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Las lágrimas no dejaban de salir de mis ojos, ahora algo más lentas, pero igual de dolorosas.

Ya había evitado al menos dos veces hacerme daño, aunque sí que había golpeado el asiento de alante, era mejor para mí hacer como que eso no contaba.

Necesitaba estar ocupada, porque estaba claro que no iba a poder dormir y cada vez había más recuerdos en mi cabeza. Recuerdos que quería olvidar. Eso fue lo que me llevó a salir del coche.

Y me dio igual que fuera de noche, que la escasa luna visible estuviera alta en el cielo y fuese la única fuente de luz.

Cogí mi arco y me adentré en el bosque con las lágrimas cayendo poco a poco.

Empecé a moverme mientras lanzaba flechas a los árboles, para luego cogerlas y repetir el proceso.

Mi hermana me había obligado a hacer eso millones de veces, la mayoría en movimiento, para mejorar mi puntería. Puede que por eso de vez en cuando me vinieran recuerdos de aquellos días.

Días felices en los que yo tenía menos de diez años y mi hermana no muchos más. Pero ella siempre era la voz cantante, ella mandaba y ella era la profesional del arco. Y yo siempre la hacía caso.

O casi siempre.

Respiré hondo mientras andaba con la cuerda del arco rozándome la mejilla. Siempre me había gustado notarla antes de disparar la flecha.

Clavé la mirada en el centro de uno de los muchos troncos y solté la cuerda. La flecha cortaba el aire con un silbido justo antes de clavarse exactamente donde yo quería.

Caminé hasta donde estaba la flecha, la cogí y me la guardé en el carcaj para seguir caminando. Probablemente más tarde tendría que preocuparme por cómo volver a la carretera, pero en ese momento, solo me importaba no pensar.

Ni siquiera me daba cuenta de que era difícil saber lo que había a mi alrededor. Estaba tan oscuro que las siluetas eran imposibles de localizar y solo los árboles se veían por la luz de la luna.

Mis botas militares y el silbido de las flechas eran los únicos sonidos que se interponía en la noche, además de un par de búhos de vez en cuando.

Por eso, cuando oí el crujido de las hojas secas y me di cuenta de que yo no era la causante, un temblor me recorrió todo el cuerpo.

Ahí se activó la parte lógica del cerebro. Aquella que me gritaba que había sido una muy mala idea irme sola, sin avisar y a oscuras al bosque. Y fui consciente de que nadie podría ayudarme si me pasaba algo, porque no sabían dónde estaba.

Respiré con cuidado, agudizando el oído para averiguar de dónde venía el crujido y alejarme todo lo posible. De hecho, no habría estado mal volver a la carretera, si hubiera sabido el camino para hacerlo.

𝐅𝐔𝐋𝐋 𝐌𝐎𝐎𝐍 || ᴅᴀʀʏʟ ᴅɪxᴏɴ (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora