❝𝒀 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒍𝒂 𝒍𝒖𝒏𝒂, 𝒅𝒆𝒃𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒑𝒂𝒔𝒂𝒓 𝒑𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒔𝒆𝒔 𝒅𝒆 𝒗𝒂𝒄𝒊𝒐 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒔𝒆𝒏𝒕𝒊𝒓𝒏𝒐𝒔 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒍𝒆𝒕𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒐❞
Cassandra Harper, rota desde hacía mucho tiempo, con heridas que no cicatrizan y una mirada gélid...
Abrí los ojos con lentitud, sintiendo que me ardía el muslo, tratando de bajar la mirada hasta mi pierna. No tardé en descubrir el agujero sangrante que tenía en ella, más grande de lo que me habría gustado.
Traté de moverme un poco, pero a cada ligero movimiento un latigazo de dolor me recorría todo el cuerpo. Intenté ubicarme, descubriendo una sala bastante oscura y fría a mi alrededor. Estaba claro que seguía dentro de Woodbury.
Inspiré hondo viendo como la sangre seguía borboteando de mi muslo. Tenía que parar eso cuanto antes.
Me arranqué la manga de la camiseta y apreté los dientes mientras me rodeaba la pierna con la tela. Hice un nudo y apreté todo lo posible, incluso aún sintiendo que me faltaba el aire y me dolía como el infierno.
La tela de mi camiseta ya había comenzado a mancharse de rojo cuando la puerta se abrió y un hombre la atravesó. Era alto, con un parche tapándole el ojo y un chaleco bastante feo. Nada más verlo supe perfectamente de quien se trataba.
-Eres muy lista, además de guapa -dijo, señalando la tela que ejercía presión en la herida-. Estoy deseando verte en la función.
¿Función?
No aparté la mirada de él, mientras con una sonrisa se acercaba a mí y me rozaba el hombro. Sentí que se me aceleraba el pulso al sentir que llevaba el rifle junto a él.
-Oye, preciosa, estoy deseando que salgas, pero no puedes ir así -chasqueó la lengua un par de veces a modo de desaprobación.
Tragué saliva mientras se movía con alegría por detrás de mí y me pellizcaba la camiseta ahora con una sola manga.
-Esto es desastroso, quitátelo, vamos.
Al notar que se refería a mi camiseta, me recorrió un escalofrío. Estaba claro que no pretendía darme una prenda más limpia. Y después de haber visto a Maggie con la camiseta de Glenn, me imaginaba lo que quería.
Miré al hombre apretando los labios. No tenía demasiadas opciones.
-Preciosa, no tengo todo el día -movió la mano-. El otro tirador está en la sala de al lado, espero que siga bien... Ya sabes...
Estaba claro que hablaba de Daryl, y la amenaza no había sido demasiado sutil. No quería hacerlo, pero era Daryl, y lo último que quería era saber que él estaba sufriendo.
Miré al Gobernador, no se traía nada bueno entre manos. Se ma había acelerado todo el pulso y notaba como me palpitaba la herida de bala.
Una especie de miedo mezclado con el asco, empezó a acumularse dentro de mí. Con un nudo en la garganta, me quité la camiseta, dejando todo mi torso expuesto a excepción de la prenda que cubría mis senos.
