CAPÍTULO 29

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Su pierna le pedía a gritos que parara. Todo su cuerpo.

Ahora que Cere se encontraba libre del control mental de Orul empezaba a ver las cosas de otra manera.

Había sido demasiado dura con Cal. El chico había caído una vez en la tentación del lado oscuro y ella era conocedora de lo que costaba salir de él, si es que se conseguía. La mayoría de los Jedi, una vez habían caído, no volvían. Un ejemplo era su antigua pupila, a la que seguía queriendo a pesar de todo lo que había pasado.

Cal había encontrado en Merrin una compañera. Y Cere debía aceptar que los tiempos habían cambiado, que quizá podría ceder en algunas cosas. No compartía la visión de Cal, pero debía haberlo dejarlo ir, después de todo, Cal ya no era un Padawan, ella misma se encargó de convertirlo en un caballero Jedi.

Pero todo eso no importaba ya. Cal había muerto, por su culpa. Cere había sido débil y había dejado que controlaran su mente.

Pensándolo con claridad, era imposible que consiguiera alejarse lo suficiente como para descansar y volver. En ese lapso de tiempo Orul podría conseguir lo que se proponía. Merrin no era más que otra víctima de aquella mujer cruel.

Cere suspiró y se volteó. Intentó ignorar el dolor de su pierna herida.

- Por ti, Cal Kestis.

Y con eso como lema para su lucha, la mujer caminó sobre sus pasos, dispuesta a acabar con el peligro.

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El despertar fue brusco.

Se sintió como si llevara horas aguantando la respiración y, desesperadamente, cogió una bocanada de aire grande para recuperar todo ese aire. Pero al hacerlo de aquella forma tan precipitada se ahogó y comenzó a toser torpemente.

Al por fin estabilizarse y sentir que respiraba con normalidad se miró a sí mismo. Estaba completamente lleno de sangre. Con cierto temor de encontrarse la herida en su pecho lo palpó con cuidado y descubrió con satisfacción que, efectivamente, se había curado. El dolor era apenas un atisbo de lo que había sido.

Tras esa pequeña comprobación afinó sus oídos y escuchó un murmullo constante. Lo reconocía. Era como la primera vez que había visitado Dathomir, se trataba de Merrin conjurando algo.

- No, Merrin, para...- Murmuró él.

Con menos esfuerzo del que creía que necesitaría se levantó del suelo y buscó a su amiga con la mirada. La vio casi a su lado, detrás de un círculo en el que descubrió que estaba él, su pelo estaba completamente despeinado, su rostro estaba algo húmedo y sus ojos hinchados como si hubiera estado llorando.

Tenía que pararla.

Cal saltó hacia la chica con tal ímpetu que hizo que ésta cayera al suelo, ya que no se lo esperaba para nada y estaba absorta recitando el conjuro. Cuando ella se sintió en el suelo, asustada y por acto reflejo utilizó su magia para quitárselo de encima.

- ¡Merrin! Tienes que parar. Soy yo, Cal.- Dijo él, intentando hacerla volver en sí.

- ¿Cal?

La duda se apoderó de la chica y sus ojos vacíos se dirigieron a él sin comprender qué estaba pasando.

Tan concentrado como había estado, el chico no se había percatado que enfrente de la joven se estaba formando la silueta de una mujer. Una silueta que cada vez tenía más forma y que ahora lanzaba un cuchillo, muy bien afilado, al pecho del chico, al lugar donde antes había tenido la herida.

No sigas la oscuridad que hay en míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora