúd de Lildia comenzó a ser bajado a su última morada. El sonido del tierra cayendo sobre la tumba resonaba en el aire, marcando el final de una vida joven y prometedora.

-Clemence- hablo Franco en un susurró, detrás de ella- Debo ser yo el que te diga que no te queda el papel de mártir en esta historia.

Georgina lo miró, sorprendida por sus palabras. Esperaba algún tipo de comprensión o apoyo por parte de su hermano, pero en cambio, se encontraba con una postura de firmeza.

-Franco, ¿qué quieres decir?- preguntó Georgina, confundida y herida por su respuesta.

Franco suspiró, buscando las palabras adecuadas para expresar su opinión.

-Tan solo me sorprende lo buena actriz que eres. Violencia era la fiesta, mirá que invitar a nuestra propia prima. Te advertí que no involucraras tus sentimientos.

Las palabras resonaron en los oídos de Georgina, golpeándola con fuerza. Comenzó a comprender lo que Franco quería decir: no podía usar sus acciones como una excusa para justificar sus actos violentos.

-Nada de eso, hermano. No fue mi culpa, se atravesó en mi camino.

-Perder la humanidad. Lo estás haciendo perfecto.- dijo por último su hermano y ambos se abrazaron demostrando su pesar por el fallecimiento de Lildia.

Después del funeral, las personas se dispersaron lentamente, llevando consigo el dolor y el recuerdo de Lildia. Georgina permaneció en silencio, observando la tumba en silenciosa contemplación.

La verdad quedaba enterrada junto con Lildia, y Georgina cargaba con el peso de su culpa en lo más profundo de su ser. Ahora, más que nunca, se preguntaba si algún día encontraría redención y paz interior por sus acciones. El funeral de Lildia quedó en la memoria de todos como un triste adiós a una vida joven truncada, sin sospechas ni indicios de la verdad que yacía oculta bajo el silencio sepulcral.

La muerte de Lildia Scott, aunque trágica y lamentable, fue un suceso que quedó envuelto en un misterio difícil de resolver. Las circunstancias que rodearon su fallecimiento dejaron a todos desconcertados y sin respuestas claras.

Los médicos y forenses contratados especialmente por la familia Ferrer, realizaron exhaustivas investigaciones para determinar la causa exacta de su muerte, pero los resultados no arrojaron evidencia concluyente. No había signos de violencia externa ni de alguna enfermedad preexistente que pudiera explicar su deceso.

Georgina, se aseguró de borrar cualquier evidencia que pudiera vincularla con el trágico suceso. Planificó cuidadosamente su coartada y manipuló las pruebas para desviar cualquier sospecha que pudiera recaer sobre ella.

El misterio de la muerte de Lildia persistió, y la verdad se mantuvo oculta para siempre. La familia y los amigos de Lildia nunca supieron la verdadera historia detrás de su fallecimiento. Finalmente se concluyó en un suicidio, una respuesta rápida y creíble que convenció a la familia puesto que la joven sufría de una profunda depresión de la que las personas ajenas a sus padres desconocían.

Los círculos de clemenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora