❝𝒀 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒍𝒂 𝒍𝒖𝒏𝒂, 𝒅𝒆𝒃𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒑𝒂𝒔𝒂𝒓 𝒑𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒔𝒆𝒔 𝒅𝒆 𝒗𝒂𝒄𝒊𝒐 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒔𝒆𝒏𝒕𝒊𝒓𝒏𝒐𝒔 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒍𝒆𝒕𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒐❞
Cassandra Harper, rota desde hacía mucho tiempo, con heridas que no cicatrizan y una mirada gélid...
Estuve todo el viaje de vuelta a la prisión mirando por la ventana, evitando que cualquiera de los presentes me viese llorar.
Las lágrimas salían despacio, por suerte, pero eran muchas y cada vez eran más. Lo más problemático era mi respiración, cada poco tiempo tenía que controlarla para intentar no acabar en un ataque.
Y frenar a mitad de camino no ayudó para nada. Rick, Maggie y Glenn salieron del coche para despejar el camino y me obligaron a quedarme dentro. Mi pierna tampoco tenía pinta de poder aguantar mucho.
Oí a los tres discutir fuera del coche y simplemente podía pensar en que Daryl ya no estaba ahí. En que había hecho lo correcto, pero me dolía como el infierno que se hubiera ido. Porque aunque lo entendía, algo dentro de mí esperaba que se quedara conmigo.
Aún tenía las palabras en la garganta, porque sabía lo que sentía por él, sabía que le quería. Pero cada vez que quería decírselo, se me atascaba, pensando que tal vez él no sentía lo mismo. Tal vez solo le gustaba un poco, solo eso.
Y ver que se iba así, no hacía sino darme razones para pensar que él no pensaba lo que yo.
Las lágrimas empezaron a salir con más fuerza mientras veía a los tres de fuera discutiendo y gritándose.
No le mereces. No te quiere. No te quiere.
Me sujeté la cabeza con las manos, ahora no podía escuchar a mi propio cerebro, porque sabía que eso acabaría peor, sabía que sería mucho peor.
No mereces nada. No mereces nada. Mereces lo mismo que ella.
Ya ni siquiera podía controlar mi respiración y mis manos no tardaron en empezar a temblar. Intenté secarme las lágrimas como pude, pero no paraban de salir.
Se ha ido. Por ti. No te quiere.
Me arranqué la venda que cubría mi muñeca y miré las cicatrices mientras las lágrimas resbalaban por mis mejillas.
Eso me lo había hecho yo. Cada vez que mi padre me gritaba. Cada vez que pensaba en lo que le había hecho a mi hermana. Ahora me ardía el pecho y no quería actuar de la misma forma.
Pero esa estúpida voz seguía gritando dentro de mi cabeza y no podía pararla de ninguna forma. Mis manos no respondían y lloré todavía más cuando me encontré a mi misma sacando el cuchillo.
-No.... Joder... -apreté los dientes tragué saliva.
No quería hacerlo. No otra vez. No podía volver a empezar. Hacía mucho que no me hacía daño, había progresado.
No te quiere. Se ha ido. Por tu culpa.
Cuando mi mente se calló, las lágrimas se realentizaron y mi respiración se calmó. Pero ahora me sangraba la muñeca. Siempre era la única forma de que mi cabeza se callara.
