—¿Qué? —dijo Valentina sorprendida.
—Supongo, que no podemos confiar en una aplicación infernal, ¿verdad? —respondió Madiel con un tono ligeramente cómico, incluso trato de esbozar una leve sonrisa, pero rápidamente volvió a su actitud triste.
—¿Pero cómo? No entiendo, me habías dicho que habían perdido contacto desde lo que ocurrió en la fiesta.
—Mi hermano la buscó —respondió Madiel —luego de nuestro encuentro el día anterior, fue hasta mi departamento y encontró mi celular. Al revisarlo vio la aplicación. No conocía mucho del tema, pero buscó toda la información en Internet y encontró los casos de suicidios.
En el historial del teléfono, vio todas las llamadas que recibí del número desconocido, los tiempos que duraron las llamadas. Incluso intentó llamar de vuelta, pero solo respondía una operadora telefónica, diciendo que ese número no existía. Gracias a Dios me hizo caso, y no se atrevió a probar la aplicación con sus datos, pero si entró y encontró el mensaje final, ese que decía que mi alma no estaba condenada al infierno.
—¿Cómo logró dar con Yoselin? —preguntó Valentina.
—La casa de sus papás queda a media hora de donde vivía con mí mamá, al parecer está viviendo en Ecuador desde hace unos años, pero justo estaba de visita en Venezuela por dos meses, Fue ella quien le abrió la puerta a Javier cuando llegó a su casa.—Entiendo —dijo Valentina, asintiendo con la cabeza —¿y cómo te lo tomaste? ¿El encontrarla en tu habitación ese día?
—Horrible. Comencé a gritar como loca cuando la vi, pensaba que su espíritu había venido a buscarme. Entre ella, mi hermano y una enfermera, tuvieron que sujetarme fuerte para evitar que saliera corriendo. Yoselin me agarró por mi cabeza con ambas manos y mirándome a los ojos me pidió que me calmara, que era ella en verdad, y que por favor tratara de calmarme.
Necesité media hora para poder tranquilizarme. Javier la había llevado para tratar de convencerme de que todo lo que le había contado no fue real, que lo había imaginado. De verdad dudé en ese momento, pero entonces Yoselin comenzó a llorar enfrente de nosotros, desabotonó las muñequeras de la camisa que estaba usando, y al levantarlas pudimos ver las cicatrices dibujadas en su carne.
—¿Entonces? —preguntó Valentina confundida. —¿La violación? ¿Su suicidio en el baño?
—Fue real —contestó Madiel. —Bueno, por lo menos en parte. Javier quedó perplejo al ver las cicatrices, yo me lancé sobre ella a abrazarla, mientras le pedía perdón, una y otra vez, mientras ambas llorábamos. Yoselin debió hacer un gran esfuerzo para no quebrarse cuando Javier habló con ella, y le dijo todo lo que yo le había contado con respecto a las llamadas. Esperó a verme en el hospital y por primera vez fue libre de hablar sobre lo que le había ocurrido.
Toda la experiencia de la fiesta fue real, su violación por parte de Pepe, todo. Ella no entendía cómo yo podía conocer tales detalles. Era algo que jamás, pero jamás había podido hablarlo con nadie.
—Esa mañana, cuando me estaba bañando, por un momento creí que iba a contártelo todo, pero te fuiste y yo solo me quedé llorando bajo la regadera todo el día —me dijo Yoselin.
Le pregunté como había evitado que sus papás se dieran cuenta. Me respondió que obviamente notaron que algo le había ocurrido esa noche, ella tuvo que mantenerse firme para usar una mentira, y así poder ocultarles todo. Les confesó que nos habíamos escapado esa noche, que la lleve para una fiesta, pero les dijo que en la fiesta varios muchachos comenzaron a consumir drogas y yo la había obligado a fumar marihuana, y que a pesar de que no quería, no pudo negarse por la presión. Y que ahora se sentía devastada por aquello...solo eso.
—¿Y se lo creyeron? —preguntó Valentina.
—Pues sí, sus padres eran ultraconservadores, el simple hecho de escaparse de casa ya para ellos fue un sacrilegio. No puedo imaginarme lo que hubieran llegado a hacer si Yoselin les hubiera contado la verdad. Quizás fue por eso que guardó silencio.Ella cargó con esa pena sola durante años, fue increíble como pudo abrirse conmigo ese día en el hospital. Se alejó de cualquier relación humana. Nunca salió con nadie, jamás buscó nuevos amigos, ese día Pepe si logró acabar con una parte de ella.
Fue Yoselin quien me contó sobre la muerte de Pepe. Con el tiempo no pudo evitar buscarlo en Facebook. Su perfil era público, así que constantemente lo veía. Se dio cuenta de que él había logrado continuar con su vida como si nada. Pepe tenía una pareja, y esta le dio una niña. Yoselin no pudo evitar sentir una gran rabia: ella no podía siquiera salir sola sin sentir miedo, mientras él jugaba a la familia feliz. Entonces un día volvió entrar en el perfil de él y se encontró con todos los comentarios y estados de los familiares y amigos. Vio el vídeo de su muerte y sintió por fin paz y justicia cuando lo vio chocando contra aquella isla.
Leyó cada comentario, cada foto subida por sus amigos, donde lo evocaban como un buen muchacho, donde les dolía su pérdida y lo ponían como un padre ejemplar. Yoselin se llenó de ira... Ira contra ella misma.
Se odió por guardarse su dolor, se odió por no hacer nada al respecto y alejarse del mundo, y se odió por pasar toda su vida oculta y con miedo.
—¿Entonces decidió atentar contra ella misma? —preguntó Valentina.
—Si, y es difícil para alguien entender esa sensación, desesperada, y deseando de que todo el sufrimiento se acabe. A menos que se pase por lo mismo, como yo lo viví esa noche, gracias a Dios, sus padres se preocuparon al ver que no salía y entraron antes que fuera tarde.En el hospital hablamos mucho, lloramos, nos abrazamos, y cuando le pedí perdón por lo mala amiga que fui, ella solo me recostó contra su pecho y me dijo que hacía mucho tiempo atrás que me había perdonado. Sentí en ese momento como una enorme carga y pesadez salía de mí, me sentí más viva que nunca. Esa noche pude otra vez dormir tranquila y sin pesadillas.
—No sabes como me alegra todo lo que me cuentas —dijo Valentina sonriendo. —¿Qué es de la vida de Yoselin ahora?
—Ella estuvo muy pendiente de mí, se quedó unas semanas más, pero luego tuvo que volver a Ecuador.
Cuando regresó, Yoselin buscó ayuda profesional, fue a grupos de terapia y se atrevió por fin a contar su historia. Ahora es feliz, se arregla más, sale con nuevas amigas, incluso hay un muchacho muy dulce que parece que quiere invitarla a salir. Hablamos cada vez que podemos, y el saber, que por fin dejó todo lo malo atrás, me da demasiada alegría.
Madiel volvió a derramar unas pocas lágrimas, pero ahora al bajar por su rostro recorrían la silueta de una sonrisa. Valentina también se secó las lágrimas con su mano, y al mirar a la puerta, encontró a la doctora Francis sonriendo feliz y viendo con orgullo a Madiel.
—Madi —dijo Valentina —me gustaría ahora que me contaras, ¿cómo hablaste con tu mamá sobre lo sucedido?
—Claro —respondió Madiel calmada, y lanzando un suspiro con los ojos cerrados.
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LOS PECADOS DE MADIEL
HororLa repentina aparición de una aplicación letal transforma la vida tal como la conocemos, convirtiendo el mundo en un lugar donde la sociedad enfrenta una ola de suicidios masivos. Las principales víctimas de este extraño fenómeno son jóvenes. Los c...